Deje de luchar contra su sistema inmunológico

Cómo la fiebre y el sauna finlandés pueden ayudar al cuerpo a combatir un virus

Por ARMEN NIKOGOSIAN
14 de Abril de 2020 5:52 PM Actualizado: 14 de Abril de 2020 5:53 PM

La actual práctica dominante de la medicina alopática ha pasado por alto aspectos importantes de nuestro sistema inmunológico. Uno de estos es la fiebre. A veces necesitamos ver algo de una forma diferente para reconocer su valor.

Teniendo en cuenta esto, veamos lo que una “fiebre inducida externamente” podría hacerle al cuerpo, según la ciencia moderna. Comprender esto podría ayudarnos a hacer una pausa antes de buscar tratamientos para suprimir una fiebre que en realidad no está amenazando nuestro bienestar. De hecho, podría estar preservándola.

Entonces, ¿qué quiero decir con una fiebre inducida externamente? Es una fiebre que viene de fuera del cuerpo en vez de dentro. Básicamente, significa que calentamos el cuerpo, como en una sauna. Sorprendentemente, estos dos tipos de fiebre tienen un impacto muy similar en nuestra salud. Y estos beneficios son algo que mucha gente ha conocido durante generaciones.

El sauna finlandés, el banya ruso, el mushi-buro japonés y el jimjilbang coreano son ejemplos de algunas prácticas tradicionales con un sólido respaldo científico. En estas tradiciones similares, una persona se expone a temperaturas extremadamente altas seguidas de un rápido enfriamiento. Tanto el aspecto de calentamiento como el de enfriamiento tienen impactos únicos en nuestro sistema inmunológico. Las investigaciones han descubierto que la imposición de cambios drásticos en la temperatura corporal pueden mejorar la función inmunológica, específicamente el tipo de función inmunológica que muchos virus, incluyendo el COVID-19, suelen atacar.

La inmunidad aprende de una enfermedad

Tenemos dos grandes categorías de sistemas inmunes: el adquirido y el innato. El sistema inmunológico adquirido entra en juego después de que una nueva infección aparece en escena y nos “sorprende”. Como este nuevo virus nunca se había presentado antes, nuestro sistema inmunológico no ha tenido tiempo de reclutar células inmunes para montar una defensa adecuada. Sin embargo, una vez que la infección haya seguido su curso, el sistema inmunológico adquirido recordará ese patógeno en particular y estaremos protegidos durante muchos años en el futuro.

Entonces, ¿por qué tenemos esa sensación de malestar, fatiga, fiebre y todos los demás síntomas de un resfriado y una gripe? Esos síntomas provienen del sistema inmunológico innato. Esta rama del sistema inmunológico no es específica del patógeno en particular y básicamente reacciona a ciertos patrones moleculares asociados al patógeno (PAMPs). El sistema inmunológico reconoce que un PAMP es peligroso e inmediatamente monta un ataque, sin importar si está familiarizado con el patógeno o no.

Algunos PAMP tienen secuencias reconocidas por el ARN de los virus COVID-19 y la gripe, así como componentes únicos en las paredes celulares de levaduras y cadenas de azúcares ensamblados fuera de las bacterias patógenas, llamados lipopolisacáridos.

Estos identificadores microbianos únicos son reconocidos como PAMP por nuestro sistema inmunológico innato.

Esta respuesta temprana poco específica a una variedad de invasores es la que determina la gravedad de los síntomas que podemos experimentar al principio del curso de la infección. En términos generales, cuanto más joven y saludable sea el individuo, más agresiva será su respuesta inmunológica innata y más probabilidades tendrá de luchar con éxito contra el invasor.

Un virus desconocido

Tengo que introducir en esta discusión un poco de ciencia, así que tenga paciencia.

No hay algún estudio que trate específicamente tratamientos para el COVID-19, aunque un estudio encontró que la vacuna de la gripe podría volver a la persona más susceptible al virus.

