NUEVA YORK—Para los neoyorquinos que caminaban por las calles del barrio chino más grande de la ciudad el 23 de abril, su presencia era difícil de ignorar.
Con los bailarines de leones y una banda marchante con trajes azul cielo al frente, el equipo de 2000 personas marchó por la comunidad de Flushing. En una carroza suntuosamente decorada con borlas doradas, nubes azuladas y grandes flores de loto, hombres y mujeres ataviados con trajes tradicionales sonreían y saludaban desde de un tejado dorado que representaba un palacio celestial. Cada cierto tiempo, mujeres vestidas de hadas tradicionales chinas pasaban por allí, ofreciendo una flor de loto de origami desde una pequeña cesta de mimbre a los transeúntes.
Pero los colores alegres y la celebración solamente contaron una parte de la historia. La tradición anual, que se remonta a hace más de una década, conmemora la mayor resistencia pacífica de la historia reciente de China en busca de la libertad religiosa.
Hace aproximadamente 23 años, el 25 de abril de 1999, 10,000 practicantes de Falun Gong, una práctica de meditación que se basa en los tres principios de verdad, benevolencia y tolerancia, se reunieron en la sede comunista china en Beijing para apelar por el derecho a ejercer su fe sin represión política.
Los practicantes se disolvieron en silencio esa noche después de recibir garantías de un alto funcionario chino de que sus solicitudes fueron escuchadas. Pero el incidente resultó ser el preludio de una persecución de décadas contra su creencia.
Tres meses después del suceso, el entonces líder del Partido, Jiang Zemin, inició una campaña nacional con el objetivo de erradicar al grupo. Desde entonces, millones de personas han sido sometidos a detención en varios centros, donde enfrentaron tortura, trabajos forzados y sustracción de órganos, según las estimaciones del Centro de Información de Falun Dafa.
Aunque el régimen comunista de China sigue persiguiéndolos, las actividades del grupo en el extranjero han servido para crear conciencia entre la diáspora china sobre los abusos de Beijing. El evento del sábado en Flushing también tuvo ese efecto.
April, una expatriada china, al ver el desfile por primera vez, dijo que los elementos tradicionales de la cultura china que presentaron los practicantes se sienten muy «conmovedores».
«No hay manera de ver esto en China», dijo a NTD en la edición en chino, un medio afiliado a The Epoch Times. «Nadie en China se atreve a expresar sus pensamientos».
Otra inmigrante china que presenció el desfile, que dio el nombre de Sunan, dijo que la persecución era uno de los muchos abusos atroces que demostraban que el régimen era el «enemigo de China».
“Que algunas personas de una sociedad estén dispuestas a levantarse y luchar por la libertad por ser buenos, ¿qué cosa tan admirable es esto? Pero tal intento fue reprimido”, dijo a NTD.
La persecución, dijo, ha inhibido la aspiración de la gente a ser buena y toda China está sufriendo las consecuencias.
«Mire el Shanghái de hoy, incluso la libertad para comer casi ha desaparecido», dijo la mujer, que se identificó como Susan, refiriéndose al cierre draconiano del régimen en el centro financiero que ha causado que muchos en la ciudad sufran para conseguir alimentos, suministros y atención médica.
«La libertad es algo que si no se defiende desde el principio, se derrumbará a un ritmo acelerado. Al final, no solo no tendrás derecho a comer, ni siquiera tendrás derecho a respirar», dijo.
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