El talón de Aquiles de Beijing: su falta de legitimidad

El marxismo-leninismo es una base débil para la legitimidad social y política

Por Peter Zhang
12 de enero de 2019 7:13 PM Actualizado: 12 de enero de 2019 7:13 PM

Confucio (551-479 a.C.) dijo: “Cuando no se otorga correctamente un nombre, lo que se dice no es aceptado; cuando lo que se dice no es aceptado, los asuntos no se logran”.

Durante la historia de 5000 años de China, los gobernantes de cada dinastía buscaron legitimar sus reinos a través del concepto de derecho divino o Mandato del Cielo. Los emperadores fueron considerados Hijos del Cielo hasta 1911, cuando el Dr. Sun Yat-sen finalizó la dinastía imperial Qing y fundó la República de China.

En 1949, el sueño de la gente del Reino Central de tener una China democrática modelada en base a Estados Unidos se quebró cuando el Partido Comunista de Mao Zedong derrocó al gobierno nacionalista. No obstante, Mao tuvo que enfrentar el asunto de la legitimidad política durante toda su vida.

En 1983, Mao dijo la famosa frase: «Todo comunista debe entender la verdad: el poder político crece del cañón de una pistola». Como ávido entusiasta de la historia china desde sus días como asistente bibliotecario en la Universidad de Beijing en 1918, Mao pronto se dio cuenta que al tomar el poder necesitaría más que armas para seguir gobernando.

Buscando legitimidad

Dado que el marxismo rechaza la religión y la espiritualidad, Mao no podía apelar a ningún derecho divino o Mandato del Cielo para conducir al país. Tampoco podía plantear legitimidad sobre ninguna otra base. Bajo el mando comunista, el voto popular o elecciones a cualquier nivel nunca están permitidas.

Según John Locke (1632-1704), un filósofo político de la era de la ilustración, «El gobierno no es legítimo a menos que se conduzca con el consentimiento de los gobernados».

La autoridad de Mao no derivó de un sistema democrático o la voluntad del pueblo. El gobierno de un hombre sin el derecho divino ni el consentimiento de los gobernados a través del voto popular, hizo sentir vulnerable a Mao. Por eso, Mao concibió al maoísmo, también conocido como el Pensamiento Mao Zedong, en los años 50 para legitimar su dictadura.

El maoísmo se caracteriza principalmente por la tesis de Mao de que, en la etapa inicial del socialismo, la revolución continúa bajo la dictadura del proletariado. Él sostenía, por lo tanto, que periódicamente debía llevarse a cabo la lucha de clases en la forma de campañas políticas. De esta forma, usando el fervor revolucionario, Mao pudo deshacerse de sus rivales políticos y distraer la atención de la masa de los problemas sociales.

Como país comunista aislado, la China bajo Mao operó como una sociedad orwelliana, en la cual el maoísmo se convirtió en la ideología de adoctrinamiento de las masas y fue enclaustrada en la Constitución de China como un marxismo-leninismo aplicado al contexto chino.

Cuando Deng Xiaoping llegó al poder en 1978, inició una reforma económica llamada «socialismo con características chinas», apartándose del establecido camino maoísta y permitiendo la inversión extranjera directa en China. Siguiendo los pasos de Mao, Deng pudo incorporar su «Teoría de Deng Xiaoping» en la Constitución de China para validar su legitimidad política.

Para asegurar su legitimidad política, los líderes del Partido Comunista Chino (PCCh) no han dudado en imitar a Deng. Jiang Zemin pudo incorporar su «Teoría de los Tres Representantes» –aunque no su nombre– en la Constitución. Hu Jintao hizo algo similar con su «Perspectiva Científica sobre el Desarrollo». Al igual que Mao, Xi Jinping pudo poner su nombre y su «Pensamiento de Xi Jinping sobre el Socialismo con Características Chinas para una Nueva Era» en la Constitución.

Estos intentos de los líderes del partido por revisar la Constitución de esta forma son claramente un signo de su débil legitimidad política.

Los líderes contemporáneos del PCCh que siguieron a Mao y Deng no han luchado en la guerra revolucionaria que estableció la República Popular de China, ni han servido en el partido-Estado con logros sobresalientes. Por lo tanto, estos líderes de la era post-Mao han sido incluso más vulnerables a las dudas sobre su legitimidad política.

Aseveraciones audaces de legitimidad

Con las modernas herramientas de comunicación como Internet, el mundo se está volviendo una aldea global. Esta tendencia global hace menos seguros a los líderes del PCCh frente al movimiento mundial hacia la democratización.

Para ser reconocido por la comunidad internacional, el PCCh comenzó en 2014 a organizar cada año la «Reunión de alto nivel del PCCh en diálogo con partidos políticos mundiales». Según Guo Yezhou, viceministro del Departamento Internacional del Comité Central del PCCh, unos 200 partidos políticos de más de 120 países se presentaron para la conferencia 2017 para «fomentar el entendimiento y comunicación mutuos».

El 9 de septiembre de 2015, Wang Qishan, mano derecha del actual líder del PCCh Xi Jinping, fue el primer funcionario en tocar el tema de la legitimidad política del PCCh cuando se reunió con unos delegados extranjeros, incluyendo al expresidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki, y el ex primer ministro australiano Kevin Rudd. Wang aseveró que «la legitimidad política del PCCh viene de la historia, la voluntad del pueblo y la elección de la gente».