Estos estudios llevan tiempo y aunque seguro emergerán pronto, el rápido desarrollo de esta pandemia no nos ha dado tiempo esta vez. Se necesitan más estudios para todo lo relacionado con el COVID-19.

Pero eso no significa que no hayan algunas lecciones importantes que ya hemos aprendido en general sobre cómo tratar con los virus o cómo funciona nuestro sistema inmunológico.

Una de nuestras principales defensas contra los virus es el interferón Tipo 1, una citoquina o proteína inmune. Es responsable de activar nuestra inmunidad innata no específica cuando se identifica el material genético de los PAMP, como el COVID-19. Cuando las células infectadas secretan interferón, esta proteína envía una señal a las células sanas que rodean a la célula infectada para que se preparen para enfrentarse al invasor.

Sabemos de muchas similitudes entre el COVID-19 y los otros nuevos coronavirus del siglo XXI como el SARS y el MERS. En una revisión realizada en marzo de 2020 en la Universidad de Chulalongkorn en Tailandia, los investigadores encontraron que este grupo de virus realmente interfería con la activación de nuestros sistemas inmunológicos innatos al suprimir la secreción de interferón en las primeras etapas de la enfermedad.

Esto significa que no hay una respuesta inmunológica inmediata y todos esos síntomas creados por nuestra respuesta inmunológica. Esto explica la alta tasa de portadores asintomáticos, aquellos que no muestran síntomas, que más adelante experimentan un caso completo de la enfermedad. También explica la naturaleza leve de la enfermedad en niños y adultos jóvenes.

Los niños y adultos jóvenes tienden a tener una respuesta inmunológica innata más agresiva, pero esta respuesta disminuye con la edad y la presencia de enfermedades crónicas. Un análisis de los pacientes de MERS que murieron reveló que tenían una respuesta inmune innata significativamente menor debido a los niveles de interferón más bajos que los pacientes que se recuperaron.

Las células que producen los compuestos que activan nuestra inmunidad innata se llaman monocitos y células asesinas naturales o células NK. Ambos tipos de células inmunitarias parecen estar deprimidas y ser deficientes al principio del curso de la enfermedad de los pacientes infectados con el COVID-19.

Caliente y frío

Una de las características clave de nuestra respuesta inmunológica innata es el aumento de la temperatura corporal o la fiebre. La fiebre quema los patógenos. Las fiebres de 39,5 °C (103,1 °F) se relacionaron con una mejor supervivencia y una recuperación más rápida. Los investigadores descubrieron que la fiebre podía activar los monocitos.

Así que cuando el sistema inmunológico aumenta la fiebre al principio del curso de una infección, está haciendo exactamente lo que ha sido diseñado para hacer durante millones de años. Eso significa que lo mejor que puedes hacer es no interponerte en su camino.

Siempre hay excepciones a cada afirmación y solo usted y su médico sabrán los matices de su metabolismo específico. Hay signos y síntomas específicos asociados con la fiebre que requieren atención médica inmediata. Lo que estoy tratando de señalar es la reacción instintiva para tratar la fiebre. No está tratando necesariamente la enfermedad, sino que está disminuyendo su respuesta inmunológica. En la mayoría de los casos, la fiebre es una de las mejores herramientas de nuestra caja de herramientas inmunológicas.

Desafortunadamente, a muchos se nos ha condicionado a reducir inmediatamente nuestras temperaturas a la primera señal de un incremento. Incluso hemos incluido la terminología cuasimédica de “fiebre de bajo grado”, que incluye generosamente cualquier desviación de temperatura entre 98,7 °F y 100,4 °F. La definición médica aceptada de fiebre es una temperatura corporal de más de 100,4 °F. La temperatura normal del cuerpo se define como una temperatura estática de 98,6 °F pero es un número dinámico que se puede desviar por diversas razones, siendo el sistema inmunológico activado solo una posible explicación.

Además, debo hacer una importante aclaración: este artículo no pretende guiarlo en cómo tratarse a sí mismo si cree que está enfermo, especialmente en el mundo actual de los virus pandémicos. No lo conozco ni a usted ni a su salud en general. Si busca un consejo médico, pídaselo a su médico, preferiblemente uno que también entienda e incorpore el importante papel del sistema inmunológico de su cuerpo.

