Arresto de 1046 predicadores musulmanes en China es un ataque reprochable contra la religión

Por Anders Corr
14 de mayo de 2021 7:10 PM Actualizado: 14 de mayo de 2021 11:14 PM

Opinión

Desde 2014, según un nuevo informe publicado por el Proyecto de Derechos Humanos Uigur (UHRP) y Justicia para Todos, las autoridades chinas han detenido al menos a 1046 predicadores musulmanes (imanes) en su región de Xinjiang (Turquestán Oriental). Las detenciones, según un correo electrónico del UHRP, son «intentos del gobierno chino por cortar la transmisión del conocimiento religioso a través de las generaciones».

El director ejecutivo de la UHRP, Omer Kanat, alegó que «la redada masiva contra los imanes pone al descubierto la intención del régimen chino: destruir nuestra fe y nuestras tradiciones, de una vez por todas». Los imanes uigures y otros turcos son los guardianes de la erudición y la enseñanza religiosa. Eliminar a los profesores de religión es un arma para eliminar el islam de nuestra patria».

De los 1046 casos, 428 imanes fueron enviados a prisiones formales, y 202 fueron detenidos en campos de concentración, incluyendo centros de detención de «reeducación». Dieciocho murieron mientras estaban detenidos, y de los encarcelados, el 96 por ciento fueron condenados a cinco o más años, y el 25 por ciento a 20 años o más, a menudo con cargos poco claros. Entre los cargos que enfrentan está «enseñar a otros a rezar», «negarse a entregar el libro del Corán para que lo quemen», «estudiar durante seis meses en Egipto» y una condena de por vida por «difundir la fe y por organizar a la gente».

Según la UHRP, los 1046 casos registrados “no son exhaustivos, dado el secretismo extremo y la falta de transparencia en la región Uigur, y muy probablemente representan una pequeña fracción del número total de figuras religiosas detenidas”.

Los uigures se manifiestan contra China, frente a las oficinas de las Naciones Unidas, durante el Examen Periódico Universal a China, realizado por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra, el 6 de noviembre de 2018. (Fabrice Coffrini/AFP/Getty Images)

Las 1046 detenciones no incluyen necesariamente a los imanes que huyeron del país para convertirse en refugiados religiosos. Los imanes solían huir de China cuando los controles gubernamentales sobre sus actividades «llegaban a un punto en el que consideraban que ya no podían desempeñar un papel positivo para su congregación y corrían un riesgo creciente de ser detenidos», según el correo electrónico del UHRP.

Peter Irwin, el autor del informe, dijo que «la persecución a los imanes en China se remonta a décadas, pero no fue hasta 2016 que la presión aumentó aún más y probablemente miles fueron arrestados y sentenciados».

El Partido Comunista Chino (PCCh) ha reprimido fuertemente la religión desde que tomó el poder en 1949, incluso contra musulmanes, budistas tibetanos, cristianos y practicantes de Falun Gong. La práctica de la «reeducación» del régimen chino tuvo su origen más reciente en las medidas adoptadas contra Falun Gong. Según el experto en China Adrian Zenz, «En la década de 1950, el Estado estableció las prácticas de ‘reforma mediante el trabajo’ (劳动改造) y ‘reeducación mediante el trabajo’ (劳动教养). Más tarde, a principios de la década de 2000, el gobierno inició clases de «transformación a través de la educación» (教育转化) para los practicantes de Falun Gong.»

Las duras medidas de control social que fueron pioneras en el Tíbet, se trasladaron a Xinjiang en 2016. Según Zenz, “En agosto de 2016, Chen Quanguo se convirtió en el nuevo secretario del Partido de Xinjiang. Llegó al cargo desde un puesto como secretario del Partido en el Tíbet, donde pacificó la inquieta región mediante una combinación de intensa presión estatal y mecanismos de control social generalizados».

Freedom House descubrió que «las autoridades chinas imponen severas restricciones a la práctica religiosa de los budistas tibetanos, en particular a la devoción al exiliado Dalai Lama, un referente fundamental para muchos creyentes». Hay una presencia del gobierno chino que desalienta la religión en el Tíbet, incluyendo intrusiones en los monasterios, campañas rutinarias de «reeducación», vigilancia omnipresente, límites a los viajes, disminución de las comunicaciones y regulaciones que desalientan la práctica de la religión por parte de estudiantes universitarios y empleados del gobierno. Según Freedom House, «las fuerzas de seguridad chinas en las zonas tibetanas se apresuran a emplear medidas coercitivas para reprimir la disidencia religiosa percibida, e, incluso, usan munición real contra civiles desarmados».

