Cuba: Un anhelo de algo más allá de lo material

Por Charlotte Allen
22 de julio de 2021 4:14 PM Actualizado: 22 de julio de 2021 4:15 PM

Comentario

Es uno de los videos más impactantes de los que se filtraron de Cuba el 11 de julio, el día en que decenas de miles de personas en toda la isla salieron a la calle y corrieron la voz en las redes sociales en una protesta masiva contra el gobierno, la primera desde que Fidel Castro tomó el poder e instauró una dictadura comunista en Cuba hace más de 60 años.

El video, que puede verse en Instagram, procede de Bejucal, una localidad de 25,000 habitantes situada a nueve millas al suroeste de La Habana. Los manifestantes, en su mayoría jóvenes, corean «¡libertad!» una y otra vez al ritmo y levantan los puños. Los lidera un joven sacerdote católico con sotana negra. Sostiene en lo alto una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, una imagen de la Virgen que lleva un manto dorado y sostiene al niño Jesús, que es la patrona oficial de Cuba. La protesta que se ve en el video de Bejucal es también una procesión religiosa. Los manifestantes reclaman la libertad de recurrir a una autoridad distinta de la totalitaria y militantemente laica que regula sus vidas hasta en los barrios.

La respuesta del gobierno cubano a las protestas del 11 de julio fue una rápida y brutal represión. Cortó el acceso a Internet, y la policía de civil que está en todas partes en Cuba detuvo y golpeó a docenas de manifestantes con bates de béisbol, arrastrándolos por las calles. La policía uniformada con equipo antidisturbios disparó a otros. Entre las víctimas de los bates de béisbol se encontraba otro sacerdote católico, el reverendo Castor Álvarez, que había intentado proteger a algunos de los manifestantes en Camagüey de los enfrentamientos con la policía. El reverendo Álvarez fue liberado al día siguiente después de que grupos eclesiásticos postearan mensajes en las redes sociales dando a conocer su detención. Había sido un abierto defensor de la democracia, visitando el Vaticano en 2018 y escribiendo una carta junto con otros dos sacerdotes al entonces líder cubano Raúl Castro pidiendo elecciones libres y libertad de prensa.

Según versiones de la prensa, varios otros clérigos cristianos arrestados el 11 de julio todavía languidecen en las cárceles cubanas, incluidos dos pastores bautistas, Yeremi Ramírez y Yarian Sierra, en Matanzas. La policía de Songo-La Maya habría detenido a un tercer pastor bautista, el reverendo Yusniel Montejo, y se desconoce su paradero actual. Los tres se encuentran entre las 136 personas que, según el grupo de abogados Cubalex, están detenidas o desaparecidas tras las protestas. Se dice que al menos una persona ha muerto, según The Washington Post.

El 17 de julio, la junta comunista cubana organizó su propia manifestación a favor del gobierno en La Habana. Decenas de miles de personas acudieron a la cita (muchas de ellas, al parecer, transportadas en masa en autobús) con carteles que mostraban iconos cubanos más familiares para los ojos occidentales: fotos ampliadas de Fidel Castro y el Che Guevara. El acceso a Internet, que el gobierno había restablecido brevemente durante la semana anterior, fue bloqueado de nuevo. Algunos de los asistentes eran «capitanes de manzana», miembros de los conocidos Comités de Defensa de la Revolución que vigilan sus barrios y denuncian a quienes muestran signos de disidencia.

El actual líder de Cuba, Miguel Díaz-Canel, que apareció en el mitin junto con Raúl Castro, de 90 años, hermano superviviente de Fidel Castro, culpó de los disturbios al prolongado embargo económico («asfixia económica») de Estados Unidos, así como a las sanciones impuestas por la Administración Trump, que había cancelado los cruceros «pueblo a pueblo», populares entre los liberales estadounidenses acomodados, que habían contribuido a traer dólares turísticos a Cuba. Arremetió contra la «mafia cubano-estadounidense» de exiliados en Florida por alentar las protestas y contra los medios de comunicación internacionales por difundir una «interpretación maliciosa» de las manifestaciones del 11 de julio que sugería que toda la isla se había levantado en protesta contra su gobierno. «Lo que el mundo está viendo de Cuba es una mentira», dijo Díaz-Canel.

La explicación de Díaz-Canel refleja la de muchos estadounidenses de tendencia izquierdista, que también culpan al embargo, vigente desde 1962, de los problemas económicos y el descontento social de Cuba. El 15 de julio, la representante Alexandria Ocasio-Cortez (D-N.Y) calificó el embargo de «absurdamente cruel» y responsable «de la contribución de Estados Unidos al sufrimiento cubano». De hecho, la explicación de los actuales problemas económicos de Cuba radica más en las décadas de incompetencia alimentada por la ideología de sus líderes comunistas que han creado una economía que no puede funcionar sin ser sostenida por un gobierno extranjero socialista amigo: primero la Unión Soviética, luego Venezuela.

Cuando la ayuda de ambas entidades terminó (la última en 2019), sobrevino la crisis económica. En este momento, Cuba se tambalea no solo por eso, sino por la enorme deuda externa, la desenfrenada inflación, la escasez de alimentos y combustible, la mala cosecha de azúcar de este año (el azúcar es el principal cultivo de exportación de Cuba), el colapso de los ingresos del turismo debido al COVID-19, y los estragos del propio COVID-19, al que el tan alabado sistema de salud socialista de Cuba no puede hacer frente (incluso la aspirina escasea en Cuba).

Pero hay algo más en la ola de protestas cuyo grito de guerra no era «¡más comida!» sino «¡libertad!». Durante más de seis décadas los occidentales, especialmente los liberales estadounidenses que se han aventurado a ir a La Habana en esos cruceros de pueblo a pueblo para contemplar los coches antiguos de los años 50, comprar camisetas del Che Guevara y escuchar a grupos de danza y «colectivos de mujeres» cuidadosamente seleccionados, han sido alimentados con la propaganda de que Cuba, bajo sus líderes comunistas, se ha convertido en una sociedad completamente secularizada en la que la religión está moribunda, si no totalmente muerta.

Alrededor del 60% de los cubanos están bautizados como católicos (otro 5% son protestantes o evangélicos), pero se estima que el porcentaje de los que realmente asisten a los servicios religiosos oscila entre el 5% y el 1%. A los occidentales también se les ha dicho sin cesar que la mayoría de los cubanos consideran a Estados Unidos como un enemigo capitalista empeñado en la destrucción de su país, y que nunca cambiarían su sistema socialista por libertades burguesas estadounidenses como la libertad de expresión y la libertad de prensa. Debe ser un shock para estos liberales estadounidenses ver, como en un video que circula ampliamente, a un manifestante cubano llevando con orgullo una bandera estadounidense, o como muestra el video de Bejucal y las noticias sobre los detenidos, a los cubanos reuniéndose detrás de los clérigos que proclaman con valentía una fe religiosa viva.

Cuba tiene un historial de décadas de sofocar eficazmente la disidencia por cualquier medio necesario. Esta protesta actual, que parece reflejar algo más amplio que las habituales protestas de individuos hartos del sistema, puede no ser una excepción. Pero parece apelar a un anhelo de un gobierno que pueda hacer algo más que satisfacer las necesidades materiales.

Charlotte Allen es la editora ejecutiva de Catholic Arts Today y colaboradora habitual de Quillette. Es doctora en estudios medievales por la Universidad Católica de América.


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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