La ciencia del sauna

Dicho esto, la fiebre es una forma crítica en la que el cuerpo combate la infección, pero el sauna finlandés y sus otros equivalentes culturales revelan otro curso de tratamiento, aunque no está disponible para las personas de Estados Unidos, especialmente durante la pandemia. (Los baños calientes también pueden funcionar, pero como el agua está en la piel, calentarla demasiado puede causar quemaduras. Esto hace que no sea tan efectivo para elevar la temperatura corporal de manera segura).

Esta práctica implica pasar tiempo en un sauna extremadamente caliente con temperaturas de más de 200 °F seguido de un rápido enfriamiento sumergiéndose en agua fría o incluso nieve en algunos casos.

Esta práctica ha sido considerada beneficiosa para la salud en la cultura finlandesa. Aunque también existen prácticas similares en Rusia, Japón y Corea, me estoy centrando en el sauna finlandés simplemente por su alto índice de uso en su país. En una nación de unos 5.5 millones de personas, hay aproximadamente 2 millones de saunas.

Un estudio de hace treinta años en los Archivos de Medicina analizó el baño en sauna y la incidencia del resfriado común, del cual las variedades de coronavirus que no son COVID-19 son frecuentemente responsables. Descubrieron que el grupo de personas que utilizaba regularmente saunas tenía la mitad de incidencia del resfriado común durante el período de tres meses comparando con los que no utilizaban sauna.

En un estudio de 1999 en la revista Journal of Applied Physiology, los investigadores descubrieron que la exposición al frío agudo también tenía un efecto inmunoestimulante. Ese efecto se observó específicamente en los monocitos, las células NK y otras células y proteínas inmunes que se sabe son actores clave en la respuesta inmunológica innata.

Si observamos los últimos datos del COVID-19, Finlandia tiene cifras mucho más favorables del COVID-19 que sus otros homólogos nórdicos de Suecia, Noruega y Dinamarca. El número total de casos con COVID-19 por millón de personas en Finlandia es casi la mitad y su tasa de mortalidad por millón de personas es casi un tercio en comparación con otros países nórdicos. Resulta interesante cuando vemos que estas mismas métricas epidemiológicas para Rusia, Japón y Corea, también son más favorables que para sus vecinos geográficos.

Esta comparación está lejos de ser un estudio científico. Hay muchos factores de confusión que podrían explicar estas diferencias. Pero es motivo de reflexión. Los datos científicos sobre la respuesta inmune al aumentar la temperatura corporal central muestran claramente mejoras en la célula inmune particular que el virus que produce el COVID-19 suprime al principio del curso de la enfermedad. Ya sea que ese aumento de la temperatura central se produzca internamente por la fiebre o externamente por la sauna, el efecto es esencialmente el mismo. Cuando se combina con el efecto inmunoestimulante adicional de la exposición al frío agudo, el impacto de estimular la acción del sistema inmunológico puede ser aún más pronunciado.

Así que la próxima vez que piense que se va a enfermar de algo, no luche contra su propio sistema inmunológico. Esa fiebre puede estar ayudándolo. Desde una perspectiva de estilo de vida preventivo, puede replicar esta elegante respuesta inmunológica. Esto parece ser algo que los finlandeses, rusos, japoneses y coreanos han sabido durante siglos, y podría explicar en parte por qué muchos de nosotros anhelamos un baño caliente cuando estamos enfermos.

El Dr. Armen Nikogosian realiza medicina funcional e integradora en Southwest Functional Medicine en Henderson, Nevada. Está certificado en medicina interna y es miembro del Instituto de Medicina Funcional y de la Academia Médica de Necesidades Especiales Pediátricas. Su práctica se centra en el tratamiento de afecciones médicas complejas con especial énfasis en el trastorno del espectro autista en niños, así como en problemas intestinales crónicos y afecciones autoinmunes en adultos.


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