El coronavirus puede parecer a los iraníes como justicia divina

Por MICHAEL LEDEEN
04 de Marzo de 2020 8:36 PM Actualizado: 04 de Marzo de 2020 8:36 PM

Artículo de opinión

El coronavirus podría llegar a derribar el régimen de Irán. En serio.

Y estaría totalmente de acuerdo con las tradiciones del país. El pueblo iraní está acostumbrado a que le mientan y el virus es sólo el ejemplo más reciente.

Desde el 4 de marzo hay casi 3000 casos confirmados de infecciones por coronavirus en Irán y el ritmo de propagación está aumentando. La ciudad santa de Qom es la más afectada y las manifestaciones se han extendido, alcanzando los centros médicos. Twitter tenía varios videos de personas desmayándose en las calles y tiendas e informes de altos funcionarios diagnosticados con el virus.

La administración Trump ofreció tratamiento médico para las personas infectadas en Irán, pero el régimen del líder supremo Ali Khamenei rechazó la oferta alegando que la enfermedad no constituía una amenaza grave para la salud pública y a continuación mintió sobre las sanciones de los Estados Unidos.

“La pretensión de ayudar a Irán en el tratamiento del coronavirus del país que con su terrorismo económico ha creado una presión generalizada para el pueblo de Irán e incluso ha cerrado los caminos para la compra de medicamentos y equipos médicos, es una pretensión ridícula y un juego político-psicológico”, dijo Abbas Musaví, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Así que los líderes del régimen mienten sobre la enfermedad, como mienten sobre todo lo demás. Los suministros médicos nunca han sido bloqueados por la administración Trump, y no están bloqueados hoy. Una clínica en Bandar Abbas fue incendiada, aparentemente porque los pacientes de Qom estaban siendo alojados allí. Dos oficiales de alto rango del régimen murieron a causa del virus y se informó de que otros lo tenían. Durante el fin de semana, la principal terminal internacional de Teherán estaba vacía.

En toda la República Islámica, las fuerzas armadas patrullaban las calles, supuestamente para detener el flujo de la enfermedad, pero en realidad, estaban reprimiendo las manifestaciones contra el Estado fallido.

Los editores del informe del Free Iran Herald (a través de Gateway Pundit) escribieron:

“Suprimir la ira de las masas en lugar de atender la salud pública parece ser lo único que están haciendo los funcionarios de Teherán. El domingo 1 de marzo el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica y las unidades Basji se lanzaron a las calles de las ciudades iraníes con camiones que llevaban cañones de agua, afirmando que iban a ‘luchar contra el coronavirus’ y que no volverían a sus bases hasta que la epidemia hubiera pasado. Por supuesto, todos los iraníes sabían que esto se hacía realmente para evitar que comenzaran nuevas manifestaciones contra el régimen”.

Al parecer es sólo cuestión de tiempo antes de que la República Islámica se desvanezca o se derrumbe.

Hace sólo unas semanas Irán era la potencia dominante entre los países vecinos pero el virus está destrozando estos esfuerzos. Tawfiq Allawi renunció como primer ministro de Irak sumiendo al país en el caos político. También hubo funerales diarios por los muertos de Hezbollah en el Líbano.

“La falta de atención del régimen a la salud de la gente contrasta con lo bien que tratan a los suyos. El sábado, 10 clérigos que habían contraído el coronavirus en Qom, donde el brote es más intenso (más de 200 muertes por coronavirus sólo en Qom), fueron transportados a la Clínica Towhid en Bandar Abbas, a lo largo de las costas del Golfo Pérsico, para que se sintieran mejor al estar en un clima más cálido”, escrbieron los editores del Free Iran Herald.

Los residentes de Bandar Abbas, enfurecidos no sólo por el hecho de que los clérigos les quitaban las necesarias camas del hospital, sino también por la realidad de que llevar a los clérigos allí aumentaba su riesgo de infectarse, salieron a las calles e incendiaron la clínica.

Khamenei juró que el régimen había sido franco sobre el virus desde el principio y añadió que había países en peor situación que Irán, por los cuales los iraníes estaban rezando. Las fuerzas militares iraníes recibieron órdenes de que combatieran el virus aunque no era inmediatamente obvio cómo el poder militar podría frustrar una pandemia en rápida expansión. Tampoco era obvio cómo el régimen podía prevenir la pandemia.

Los prisioneros fueron liberados de forma temporal con el pretexto de contener el virus, pero en su mayor parte, esto se hizo a cambio de dinero en efectivo. Dada la desesperada necesidad de dinero del régimen y la perspectiva de que tales acuerdos pudieran repetirse mientras el dinero de las familias se mantuviera, era lógico que los captores utilizaran cualquier excusa para poner sus manos sobre los ahorros de las víctimas.

También había un escepticismo generalizado ante los anuncios oficiales de víctimas de alto rango del coronavirus, como por ejemplo Ramezan Pourghassem, el jefe de la unidad de contrainteligencia de la Guardia Revolucionaria de las Fuerzas de Tierra.

El pueblo de Irán sospecha que algunas de estas personas están bien, pero fingiendo estar enfermas para que puedan tener una recuperación milagrosa, lo que sería una prueba del favor divino.

Los múltiples planes del régimen pueden resultar contraproducentes. Si Khamenei contrae el virus el pueblo podría leer el evento como una venganza divina contra una cleptocracia religiosa que la mayoría de los iraníes desprecian. Si eso ocurre, la próxima oleada de manifestaciones podría traer una nueva generación al poder en Irán.

Michael Ledeen es un erudito de la libertad en la Fundación para la Defensa de las Democracias. Se ha desempeñado como consultor del Consejo de Seguridad Nacional y de los departamentos de Estado y Defensa, y como asesor especial del Secretario de Estado. Es autor de 35 libros, el más reciente “Field of Fight: How to Win the War Against Radical Islam and Its Allies” (Campo de batalla: cómo ganar la guerra contra el Islam radical y sus aliados), del que es coautor junto con el teniente general retirado Michael T. Flynn.

Los puntos de vista expresados en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de The Epoch Times.

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