Deteniendo un ciclo de abusos

15 de mayo de 2017 8:58 PM Actualizado: 15 de mayo de 2017 8:58 PM

LOS ÁNGELES – Con su delicado rostro, sus amplios ojos y su cabello largo y negro, Raven Faith proyecta la sensación de un pájaro frágil y hermoso mientras relata los recuerdos de su tumultuosa vida de hambre, abusos y brutales e innumerables golpes cuando era niña; además de sobrevivir a dos accidentes automovilísticos casi fatales.

“Mi vida era tan horrible, no podía levantarla”, confiesa Raven en sus 45 años.

Sin embargo, a pesar del dolor, ella cree que cada dificultad que ha experimentado es una oportunidad para ayudar a otros.

“Mientras más cosas malas te sucedan, mayor es el potencial que tienes para convertirte en un transformador del mundo”, dice Raven.

Un juez de la Corte Superior de Los Ángeles le otorgó en 2003 dos órdenes de restricción de por vida para protegerla de su madre y su hermano. Las raras órdenes dan testimonio de un trágico ciclo de abuso que implican a la familia de Raven, comenzando con sus padres desde su infancia.

“He decidido no ocultar lo que me pasó”, asegura Raven.

“Realmente no supe que existían órdenes de restricción de por vida”, dice Raven y explica que el juez no quería que “volviera cada siete años”.

Este ciclo de violencia y abuso es difícil romper porque afecta al desarrollo psíquico-emocional de los niños, explica Alicia Trelles, directora clínica del programa de prevención e intervención contra abuso infantil El Nido, Centros de Familia” que funciona en el condado de Los Ángeles.

“Criar a un niño es una experiencia gratificante pero desafiante”, asegura Trelles. Pero “a veces nuestras experiencias adversas del pasado nos ponen en riesgo de abusar de nuestros propios hijos, a pesar de amarlos”.

Comienzos desafiantes

Raven nació en Boston en 1972, fue la más joven de tres hijos de una familia inmigrante de India. Dos años más tarde, se trasladaron a Texas y luego a Tennessee.

Ella se recuerda como una niña alegre y confiada que a menudo cantaba canciones e imitaba a su estudioso padre, un misionero cristiano.

Un día, emocionadamente le dijo a su madre que ella hablaba con Dios igual que su padre. En lugar de celebrar esa alegría, su madre parecía resentir su felicidad.

Con el tiempo, su padre se volvió cada vez más controlador y estricto, e incluso a veces azotaba a su hijo con un cinturón de hebilla.

Cuando Raven estuvo cerca de los siete años, su hermano mayor de 14 comenzó a golpearla en secreto, diciendo que era para enseñarle la lección de que la vida no era muy feliz. A través de los años, su madre también comenzó a golpearla e incluso alentó a su hermano a golpearla frente a ella.

“La vida era intolerable”, confiesa Raven.

Cerca de una semana después de su cumpleaños número trece, ella y su hermana tuvieron un accidente automovilístico. Su hermana de 17 años se durmió al volante, y cuando Raven le gritó que despertara, su hermana se desvió de la carretera y golpeó el pedal del acelerador en lugar del freno. El automóvil golpeó de frente una alcantarilla de hormigón a unas 60 rpm.

Raven dice haber quedado sobrecogida por una sensación de alivio: “No más dolor”. Estuvo cerca al borde de la muerte.

“A ese accidente lo vi como ruta de escape, y no sucedió”.

En cambio, despertó en el hospital con una profunda sensación de decepción. Pero algo había cambiado. Se sentía separada de su cuerpo, de su familia y de su vida. Se sintió fortalecida.

Después de su recuperación volvió la violencia en casa, pero su sufrimiento ya no parecía afectarla en un nivel emocional profundo. Su madre y su hermano ya no pudieron romper su espíritu.

Esto hizo que su madre se enfadara más y su hermano la golpeara aún más duro.

“No pudieron transformarme a que fuera como ellos, y eso los volvió locos”, explica.

De repente, su padre abandonó a la familia dejándolos sin dinero. Se mudó a Texas y ellos quedaron solos en Tennessee.

En ese entonces, Raven dijo que recibió un mensaje divino que cambió su vida. Llegó a su mente como si fuera un pensamiento fuerte y claro: Jamás te ocurrirá nada malo que no puedas usar algún día para ayudar a alguien”.

Siguiendo adelante, incluso en sus horas más oscuras, Raven mantuvo esta fe.

Un año después de dejar la familia, el padre tomó contacto y les pidió que se unieran con él en Texas. Ahora era el pastor de su propia iglesia y su congregación preguntaba por su familia.

Fue durante el verano antes de su penúltimo año de secundaria cuando la familia finalmente se reunió.

