Detrás de todas las formas de arte de la antigua China se encuentra la espiritualidad, la práctica de cultivación, la conexión del hombre con el Cielo.
Detrás de la Danza Clásica China también. El carácter y la gloria del “Imperio Celestial” y los principios de la belleza confluyen en la danza clásica china dotándola de una profundidad emocional enorme. En ella, lo verdaderamente importante es unir la perfección de la técnica con ese estado mental que proviene del interior y que permite traspasar las emociones para tocar algo mucho más profundo.
Shen Yun se traduce como “La belleza de los seres divinos bailando”.
En la página oficial de la Compañía se habla de los tres elementos sobre los que se fundamenta: Técnica, Forma y Yun.
Técnicamente es una danza muy exigente. Detrás de los saltos y las ejecuciones difíciles hay muchas horas de entrenamiento. La colocación del cuerpo, cómo toman el impulso, cómo saltan y quedan suspendidos en el aire, cómo caen lenta y suavemente. Hacer que un movimiento difícil parezca fácil requiere una técnica muy depurada. La técnica es el primer elemento de la danza clásica china y confiere certeza y precisión al movimiento.
La forma es el movimiento en sí. El círculo y el movimiento circular son el elemento central de la forma y son específicos de la danza clásica china. “En la redondez está la belleza” es un dicho antiguo que resalta las formas llenas y alude a la continuidad en el movimiento sugiriendo que todo lo que empieza debe acabar. En la naturaleza, las formas son redondas y es el hombre quien las somete con líneas rectas.
En la Compañía Shen Yun, ellos son masculinos, poderosos. El recorrido de los brazos es amplio, lo abarca todo. Tienen firmeza y determinación y lo expresan con rotundidad. Ejecutan figuras de gran complejidad sin descuidar los pasos de transición. El esmero con que se acomete lo pequeño refleja un espíritu para el que absolutamente todo es esencial.
La cultura tradicional china es una cultura integradora. Sin perder su esencia, los pueblos adoptaban formas de actuar de otras etnias si creían que les podía favorecer.
La danza clásica china sigue este mismo principio, por eso resulta tan versátil. El recorrido del movimiento es elegante incluso a veces puede parecer dócil, pero enseguida se presenta un elemento que nos recuerda la influencia de las artes marciales. Su integración en la danza clásica china es decisiva, no en vano comparten un mismo espíritu.
Ellas son sutiles, gráciles, pareciera que están levitando cuando se deslizan sobre el escenario. “Talón, punta, talón, punta…” Tienen la espontaneidad y la frescura de un corazón limpio. La expresión de sus rostros huye de la impostura. La forma, extremadamente cuidada y trabajada, resulta sin embargo sencilla.
El Yun es el tercer elemento de la danza clásica china y es el más importante, es lo que la eleva definitivamente a niveles superiores.
El Yun o porte es una cualidad interna que pasa de generación en generación a través de los genes, dotando al pueblo chino de un aire genuino, una forma especial de moverse. Ya lo decía Confucio: “Enséñame cómo bailas y te diré qué principios sigues”, o dicho de otro forma: Si descubrimos nuestro Yun descubriremos quiénes somos.
Pero el verdadero Yun se da cuando el gesto y el espíritu se unen, cuando el movimiento es guiado desde dentro. Esto requiere un proceso, la búsqueda continua de un corazón puro, una mente en silencio. El bailarín no interpreta, el bailarín entiende profundamente los valores que ha de representar y los integra. Así, Técnica y Yun se unen para transmitirse a través de la forma en lo que se conoce como “Refinamiento del Porte”. El resultado es una danza precisa y profunda que se expresa en movimientos bellísimos.
La danza de Shen Yun lo abarca todo. Lo más espectacular refleja una China espléndida, donde las artes brotaban en cada esquina y la “Tierra Central” brillaba con luz propia; la sutileza de lo pequeño nos recuerda que detrás de cada logro hay necesariamente un pensamiento recto inspirado por el Cielo.
En las representaciones cada danza es única. La Coreografía es original y busca inspiración en los valores de ese tiempo y lugar donde un día coexistieron lo mortal y lo divino. Se potencia al grupo por encima de las individualidades, dejando a un lado los intereses personales en beneficio de un objetivo común más elevado.
El vestuario es un elemento más de la coreografía. Los brazos se hacen eternos gracias a largas mangas, que en el movimiento dibujan caprichosas formas. Encontramos mención a las mangas de los vestidos Han en algunos de los poemas más famosos de la dinastía Tang.
La interacción del hombre con la tierra se refleja en las danzas étnicas y folklóricas. Complementos como abanicos, tambores, cintas o pañuelos, se integran en la danza de una forma natural, llenando de color y vida el movimiento y confiriendo a cada pieza un sello personal.
Detrás de estas manifestaciones de la forma habitan los valores que un día levantaron una civilización milenaria. Virtudes como la lealtad, el honor o la justicia guiaban los pasos del hombre y la cultivación del espíritu se presentaba como el “Camino de regreso a casa”.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, esa esencia se va perdiendo y las formas de arte se vacían de contenido. La cultura pasa a ser una herramienta más de política partidaria y olvida su función educadora.
Pero ahora Shen Yun, desde Occidente, recupera lo perdido. Apreciar Shen Yun es apreciar la vuelta de una cultura divina. Es recuperar esos valores que durante siglos guiaron el destino de un pueblo.
Empieza el espectáculo. La conexión con el Cielo se ha establecido.
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