Se encuentran paralelos en Xinjiang. Según la UHRP, “además de la detención arbitraria de figuras religiosas [en Xinjiang], las autoridades han prohibido la enseñanza de la religión en todos los niveles educativos; prohibió el uso de nombres islámicos tradicionales como Muhammad y Medina para los niños uigures; prohibió las barbas largas para los hombres uigures y el velo para las mujeres; instituyó una campaña «anti-halal» para evitar el etiquetado de alimentos y otros productos de esta manera; criminalizó la peregrinación del Hajj sin la aprobación del gobierno; y adoptó una legislación que define ampliamente las prácticas religiosas cotidianas como «extremistas». Un grupo de expertos independientes de la ONU instó a que se derogue la legislación en su totalidad.

La Plaza del Palacio Potala en Lhasa de la Región Autónoma del Tíbet, China, mientras los tibetanos luchan por aferrarse a sus raíces culturales. (Fotos de China/Getty Images)

El UHRP comparó la actual campaña contra los musulmanes turcos con los «horrores de la Revolución Cultural tal y como se vivió en el Turquestán Oriental», salvo que hoy el PCCh tiene mayor acceso a «sofisticadas tecnologías para ‘predecir’ la criminalidad e infiltrarse incluso en la unidad social más íntima, en los hogares familiares».

En informes anteriores se ha detallado cómo el PCCh envía a miembros del partido de la región Han a los hogares de los musulmanes turcos, en Xinjiang, para que vivan con ellos, compartan las comidas y las camas, y se aseguren de que dejen de ser religiosos. Cualquier signo de religión o disidencia en el hogar puede ser motivo para enviar a los residentes a campos de «reeducación». Los uigures se sienten espiados en sus propias casas, obligados a comer cerdo y beber licor, coaccionados para que dejen de cumplir con sus obligaciones religiosas y entreguen a sus hijas para que se casen con varones Han. Las autoridades chinas han llegado a hacer publicidad para que las mujeres uigures se casen con hombres Han.

El enfoque represivo de China hacia la religión, avivado por una creencia antirreligiosa que se encuentra en el marxismo, ha sido desastroso para el país. No solo ha sido severamente criticado por organizaciones internacionales de derechos humanos, sino que posiblemente contribuye a la corrupción y la falta de compromiso cívico en el país. Por el contrario, la religión y la asistencia a la iglesia aumentan la participación en la sociedad civil en, por ejemplo, Estados Unidos y Canadá.

El PCCh tiene sus razones, por supuesto. La religión es una amenaza para el control continuo del PCCh en el sentido de que la religión frecuentemente juega un papel en la democratización de los países, y la democratización en el caso de China hoy probablemente significaría el fin del PCCh como partido gobernante del país.

La situación, de hecho, no es algo que irremediablemente se debe reducir a la lucha del comunismo contra la religión. Al PCCh le convendría adoptar un enfoque menos severo con respecto a la religión, tendiendo puentes con los religiosos, en lugar de prohibirlos directamente. La Iglesia Católica, por ejemplo, ha demostrado cómo los religiosos pueden atender a los sectores más pobres de la sociedad. Los religiosos tienden a ser una fuerza del bien en las sociedades, ya que promueven una ética y una moral que puede mejorar el comportamiento de los ciudadanos allí donde el Estado y la ley no pueden llegar. Las omnipresentes cámaras de vigilancia de China no pueden verlo todo. No pueden ver el alma.

Si el PCCh realmente quiere lo que es bueno para la sociedad, debería confiar en la religión como un socio igualitario en sus intentos de reformar China y el mundo. Tal humildad y sentido de asociación sería un gran paso atrás desde el borde de la guerra, ya que el mundo reconocería que China ha iniciado una verdadera ronda de reforma interna de derechos humanos.

Como en cualquier asociación, el PCCh debería comprender la religión para dar pasos a un cambio en su comportamiento. Esa evolución social mutuamente respetuosa es el único camino hacia un cambio político pacífico. El enfoque actual del PCCh que intenta controlar la religión de arriba a abajo está condenado al fracaso. Incluso muchos chinos Han, por ejemplo, se están uniendo subrepticiamente a religiones prohibidas.

Algunos pueden afirmar que la reforma voluntaria del PCCh es un sueño imposible. Pero ante la alternativa de un posible conflicto militar en la era nuclear, debemos soñar con lo imposible.

Anders Corr es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad de Yale (2001) y doctor en Gobierno por la Universidad de Harvard (2008). Es director de Corr Analytics Inc. y editor del Journal of Political Risk, y ha realizado numerosas investigaciones en Norteamérica, Europa y Asia. Es autor de «The Concentration of Power» (La Concentración del Poder), que saldrá a la venta en 2021 y «No Trespassing» (Prohibido el paso), y editó el libro «Great Powers, Grand Strategies» (Grandes poderes, grandes estrategias).

Siga a Anders en Twitter: @anderscorr


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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