La audaz y descarada declaración provocó críticas y burlas generalizadas por parte de los cibernautas chinos. Una publicación en Twitter se preguntaba «¿Cómo conoces la voluntad y elección del pueblo si nunca se nos ha permitido votar?»

Hu Ping, un comentador chino de Nueva York, comparó las declaraciones de Wang con un matrimonio forzado sin el consentimiento de la otra parte. Hu Ping señaló además que «la libertad de expresión debería continuar la discusión de legitimidad política».

En contra de las virtudes confucianas

Sin embargo, el desafío más grande para la legitimidad política del PCCh yace en sus cimientos teóricos: el marxismo y leninismo—este paquete es una importación extranjera que es ampliamente rechazado por todo el mundo, dado el enorme sufrimiento humano infligido por las dictaduras comunistas.

La civilización china, de 5000 años de inspiración divina, está fundamentalmente en las antípodas de la doctrina atea comunista. La idea de la «lucha de clase» es el cimiento de la ideología comunista, mientras que la armonía, la virtud y la benevolencia son los componentes esenciales de la cultura tradicional china.

Como profesaba Mao: «El comunismo no es amor. El comunismo es un martillo con el cual aplastamos al enemigo».

Confucio promovía un «gobierno con virtud». Pero estos días la corrupción es desenfrenada y se ha vuelto la base para ascender en la sociedad.

Según la revista financiera Caixin de China, se encontraron más de 100 millones de yuan chinos en efectivo en la casa de un funcionario de la industria del carbón. Si se pusieran en fila, estos billetes tendrían una extensión de 154 kilómetros.

Los investigadores usaron dieciséis máquinas de contar efectivo para registrar el botín, cada una procesó mil billetes por minuto. Cuatro se rompieron. Informes de soborno y corrupción como este son comunes en la China de hoy.

El idioma, las costumbres y las formas de arte de China llevan connotaciones espirituales transmitidas por muchas generaciones.

Por ejemplo, las conferencias del PCCh a menudo concluyen con las palabras «Yuan Man» (consumación, perfección), pero el ateo PCCh ni siquiera nota que el concepto de «Yuan Man» deriva de la idea budista de alcanzar el nirvana, o la etapa final de la iluminación.

En el idioma chino hay significados culturales y religiosos más profundos detrás de los caracteres. ¡Incluso los comunistas propagandistas más fanáticos no están libres de la influencia de la China del pasado!

Confucio se oponía a los partidos políticos. En las «Analectas», Confucio escribió: «los caballeros pueden ser sociales, pero no partidarios». La palabra tradicional china para «partido» incluye el carácter «oscuro», haciendo que la palabra ‘partido’ tenga una connotación negativa.

En 1954, Mao estableció la Comisión para la Reforma de los Caracteres Chinos y la palabra tradicional para partido fue simplificada, sin sorpresa, para quitarle el carácter «oscuro». Miles de caracteres tradicionales han sido simplificados por la causa revolucionaria.

Hoy en día, en China continental, uno lee o escribe la palabra partido en la forma simplificada, mientras que los caracteres chinos son aún usados fuera de China continental, en lugares como Taiwán, Macao y Hong Kong.

En décadas recientes, algunos académicos, políticos, y líderes corporativos occidentales han intentado ayudar a legitimar al PCCh en comunidades internacionales, por lo cual son recompensados muy generosamente por Beijing.

Ellos intentan justificar la legitimidad política del PCCh usando la supuesta legitimidad de acción, algunas iniciativas políticas o incluso el «modelo asiático».

Estas voces han esencialmente ayudado a salvar al partido-Estado con inversión extranjera directa y transferencia de tecnología a China, permitiéndole a este dragón rojo crecer lo suficiente como para desafiar a las democracias e intentar modificar el orden mundial.

Uno podría argumentar con convicción que si las sociedades occidentales hubieran contenido a la China comunista como lo hicieron con el Pacto de Varsovia, para hoy China se habría vuelto una sociedad abierta gobernada por el Estado de derecho, con una prosperidad mucho mayor y a la vez convertida en un miembro responsable de la comunidad internacional.

El PCCh ha incorporado todos los elementos nacionales y extranjeros que se oponen a la humanidad, en su misión de construir un «imperio maligno» totalmente nuevo. Legitimar semejante régimen orwelliano significa legalizar una organización criminal, quizá solo diez veces peor.

Confucio advirtió: «Un gobierno opresor debe ser más temido que un tigre».

Churchill también nos recordó: «Los dictadores montan sobre tigres que no se atreven a desmontar. Y los tigres se están volviendo hambrientos». Esta es quizá la mera situación en la cual están los líderes del PCCh.

Lo último que debería hacer un alma decente es dar legitimidad a un régimen tan depredador, permitiéndole destrozar a la humanidad en pedazos. El PCCh es ilegítimo y siempre lo ha sido, y no se le debería existir en este planeta.

Peter Zhang enfoca su investigación en economía política en China y Asia oriental. Es graduado de la Universidad de Estudios Internacionales de Beijing, la Escuela Fletcher de Ley y Diplomacia y de la Escuela Kennedy Harvard como mason fellow.

Las opiniones expresadas en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente las opiniones de La Gran Época.

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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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