La economía venezolana: entre hiperinflación, recesión y desinformación

17 de agosto de 2016 10:58 PM Actualizado: 17 de agosto de 2016 10:58 PM

Recientemente la economista Sari Levi, Individuo de Número de la Academia de Ciencias Económicas de Venezuela, me señaló que si denomino hiperestanflación al escenario económico venezolano debería aclarar que no es recesión sino prolongada depresión el marco de tal hiperinflación.

No hay palabras para describirlo, con control de cambios diferencial las tasas de cambio legal van de 10 bolívares por dólar a poco más de 600 por dólar –las del mercado negro superan mil por dólar– y tras 13 años y medio de racionamiento de divisas, el Estado acumula incumplimientos parciales de lo comprometido para importaciones de materias primas, productos terminados u operaciones de aerolíneas con viejas tasas de 2,15, 4,30 y 6,30 por dólar.

El Banco Central dejó de publicar años completos de estadísticas clave, hay control de precios y sus consecuencias de escasez, racionamiento y mercado negro. Con hiperinflación hay contracción de la demanda y un desabastecimiento tan severo como para morir de infección en un país sin antibióticos.

El industrial textil venezolano Carlos H. Blohm afirma que “la gente simplemente espera que los precios suban de una semana a otra y procura deshacerse rápidamente de sus bolívares, acelerando la circulación en un ciclo de expectativas inflacionarias en medio de una severa caída de la demanda que observábamos ya el año pasado y se profundizó al avanzar el 2016”. Agregaré que el destituido ministro del ramo autorizó un tardío ajuste de precios con que un paquete de harina de maíz pre-cocida racionada subió de entre 19 y 20 bolívares hasta entre 190 y 220 bolívares –más entre 7 y 14 horas en fila, si el único día de la semana para acceder al racionamiento según número final del documento de identidad, hubiere harina racionada, y no otra cosa, o nada–, y así pasamos del racionamiento en que se compraba todo, manteniendo altos inventarios domésticos, realizando trueques y complementando en el mercado negro, al racionamiento en que muchas personas no compran parte de lo poco que les ofrecen porque no podrían pagarlo todo, mientras en el mercado negro los precios del racionamiento se siguen multiplicando de 5 a 10 veces.

En este entorno, explica el economista Willians Ruiz, director ejecutivo del Instituto Mises Venezuela: “Estamos en depresión oficialmente desde enero del 2014, y un año antes la inflación real ya superaba el 60%, así que a la caída del precio del crudo del segundo semestre del 2014 teníamos seis meses en recesión con alta inflación, y cayendo el ingreso de divisas se redujo la capacidad de respaldar el creciente circulante y de importar, dejando a la vista la destrucción del aparato productivo. Como el proceso hiperinflacionario no es una respuesta inmediata al crecimiento de la oferta monetaria, sino un proceso de deterioro continuo en el que la inflación alimenta las expectativas que a su vez alimentarán esa espiral, con personas deseando cambiar inmediatamente el dinero por cualquier otra cosa que mantenga cierto valor, suponiendo que si no lo hacen pronto después el precio será mayor, más que el deshacerse del dinero en sí la clave es la expectativa que al no hacerlo, pierden”.

Coincido completamente, y agregaré que entre las distorsiones que quedaron a la vista por la caída del crudo, están la severa incapacidad de producir localmente lo que ya no se puede importar, insuficiencia de oferta agravada por los controles de precios que presionan alzas en los mercados negros de productos, más los altos costos de transacción del mercado negro de divisas originado por el control de cambios, que dejan a muchos sin alternativas de cambiar rápidamente sus depreciados bolívares por productos o divisas a los que su capacidad de compra no les permite acceder en mercados negros, no solo por los altos precios, sino por los elevados costes de transacción.

Blohm considera que “para restringir el mercado negro de divisas contrajeron la liquidez en 2016. Ya antes, a la caída del precio del crudo siguió la de importaciones, creció la escasez de materia prima en la industria, y el fracaso con todo expropiado u ocupado es tal que incluso hace suponer que no avanzarán mucho más en esa dirección. Respecto a contracción de oferta hay industrias paradas y otras operando al 5% de su capacidad instalada. Además sufrimos una severa contracción de demanda causada por la caída del ingreso real, y observamos incluso zonas fronterizas en que el contrabando de extracción de productos regulados cede paso al contrabando importador que compite en precios por el mercado negro contra la reventa de productos regulados desviados del racionamiento, pues es más barato comprar un kilo de arroz en Colombia o Brasil, cambiando en el mercado negro de divisas para pagar pesos o reales, que comprarlo en el mercado negro local. Como no se puede recuperar la capacidad de compra de una población empobrecida sin incrementos de productividad, para empezar requerimos pleno abastecimiento y abierta competencia con una apertura sin gradualidad alguna, eliminando el control de cambios y de precios más la inmediata apertura comercial que garantizarían un mercado interno rápida y completamente abastecido a precios menores a los del mercado negro. Es eso o tener cada vez más venezolanos alimentándose de lo que encuentran en la basura”.

Ruiz estima una desaceleración de la inflación por la gigantesca contracción de la demanda. Cuando le pregunto qué desaceleración reflejan los índices del economista Steve Hanke para Venezuela, Blohn estima que, referenciando al mercado negro de divisas, se refleja una desaceleración mucho mayor que si se midiera con una muestra de precios del mercado negro de productos básicos. Son puntos importantes a los que agregaré para concluir que con el grado de destrucción del aparato productivo tras 17 años de socialismo radical, incluso en medio de la desinformación estadística, estimo que el ingreso petrolero, en su mejor escenario, será suficiente para compensarlo sin una radical transición del socialismo al capitalismo para la que no veo condiciones políticas en el futuro cercano.

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