En casa, otra vez todos juntos, la vida era tan estresante como antes. Pero los domingos en la iglesia, la familia tenía que parecer perfecta.

“No me permitieron hablar con otros niños de la iglesia. No se me permitió formar parte del grupo juvenil. Ni siquiera fui a la misma escuela de ellos. Me mandaron a otro pueblo”, relata Raven.

Un año más tarde, el padre nuevamente dejó a la familia. Entre tanto, su polémico liderazgo había causado una fisura en la comunidad que dividió a la iglesia.

Familia sin padre

La familia volvió a Tennessee, donde Raven luchó para terminar la escuela secundaria en medio de la violencia en casa. Sin embargo, estaba decidida a graduarse con un diploma de honor, lo único que ella pudo controlar en su vida.

Su familia conoció a otra familia: una pareja alegre con cuatro hijos dotados musicalmente que viajaban en un autobús dando conciertos cada fin de semana.

Raven comenzó a compartir mucho tiempo con esta familia y confiaba en ellos.

Un día, Marilyn Proctor -la madre de la familia amiga- le preguntó a Raven: “¿Por qué tienes ese hematoma en tu brazo?”.

“Mi hermano lo hizo”, dijo Raven.

Marilyn se sorprendió, ya que a la familia de la joven le había parecido muy dulce durante sus interacciones.

“[Raven] vendría a quedarse y entonces su madre, por supuesto, estaría furiosa. Ella nos diría… que ese no es asunto nuestro”, dijo Marilyn en una entrevista telefónica. Denunciar por abuso no era común en ese entonces, y Marilyn dijo que ni siquiera sabía si se podía hacer algo legal para ayudar.

Los Proctor le dieron a Raven un lugar seguro para quedarse de vez en cuando, pero la madre de Raven siempre llegaba para llevarla de vuelta.

“Me mudé nuevamente y fue 100 veces peor”, recuerda Raven.

El hermano de Raven comenzó a amenazarla: “No te emociones por tu cumpleaños 18 porque no vas a vivir para verlo”. Ella le creyó.

Raven sabía que tenía que salir de casa, pero necesitaba permanecer en su distrito escolar para terminar su último año. Los Proctor le sugirieron que se quedara con una pareja que ellos conocían.

Temprano en la mañana de su cumpleaños número 18, Raven embaló sus pertenencias en bolsas de plástico y escapó antes de que alguien más se despertara.

Al principio, la pareja parecía agradable, pero ero el marido comenzó a hacer avances indecentes hacia ella, así que Raven se fue de inmediato.

Las próximas semanas pasó durmiendo en casas de amigos e incluso en un proyecto de construcción no terminado detrás de la escuela. Ella sobrevivió hasta el final del año escolar y obtuvo su diploma de honor. Esperaba asistir a la universidad.

Un chance más

La asistencia de su familia a su graduación la tomó por sorpresa. Ellos le prometieron que si regresaba a casa dejarían de hacerle daño, y como ella se sentía tan sola empezó a recuperar la esperanza de algo cercano a una vida normal.

“Quería tanto creer en eso”, relata Raven. “Volví a casa y fue 100 veces peor”.

La hermana mayor de Raven acababa de salir de casa escapando por la ventana del dormitorio, después de que su madre anunciara que la única manera en salir sería en una ambulancia.

Su madre tampoco quería perder el control sobre su hija menor, así que ideó un plan para no sólo descarrilar los sueños universitarios de Raven, sino también quebrarla económicamente.

Antes de que Raven se diera cuenta de lo pasaba ella estaba firmando los papeles para un préstamo estudiantil en una escuela de belleza.

De repente estaba asistiendo a la escuela y a tres trabajos diferentes. En casa, se vio obligada a limpiar y sufrió fuertes abusos físicos. Su madre tomó todos sus cheques de pago y descuidó sus necesidades, mientras su hermano gozaba de toda la atención.

Raven apenas obtenía un dólar al día para comprar algo de comer. Sin darse cuenta, perdió una tremenda cantidad de peso.

Un día, la instructora de la escuela de belleza pidió a Raven que fuera a su oficina.

“Tienes un gran problema, ¿sabes?”, le dijo la instructora. Raven no tenía ni idea de lo que le hablaba.

La mujer sacó una balanza. Raven se sorprendió cuando registró sólo 38 kilos.

“Tienes que hacer algo al respecto o vas a morir”, le dijo su instructora.

Raven sabía que necesitaba dejar a su familia una vez más.

Encontrando libertad

En la escuela de belleza, una estudiante muy amistosa comenzó a contarle repetidamente que su madre quería conocerla. Raven pensó que era raro, pero estuvo de acuerdo.

La madre de la chica era Nancy Woodall, una madre dedicada al cuidado de la crianza. En ese momento tenía 12 niños viviendo en su casa.

