8 formas en que la percepción de la realidad se distorsiona

Un nuevo libro explica las fuerzas muchas veces inconscientes que dan forma a lo que vemos, sentimos y pensamos

Por JILL SUTTIE
17 de octubre de 2020 10:56 PM Actualizado: 17 de octubre de 2020 10:56 PM

Ver es creer. Hasta cierto punto, esto es cierto, por supuesto: Nuestros ojos nos permiten ver lo que nos rodea, ayudándonos a navegar por nuestro mundo.

Pero resulta que la vista es mucho más complicada que eso, según el nuevo libro «Percepción: Cómo nuestros cuerpos dan forma a nuestras mentes«, de los psicólogos Dennis Proffitt y Drake Baer de la Universidad de Virginia. Lo que percibimos en un momento dado no está determinado solo por la percepción sensorial, sino por nuestras habilidades físicas personales, niveles de energía, sentimientos, identidades sociales y más.

«Es de sentido común creer que experimentamos el mundo tal como es objetivamente», escriben los autores. «Aunque nuestras intuiciones ingenuas son que vemos el mundo como es, no lo hacemos».

No es solo nuestra capacidad de ver la que está influenciada por procesos inconscientes, tampoco. El libro de Proffitt y Baer está lleno de fascinantes hallazgos de investigación que desafían no solo las cosas que percibimos, sino los juicios y decisiones que tomamos basados en lo que percibimos. Las cosas que parecen verdaderas y universales son a menudo solo nuestra propia y única experiencia del mundo.

Es útil saber esto, especialmente ahora, cuando estamos luchando contra una pandemia mortal y estamos atrapados en la confusión política y social. Si comprendemos qué factores irrelevantes manipulan lo que vemos y pensamos, tal vez podamos encontrar formas de superar estas influencias y tomar mejores decisiones como sociedad.

Eso significa tener humildad. Aquí hay ocho mensajes interesantes de los tantos que tiene el libro y que se pueden aplicar en casa.

1. Nuestra energía y habilidades influyen en nuestra perspectiva

Varios estudios de Proffitt y otros muestran que nuestros cuerpos físicos y nuestra capacidad de movimiento influyen en la forma en que vemos nuestro entorno. Por ejemplo, los investigadores han encontrado que si eres obeso o estás cansado, las distancias te parecen más lejanas. Las personas que llevan mochilas pesadas ven colinas más empinadas delante de ellas que las que no las llevan.

«En otras palabras: Nuestra habilidad para caminar moldea la aparente capacidad de caminar la colina, lo que determina cómo la vemos. No ve la colina tal como es, sino como la ve usted», escriben Proffitt y Baer.

Si sostiene algo que extiende su alcance —como un sujetador— las cosas parecen estar más cerca de usted también. En los deportes, los bateadores de béisbol exitosos ven literalmente pelotas más grandes que vienen hacia ellos desde el lanzador, y los golfistas que hacen un buen putt ven hoyos más grandes.

Este fenómeno es obvio incluso en los bebés pequeños. Por eso, en un experimento, los bebés que gateaban mostraban miedo cuando los bajaban a una plataforma con un acantilado falso (una bajada simulada que en realidad era de plástico transparente), pero los bebés que no podían gatear no mostraban ese mismo miedo. No lo veían como algo aterrador, porque, como no gatean, no necesitaban preocuparse por los acantilados todavía.

2. La conciencia de nuestro cuerpo afecta nuestras decisiones

En un experimento, los investigadores estudiaron a los administradores de fondos de cobertura que tienen que tomar decisiones rápidas sobre el comercio de acciones bajo una intensa presión. ¿Cuál fue el extraño hallazgo? Los administradores que podían contar con mayor precisión sus propios latidos sin tocar sus cuerpos son los operadores más exitosos.

Sin embargo, las personas que tenían la seguridad que su conteo exacto no tenían más éxito, y cuanto mayor era la brecha entre su confianza y su exactitud, mayor era su ansiedad. Esto sugiere que la conciencia real de su cuerpo puede ser útil en situaciones de trabajo de alto estrés.

Aunque no se sabe con certeza por qué, es posible que las personas que son más conscientes de sus latidos son más capaces de calmarse bajo estrés y, por lo tanto, de tomar decisiones más frías. O podría ser que las personas exitosas que están más sintonizadas con sus cuerpos interpretan sus percepciones con mayor precisión, entendiendo cómo interactúan ambos. De cualquier manera, estos hallazgos abogan por cultivar una mayor conciencia corporal.

3. Tener hambre (o no) cambia las elecciones que tomamos

El nivel de energía de nuestro cuerpo también influye en la toma de decisiones. En un experimento, los participantes que consumieron una bebida azucarada tomaron mejores decisiones y retrasaron la gratificación inmediata más tiempo que las personas que bebieron una bebida de sabor dulce sin glucosa. Del mismo modo, cuando los jueces toman decisiones sobre la libertad condicional justo antes de sus descansos para comer o al final del día, tienden a negar más la libertad condicional. Eso es porque la decisión de conceder la libertad condicional requiere una consideración más cuidadosa y, por lo tanto, más energía.

Los estudios también han demostrado que las personas que disfrutaron un vaso grande y azucarado de limonada tienden a ser más útiles para los demás. Y los niños que desayunan les va mejor en la escuela y tienen menos problemas de conducta.

«La forma en que piensa está infinitamente ligada con cómo se siente físicamente», escriben los autores. Por lo tanto, es importante asegurarse que nosotros (o los otros en los que confiamos) no estamos demasiado agotados en el momento de tomar decisiones difíciles.

