¿Ahora Baréin? ¡Trump se merece realmente el Premio Nobel de la Paz!

Por Roger Simon
13 de septiembre de 2020 9:40 AM Actualizado: 13 de septiembre de 2020 9:40 AM

Opinión

No es necesario cantar el clásico del dúo Simon & Garfunkel «The Sound of Silence» (Los sonidos del silencio) para evocar la respuesta de la prensa a lo que se está convirtiendo en uno de los eventos más sorprendentes, si no el más sorprendente, de nuestro tiempo:

Donald Trump (con la gran ayuda de Jared Kushner y Mike Pompeo) parece estar haciendo lo que pocos pensaban que era posible después de décadas de fracaso de los Acuerdos de Oslo: llevar la paz a Oriente Medio.

Justo el otro día, para consternación de los escépticos de siempre, el presidente fue nominado al Premio Nobel de la Paz por ayudar a diseñar el nuevo acuerdo de paz entre los Emiratos Árabes Unidos e Israel.

Ahora tenemos a Baréin incluido en esta mezcla, que aparentemente también ha hecho un trato con el estado judío.

Con el fin de consolidar dichos lazos, el príncipe heredero de Baréin, Salman bin Hamad Al Khalifa, llegará a Washington el lunes para asistir a una ceremonia al día siguiente en la cual Israel y los Emiratos Árabes Unidos formalizarán sus lazos, según el Jerusalem Post.

Arabia Saudita —que se sabe que ha estado compartiendo inteligencia con Israel durante algún tiempo y que ahora permite que los aviones de la aerolínea israelí El Al sobrevuelen su territorio— parece estar lista para un reconocimiento similar.

¿Cómo pudo haber ocurrido esto? No podría ser más obvio que todo comenzó a dar frutos cuando Trump se retiró del acuerdo con Irán, el torpemente llamado Plan de Acción Integral Conjunto (JPCOA). ¡Vaya jugada!

El por qué Barack Obama quiso entrar en un semiacuerdo tan extraño e ineficaz (nunca se formalizó realmente) con el mayor patrocinador estatal del terrorismo sigue siendo uno de los misterios de nuestra era.

Existen teorías, pero basta decir que el resultado neto fue que miles de millones fueron a parar a las arcas de los mulás, con los que pudieron financiar a sus apoderados asesinos (Hezbolá, los hutíes, Hamás, etc.), construir misiles y otro armamento avanzado, y prolongar la guerra civil siria, sumando otro cuarto de millón de cadáveres, por no hablar de millones de refugiados más.

Que Joe Biden desee volver a esta locura es razón suficiente para prohibirle el acceso a todos los cargos públicos de forma perpetua.

Por supuesto, los dirigentes palestinos están indignados por lo que ha ocurrido y ya se quejan de que han sido traicionados por sus compatriotas árabes, pero como nos dijo el exministro de Relaciones Exteriores israelí Abba Eban hace décadas, los compatriotas «nunca pierden una oportunidad de perder una oportunidad». Y aquí existe una verdadera oportunidad que podría permitirles salvar sus amados trajes a rayas de Savile Row a cambio.

Uno de los obstáculos permanentes para cualquier acuerdo israelí-palestino siempre ha sido la negativa de Fatah & Co. de tener a colonos judíos viviendo entre ellos en la tierra de un supuesto estado palestino. Esto es cierto a pesar de que casi 2 millones de árabes viven, trabajan y estudian en el mismo Israel, y a pesar de que muchos millones más de judíos han estado viviendo en países árabes antes de ser expulsados.

Esto no es más que tribalismo que se remonta, como dice la frase, a tiempos inmemoriales. Si los palestinos lo abandonaran aunque fuera un poco y reconocieran, e incluso acogieran, a los judíos —que de todos modos serían una minoría entre ellos—, podrían tomar la delantera en materia de derechos humanos y negociar las fronteras de su Estado desde una posición de nuevo poder y, sin duda, con el firme apoyo de los Estados del Golfo que ahora consideran enemigos.

Hasta ahora no lo han hecho, ni siquiera de cerca. Y lamentablemente, esa decisión se ha hecho más difícil en el actual zeitgeist donde el tribalismo se está convirtiendo en la nueva religión, grupo contra grupo. Esto es cierto, obviamente, en nuestro propio país y en casi todos los demás.

Sin embargo, los Estados del Golfo parecen estar rompiendo con esta nociva tendencia mundial, demostrando que mucha gente se equivoca, incluyendo a numerosos autodenominados «expertos en Oriente Medio».

¿No sería maravilloso si los palestinos fueran capaces de liberarse de esto también? Cosas más extrañas han sucedido, aunque no muchas.

Mientras tanto, una cosa está clara. Trump, a diferencia de tantos otros antes que él, realmente merece el Premio Nobel de la Paz. Se lo está ganando por sus logros reales sobre el terreno.

Su predecesor, Barack Obama, ganó uno antes de hacer nada, solo por «ser genial».

Deberían habérselo dado, póstumamente, a Miles Davis.

Trump podría recibir pronto más premios Nobel de la Paz que los trofeos de tenis que tiene Roger Federer.

Roger L. Simon es un galardonado escritor y guionista nominado al Oscar, y es cofundador de PJ Media. Ahora es columnista de The Epoch Times. Encuéntrenlo en Parler y Twitter @rogerlsimon. Compre sus libros en Amazon.


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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