Cosechando lo que sembramos: La pandemia del coronavirus es nuestra llamada de atención

Por Suzanne Scholte
05 de Junio de 2020 6:18 PM Actualizado: 05 de Junio de 2020 6:18 PM

Opinión

Un gran acontecimiento positivo que podría resultar de la pandemia del coronavirus es la posibilidad de que la comunidad internacional despierte finalmente a las atrocidades que el Partido Comunista Chino (PCCh) ha estado cometiendo desde su creación.

Durante demasiado tiempo, los crímenes contra la humanidad del PCCh han sido ignorados y ahora todos estamos cosechando lo que sembramos.

Todo comenzó en 1971 en las Naciones Unidas, cuando se realizó una votación crítica. Yo recuerdo mucho ese día, porque de niña recuerdo que mi madre estaba muy conmocionada y enojada. Recuerdo que nos presentó a nosotros, sus hijos, una lista de países que ella había escrito cuidadosamente en un papel amarillo con su hermosa escritura que teníamos que boicotear porque habían hecho algo absolutamente horrible.

Era un 25 de octubre de 1971,  y estas naciones acababan de votar para que la China comunista reemplazara a la República de China como estado miembro de las Naciones Unidas. En esa fecha, el embajador en China de la entonces comunista Albania, Reis Malile, cuyo país había presentado la resolución, señaló alegremente que la votación era “una gran derrota para los Estados Unidos de América”, al tiempo que exaltaba a la gran República Popular China como “un bastión del socialismo y la justicia”.

El otorgamiento a la China comunista de la condición de miembro de las Naciones Unidas inició el ascenso de una dictadura que fue impulsada a un poder cada vez mayor, a medida que durante las décadas siguientes, las administraciones tanto republicanas como demócratas vendieron al pueblo de China–y al pueblo de América–la falsa narrativa de que la apertura económica a China llevaría a este país a mejorar sus derechos humanos.

Aunque yo no pude boicotear a todos los países de esa lista de 1971, tuve éxito durante toda mi juventud al no comprar nunca un solo producto fabricado en la China comunista. Solo como madre joven me vi obligada a romper mi boicot porque tenía dos hijos pequeños que necesitaban zapatillas, y Converse All Stars se había unido a las muchas empresas estadounidenses que vendían sus almas (sin intención de un juego de palabras) a la China comunista por una mano de obra barata a expensas de los trabajadores estadounidenses y de las preocupaciones por los derechos humanos. Ya no se podía encontrar un par de zapatillas que se hicieran en Estados Unidos.

Mientras nuestras élites políticas se vendían a China, nosotros repetidamente dábamos la espalda a los que estaban sufriendo allí. Otro recuerdo vívido que tengo es estar en una reunión de líderes conservadores para presionar al entonces Jefe de Gabinete de la Casa Blanca, John Sununu, sobre por qué el entonces presidente George Bush se estaba vendiendo a los comunistas. Era ya bastante malo que el expresidente Jimmy Carter hubiera devuelto a China el estatus de nación más favorecida, el cual había perdido por invadir el Tíbet y exiliar al Dalai Lama. ¿Estaba Estados Unidos también dando la espalda a los prisioneros políticos en los campos de trabajo y a los cientos de estudiantes asesinados en la Plaza Tianamen?

Sununu, que acababa de regresar de un viaje a China, nos aseguró que no había vuelta atrás: ¡la pujante economía china y nuestra relación comercial con ellos conduciría a una reforma! ¡Sí, el capitalismo liderará el camino a seguir!

¿Cuántas veces en los años posteriores a las presidencias republicanas y demócratas hemos escuchado esa lamentable y engañosa declaración, o esa de que “China está en un pacífico ascenso”?

Una cosa sobre la que se han unido tanto la izquierda como la derecha en el Congreso y la comunidad de derechos humanos es la preocupación por el PCCh. Todos quedamos consternados cuando el Comité Olímpico Internacional (COI) eligió a Beijing para los Juegos Olímpicos de 2008. Una vez más, el COI aseguró que esto llevaría a China a abrirse a la reforma. En cambio, el PCCh intensificó su estado policial.

Mientras nosotros nos saltábamos esta fantasía, traicionando a nuestros propios trabajadores estadounidenses y las preocupaciones internacionales de derechos humanos, cuántos chinos y otros ciudadanos del mundo sufrieron: en China 15 millones fueron asesinados en el sistema de campos de trabajo forzado mientras que otros 40 a 50 millones sufrieron encarcelamiento allí; el pueblo de Tíbet sigue sufriendo bajo una ocupación brutal; los uigures de Xinjiang tienen por lo menos un millón y posiblemente hasta tres millones de sus habitantes encarcelados en campos de concentración; y los practicantes de Falun Dafa desde 1999 han estado bajo una persecución brutal, incluyendo cientos de miles de personas encarceladas y muchos de ellos asesinados para la sustracción de sus órganos.

Tantos héroes chinos, desde intelectuales como el autor de la Carta 08, Liu Xiaobo, hasta activistas laborales como Wei Zhili, desde abogados como Gao Zhisheng hasta periodistas como Zhang Wenmin, han sido asesinados, encarcelados o desaparecidos mientras decenas de millones de niñas fueron abortadas debido a la Política de Hijo Único del PCCh, donde las madres que estaban embarazadas de su segundo hijo eran obligabas a abortos forzados.

Durante décadas, el PCCh ha repatriado brutalmente a cientos de miles de hombres, mujeres y niños norcoreanos a Corea del Norte para que se enfrenten a ciertas torturas y encarcelamientos e incluso a la muerte por el simple hecho de querer sobrevivir. Todavía no hemos calculado el número de muertes de norcoreanos asesinados por las políticas de repatriación de China.

El fracaso de la comunidad internacional, debido a la conveniencia y la codicia, para hacer frente al sufrimiento del pueblo de China está ahora claramente expuesto para que todos puedan ver en cómo el PCCh desató el coronavirus en un mundo desprevenido.

Puede que nosotros hayamos dado la espalda al pueblo de China, a los tibetanos, a los uigures, a los practicantes de Falun Dafa y a los refugiados norcoreanos, pero ahora, porque estamos cosechando lo que sembramos, es nuestra oportunidad de abordar este mal y no volver a sacrificar nunca más el bienestar de los seres humanos ante esta dictadura brutal y malvada.

Suzanne Scholte es la presidenta de la Defense Forum Foundation, que ha acogido a muchos disidentes chinos en el Capitolio desde la década de 1990.

Los puntos de vista expresados en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de The Epoch Times.


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