El «cuento chino» condiciona las decisiones soberanas argentinas

20 de octubre de 2014 3:42 PM Actualizado: 05 de mayo de 2015 8:46 AM

A medida que el régimen chino avanza en las relaciones comerciales y promete inversiones en cualquier lugar del mundo –el caso de África es paradigmático- también busca influir en otras áreas de su interés, pero que por su envergadura no puede sacar a la luz.

Días atrás, La Gran Época expuso las verdaderas intenciones que se esconden bajo la instalación de una estación espacial en la provincia de Neuquén, con información fidedigna de que la tecnología que allí se utilizará es apta para interceptar y bloquear señales de GPS, comunicaciones y otras áreas sensibles de ejércitos de otros países.

¿Cuánto está arriesgando Argentina por un supuesto beneficio de corto plazo?

 Una relación centro-periferia

“Desde hace más de una década vengo definiendo al comercio bilateral argentino-chino como una relación centro-periferia, donde Argentina exporta productos primarios e importa manufacturas chinas”, afirmó a La Gran Época el académico de la Universidad de Rosario, Eduardo Daniel Oviedo.

En efecto, el mayor déficit comercial que tiene Argentina es con China, por la considerable suma de 5 mil millones de dólares anuales. “Más grave aún es que desde 2008 a la actualidad, el déficit comercial con China superó los 20.000 millones de dólares, un monto similar a los dólares que faltan en las arcas del Banco Central desde la misma fecha”, analizó con preocupación el especialista.

El cuento chino condiciona las decisiones soberanas argentinas

La “neocolonización” que se plantea en la relación de China con Argentina no está dada solo en el plano económico-comercial sino que, como mencionamos más arriba, involucra otras áreas muy sensibles de los intereses argentinos. En realidad, no es ninguna novedad que el régimen chino utilice las relaciones económicas para imponer intereses ocultos detrás de ellas.

“La República Popular China ejerció una política de seducción económica desde su formación en 1949. En la década del sesenta y setenta lo hacía en búsqueda de su reconocimiento político internacional. Ahora lo hace para obtener otros beneficios políticos o económicos”, aclaró Oviedo.

“Los chinos tratan de asimilar al otro mediante la persuasión de que China es indispensable para su desarrollo (…) Además, la política de ‘vender futuro’, es decir, obtener beneficios concretos actuales a cambio de potenciales ventajas, es ya una característica de la diplomacia china, con ejemplos claros en la relación con Argentina”, señaló el especialista.

Un caso testigo de cómo el régimen chino condicionó (hasta el día de hoy) un consenso social que logró la sociedad argentina es en el caso de los derechos humanos. “Argentina, cuyo interés en China es político-económico, ha implementado un cómplice silencio ante la problemática de las violaciones a los derechos humanos en China”, manifestó Oviedo y ejemplificó que Argentina “ha vivido en carne propia el caso Falun Gong: demanda presentada ante los tribunales federales en 2005 y que en 2010 fue resuelta ‘políticamente’ al más alto nivel”. Actualmente la causa se encuentra en proceso de apelación.

En efecto, a partir de la defensa universal de los derechos humanos, la justicia argentina investigó el mayor genocidio –por su magnitud y crueldad- que ha conocido la humanidad: la persecución del régimen chino a los 100 millones de practicantes de la disciplina de la Escuela Buda, Falun Dafa (o Falun Gong). Esta causa que llegó a pedir la captura internacional del ex cabecilla chino y principal responsable de este genocidio, Jiang Zemin, recibió grandes presiones de la embajada china en Argentina, bajo el argumento de “mantener las relaciones bilaterales”.

 ¿Cuánto aporta China al desarrollo argentino?

El interrogante que surge de este análisis es si realmente este tipo de relación con China está ayudando al desarrollo de la sociedad argentina.

“Desde 2008 el comercio con China ha sido ampliamente desfavorable para Argentina y tampoco el país tuvo una amplia afluencia de inversiones directas chinas”, aclaró Oviedo enfatizando que además, Argentina modificó su mirada en un área tan sensible como es la defensa de los derechos humanos.

“La posición argentina no sólo ha sido lesiva a un alto valor de la democracia argentina, sino que su omisión en el caso de China no la ha llevado a obtener beneficios concretos mayores a los que podría haber obtenido sin implementar esta política”.

A cambio de intentar obtener beneficios comerciales, los diferentes gobiernos argentinos no alzaron su voz ante la sistemática violación a los derechos humanos en China. En el último tramo de esta relación, el déficit comercial con el gigante asiático se viene ensanchando cada vez más. Sin embargo, ahora se suman acuerdos financieros a la vez que la diplomacia china avanza sobre la soberanía territorial y comunicacional. ¿No es hora de que nos sentemos a pensar si otra vez se está tratando de un nuevo “cuento chino”?

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