Demócratas deberían poner fin a los caucus

Por Froma Harrop
16 de enero de 2020 7:02 PM Actualizado: 16 de enero de 2020 7:02 PM

Comentario

«Es bastante asombroso ver con qué tono tan inexpresivo y neutral nuestra prensa y televisión reporta la corrupción descarada -y el carácter flagrantemente antidemocrático- de los caucus de Iowa».

Cito al difunto Christopher Hitchens porque yo no podría decirlo mejor.

En una primaria, las personas con derecho a votar pueden presentarse en cualquier momento mientras las urnas están abiertas, efectuar un voto anónimo e irse a casa. En los caucus (asambleas de Partidos), deben presentarse en una noche de invierno y pasar varias horas discutiendo con vecinos y desconocidos mientras muestran su apoyo a uno u otro candidato.

Este sistema favorece a los activistas que no se dejan disuadir por la nieve, el frío y la oscuridad. Tienden a ser educados y cuentan con el lujo de tener horas libres durante la tarde-noche. También son agresivos y hábiles en el manejo de las complejidades durante el proceso de caucus.

Los caucus además no favorecen a la gente que trabaja y que debe hacer malabarismos con dos niños y tres trabajos. Hay que incluir a eso, cualquiera que trabaja de noche en McDonald’s o que maneja un Uber fuera de horario. O que depende del sistema de transporte público que disminuye el servicio durante la noche.

Los obvios ganadores en este injusto sistema son los candidatos con seguidores apasionados. Bernie Sanders se ha beneficiado notablemente de esto. En 2016, le fue mejor en los caucus donde sus activistas pudieron ejercer el control, que en las primarias, donde un electorado más amplio efectuó un simple voto sin ninguna presión.

Los caucus suprimen de manera rutinaria la participación de los votantes, de acuerdo con el Comité de Abogados para los Derechos Civiles según la Ley. En 2016, la participación en las asambleas de Iowa fue inferior al 16 por ciento, mientras que la primaria de New Hampshire atrajo al 52 por ciento de las personas con derecho a votar.

El estado de Washington, que celebró tanto un caucus como una primaria en 2016, ofreció un contraste real de ambos. En marzo de ese año, Sanders barrió el caucus demócrata de Washington, y se marchó con 74 delegados frente a los 27 de Hillary Clinton. Cuando Washington celebró una primaria dos meses después, Clinton ganó por un 6 por ciento.

Solo unas 26.000 personas «votaron» en las asambleas demócratas, mientras que más de 660.000 votaron en las primarias. El Partido Demócrata ahora lo está intercambiando por una primaria significativa en el 2020.

Si los caucus fueran en un estado conservador que lleva a cabo una elección general, los demócratas acusarían con suficiente razón a los funcionarios electorales de practicar la supresión del voto. La Corte Suprema podría incluso anular sus leyes electorales por considerarlas inconstitucionales. Pero este es un asunto de Partido, y le corresponde al Comité Nacional Demócrata arreglar el problema.

Al evaluar la capacidad de un candidato para prevalecer en una elección general, algunos miembros de un grupo de expertos dan mucha importancia al nivel de entusiasmo de los votantes. ¿Debería importar eso? No debería, no en una democracia. Se supone que los votos son iguales. Un voto efectuado con leve afecto o indiferencia -incluso con una nariz tapada- cuenta tanto como un voto hecho con el corazón palpitante.                                                                 

Algunos amigos, particularmente los más jóvenes, adoran el suelo que Bernie pisa. Yo apoyo a Joe Biden pero no lo adoro. (Podría ser feliz con otro moderado, digamos, Amy Klobuchar o Pete Buttigieg). Para mí, Biden es un progresista sólido y, lo que es más importante, el demócrata al que el presidente Donald Trump más teme.

Lo que me emociona, aunque de mala manera, es la creencia de que una nominación de Sanders -o su deterioro a la actual nominación demócrata, como lo hizo en el 2016- le daría otros cuatro años más a Trump.

Cualesquiera que sean los resultados en las asambleas de Iowa, uno puede estar seguro de que dejarán una impresión exagerada del nivel de apoyo a Sanders. Revelarán la preferencia de una pequeña porción del electorado y, en el caso de los demócratas, de un electorado con más peso hacia la burguesía liberal blanca que al Partido en general.

Solo el Partido Demócrata puede poner fin a esta forma antidemocrática de elegir a sus nominados. Y debería hacerlo.

Froma Harrop ha recibido numerosos premios y honores, ha trabajado en la oficina de negocios de Reuters, ha editado informes económicos para el Servicio de Noticias del New York Times y ha sido miembro de la junta editorial del Providence Journal. Ha escrito para publicaciones tan diversas como The New York Times, Harper’s Bazaar e Institutional Investor.

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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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