4. Las declaraciones fáciles de leer parecen más verídicas

Nuestras creencias sobre el mundo también dependen de influencias aparentemente irrelevantes. En un experimento, cuando los investigadores pidieron a los participantes que determinaran la verdad de una declaración —como «Lima está en Perú— escrita en diferentes colores, los participantes estuvieron más de acuerdo con las declaraciones fáciles de leer que con las menos fáciles. De la misma manera, las declaraciones hechas en un esquema de rima —como «Los males unen a los rivales»— se consideraron más verdaderas que las declaraciones sin un esquema de rima —como «Los males unen a los enemigos—».

Esta tendencia se puede revertir si simplemente se la señala a las personas. Pero, de lo contrario, estas fuerzas operan por debajo de la conciencia, y podemos resultar engañados por lo fácil que es creer o recuperar algo en nuestras mentes.

«Nuestra inclinación por la fluidez nos hace susceptibles a las [mentiras] —si se siente bien, está bien— y cuando esa vulnerabilidad se amplía al nivel de los medios de comunicación, se obtienen verdades y noticias falsas», escriben los autores.

5. Nuestros sentimientos afectan nuestras opiniones políticas

Probablemente no sorprende que nuestros sentimientos afecten nuestras percepciones y pensamientos. Aún así, incluso para alguien como yo, que conoce bien esta investigación, la percepción tiene algunas sorpresas.

En un estudio citado en el libro, los investigadores descubrieron que las personas que se disgustan más fácilmente —al imaginar cosas como una cubeta de basura llena de gusanos o un trozo de pastel de chocolate en forma de caca de perro— tienden a ser más conservadores políticamente. Y tienden a tener sentimientos negativos más fuertes hacia las personas que apoyan las libertades sexuales con las que no están de acuerdo, como los derechos de los homosexuales o el derecho al aborto.

Sentimientos como el asco, que salen del sistema límbico de nuestros cerebros, a menudo por debajo de la conciencia consciente, guían nuestras reacciones y evaluaciones, haciéndolas menos que imparciales.

«Las emociones nos permiten percibir el bien y el mal en un mundo lleno de ambos. Puede parecer que vienen sin ser solicitadas, pero son, de hecho, de nuestra propia creación, y poseen tanto la sabiduría como las vicisitudes de nuestras estructuras cerebrales más antiguas y fundamentales», escriben Proffitt y Baer.

6. Sentirse mal hace que las cosas parezcan más difíciles

Cualquiera que se haya sentido triste o deprimido sabe que es difícil enfrentarse al mundo cuando se está deprimido. Pero es interesante señalar que estos sentimientos también cambian nuestras percepciones sensoriales. Por ejemplo, la gente que escucha música melancólica tiende a pensar que una colina parece más empinada que las personas que escuchan música alegre.

«Las emociones… tienen el trabajo de dar una luz roja o verde para acercarse o evitar objetos, personas y situaciones, y moldear la percepción en consecuencia», escriben Proffitt y Baer. Eso significa que nutrir nuestras emociones positivas puede ayudarnos a abordar tareas difíciles con mayor facilidad, una idea que al menos algunas investigaciones confirman.

7. Tener a otras personas alrededor hace que las cosas parezcan más fáciles

La presencia de otras personas también afecta nuestra percepción en situaciones difíciles. Tomarse de la mano con alguien mientras se experimenta un evento doloroso puede disminuir el dolor. Anticiparse a tener que llevar una carga pesada con otra persona (en lugar de hacerlo solo) hace que parezca más ligera, y tan solo pensar en un amigo puede hacer que las colinas parezcan menos escarpadas.

Nuestras conexiones sociales parecen desempeñar un papel en la reducción del estrés, lo que podría ser la razón que estar con otras personas cambie nuestra percepción del dolor o de la dificultad, haciendo que ambos sean más fáciles de soportar. Estos estudios y otros más apuntan a la importancia de nuestras relaciones sociales en la capacidad de resistir cuando las cosas son difíciles.

8. Nuestras creencias políticas afectan nuestras habilidades matemáticas

Otro hallazgo fascinante fue cómo nuestras afiliaciones de grupo, como el partido político al que pertenecemos, afectan a nuestras percepciones. Por ejemplo, en un estudio, se le pidió a las personas que resolvieran ecuaciones matemáticas para verificar la veracidad de un hallazgo de la investigación, como si una vacuna es efectiva o si prohibir las armas salva vidas. Como se predijo, las personas con mayores habilidades matemáticas pudieron descifrar las respuestas más fácilmente, pero solo cuando el resultado del cálculo no contradecía sus creencias políticas. Si lo hacía, las matemáticas de todos eran peores: resolvían el problema correctamente entre un 25 y un 45 por ciento menos a menudo.

Esto va en contra de creer que la gente solo necesita más información para averiguar la verdad de una situación. «Pensar —incluso resolver matemáticas— no es un proceso que ocurra de forma aislada, sino que está incrustado en nuestros pensamientos personales e identidades de grupo», escriben los autores. «Literalmente nos quedamos desconcertados, estupefactos e incapaces de ejercer nuestras plenas facultades cuando nos enfrentamos a hechos que amenazan nuestra identidad social».

Con todo, leer esta investigación debería darnos humildad. Claramente, muchas fuerzas por debajo de nuestra conciencia afectan a nuestras percepciones, pensamientos y decisiones, y los errores abundan. Conocer esas influencias podría evitar que hagamos costosos juicios erróneos o que creemos conflictos innecesarios con otros que ven las cosas de manera diferente. ¿Cuál es el beneficio final de eso? Con suerte, tener un poco de humildad podría ayudarnos a todos a actuar con menos arrogancia y estar más abiertos a otros puntos de vista.

Jill Suttie, Psy.D., es editora de la reseña de libros de Greater Good y una frecuente colaboradora de la revista. Este artículo fue publicado originalmente por la revista online Greater Good.


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