Woodall tomaba a niños adoptivos que nadie más podría manejar, por lo que fácilmente pudo ver que Raven necesitaba ayuda desesperadamente.

Raven pronto se trasladó a casa de Woodall, donde estaba rodeada de niños adoptivos con historias similares a la de ella.

“Me sentaría en la esquina y esperaría a que alguien comenzara a pelear”, recuerda Raven. “Fue muy raro. Y su casa estaba llena de comida, la nevera estaba repleta y ella me daba de comer. Eso fue extraño para mí”.

Poco a poco Raven comenzó a ganar peso y confianza en sí misma. El amor incondicional de Woodall y el hogar positivo y saludable le fueron de gran inspiración.

Finalmente se trasladó a Nueva York donde se convirtió en una modelo profesional. Debido a los recuerdos dolorosos asociados con su familia, quienes le dieron el nombre de Rachel, decidió cambiarse de nombre a Raven. Más tarde se mudó a California.

Cerrando un círculo completo

En 2006, Raven decidió regresar a Texas. Visitó la antigua iglesia de su padre donde el pastor le dio el púlpito para disculparse en nombre de su padre por el dolor que causó a la comunidad.

Después de hablar, varios miembros de la iglesia se acercaron para hablar con ella y pudo relatar la historia de su familia. La invitaron a hablar en una escuela local.

“Es como si todo me hubiera preparado para ese momento”, asegura Raven.

Así comenzó una “avalancha de oportunidades” para compartir su historia personal y ayudar a dar esperanza a otras personas que sufren de abusos.

Raven siempre había tenido la intención de escribir un libro sobre sus experiencias, pero nunca planeó usar su verdadero nombre. Después de hablar con los niños y ver sus respuestas, cambió de opinión.

“Vi el impacto de unir a una persona real a mi historia”.

Desde entonces ha hablado en escuelas e iglesias, en programas de radio y en conferencias para mujeres.

Raven utiliza las redes sociales para conectarse con personas que necesitan ayuda y ha llegado a 97 países. Ha sido contactada por víctimas de abuso, personas que se hieren a sí mismas o que estaban a punto de matarse. Ella los anima a no darse por vencidos y les sugiere que empiecen a escribir para ayudar con su proceso de curación.

Para Raven, ayudar a otras personas es lo que crea alegría en su vida.

“Compartir su historia con otros es una manera valiente y productiva de ayudar a otros a encontrar sus fortalezas y hacer frente a su propio trauma”, explica Trelles, después de escuchar la historia de Raven.

Sin embargo, hablarle al mundo lleva sus riesgos.

Por ejemplo, un acosador implacable y peligroso del pasado de Raven, recientemente intentó contactarla en los medios de comunicación social. Cuando ella lo ignoró y finalmente lo bloqueó, tomó represalias creando falsas cuentas de medios sociales usando fotos de una estrella de cine de adultos que se parecía a ella. Entonces trató de atraer a sus amigos a aceptar solicitudes de amistad, exponiéndolas en un vil contenido.

“Cyberbullying (abuso cibernético) se ha convertido en un problema común”, dice Raven.

Hace unos cinco años, Raven tuvo un segundo accidente automovilístico que amenazó con su vida. Pero esta vez no quiso morir y  pensó en su libro inconcluso: “Si no me libero de esto, si muero, nadie será ayudado”.

Así que lo lanzó sin editar. “Es crudo, lleno de defectos, y es lo que es”, explica.

Mientras Raven se recuperaba de sus heridas, su libro “Perfectly Broken: Una novela basada en la verdad” recibió revisiones de cinco estrellas en Amazon.

Amor adoptado

Woodall, ahora de 62 años, ha cuidado cerca de 500 niños adoptivos por más de 33 años. Dice que ha amado a cada uno de ellos como si hubieran sido suyos. Docenas de personas tuvieron necesidades especiales y necesitaban de atención las 24 horas.

“Cuando se puede amar a un niño que no nació para ti, es simplemente fantástico”, dijo ella.

Faith recientemente hizo una pregunta a Woodall que por mucho tiempo se había planteado: “¿Por qué la hija de Woodall la invitó durante todos esos años?”

Woodall dijo que su hija venía a casa y hablaba de esta chica: “Mamá, ella parece perdida. Nos necesita”.

Raven ahora espera ayudar a Woodall a abogar por los niños de crianza y otras víctimas, así como mejorar lo que Woodall llama un sistema de crianza roto.

“Estos niños representan nuestro futuro”, dijo Woodall. “Ellos son nuestro mañana y no puedo pensar en ninguna mejor inversión que el de invertir en los niños”.

“He elegido perdonar”, concluye Raven. “He optado por no esconder lo que me pasó, y he elegido mirar para redimir todas mis experiencias. Cuando digo redimir, busco sacar provecho de ellas”.

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