Empresario polaco pasó del pabellón de la muerte en un campo nazi a ser el «Sam Walton de Brasil’

El asombroso viaje en la vida Samuel Klein es una verdadera historia de harapos a la riqueza

Por LAWRENCE W. REED
28 de diciembre de 2020 11:11 AM Actualizado: 28 de diciembre de 2020 11:11 AM

Para los empresarios honestos y exitosos, el legendario viaje de los harapos a la riqueza está salpicado de iniciativa, desgracia, recompensa, suerte (buena y mala) y muchas lecciones. En la destacada vida del difunto Samuel Klein, todos esos elementos estaban presentes en tal superabundancia, que hacían su verdadera historia increíble. Es ciertamente una de las más increíbles que he encontrado, y también involucra a dos de mis países favoritos.

De la pobreza a la riqueza es, en este caso, un eufemismo. En su punto más bajo, Klein estaba en el pabellón de la muerte en un campo de concentración nazi en la Polonia ocupada. Por otro lado, algunos años después, era uno de los hombres más ricos de Brasil, al otro lado del mundo.

El hijo de un carpintero

Klein nació de padres judíos el 15 de noviembre de 1923, en Zaklikow, en el sudeste de Polonia. Es una pequeña ciudad aún hoy, con apenas 3000 habitantes. En particular, sus ciudadanos participaron en un levantamiento que duró un año, en 1863-1864, contra los rusos en un intento fallido, pero valiente de resucitar la Mancomunidad Polaco-Lituana.

El padre de Klein trabajaba como carpintero. Vivía de muy modestos ingresos, para alimentar a su esposa y a sus nueve hijos. Klein solo asistió los primeros 4 años a la escuela primaria, luego fue a trabajar, asistiendo a su padre. Siendo judíos, la familia Klein se enfrentó a un peligro inminente y mortal cuando Hitler invadió Polonia en septiembre de 1939. Durante tres años, sufrieron un acoso constante, hasta que los nazis los separaron por la fuerza. La madre de Klein y cinco de los niños fueron enviados al infame centro de exterminio de Treblinka, donde la mayoría de ellos perecieron. Klein y su padre fueron transportados a otro campo, Majdanek.

Las tropas alemanas entran en Polonia el 1 de septiembre de 1939. (STF/AFP vía Getty Images)

Con siete cámaras de gas, dos horcas y más de 200 edificios, Majdanek era el lugar donde Klein esperaba dar su último suspiro. Unos 80,000 prisioneros fueron asesinados allí. Afortunadamente, Klein no fue uno de ellos. Tuvo la audacia de intentar una fuga, y en julio de 1944, lo logró. Durante los siguientes 10 meses, esquivó a las autoridades mientras vivía en los bosques y campos del sur de Polonia, ayudado por los polacos cristianos que lo protegieron.

Sin una declaración formal de guerra, los tanques alemanes, escoltados por tropas en motocicletas, entran a Polonia el 1 de septiembre 1939. (Pictorial Parade/Getty Images)

De carpintero a ser el dueño de «el Sam Walton de Brasil»

Después de que la Segunda Guerra Mundial en Europa terminó en mayo de 1945, Klein se mudó a Alemania y puso en práctica los conocimientos de carpintería que había aprendido de su padre. Fue allí donde mostró su primera chispa de espíritu empresarial.

Descubrió que podía ganar más dinero vendiendo vodka y cigarrillos a las tropas aliadas que en la carpintería. También abrió una tienda de embutidos en Berlín. Luego, a principios de los 50, decidió que era hora de seguir adelante. Dejó Alemania junto a su esposa y su hijo de 2 años con 6000 dólares en ahorros, una suma que resultó crucial en su siguiente aventura.

La primera opción de Klein fue Estados Unidos, pero las cuotas de inmigración bloquearon su entrada. La pérdida en Estados Unidos fue la victoria en Brasil, ya que él y su pequeña familia se dirigieron entonces a São Paulo Brasil por un corto periodo. Sus ahorros le alcanzaron para comprar una casa, un caballo y una carreta que incluía una lista de los 200 clientes del anterior propietario de la carreta. Durante casi cinco años, mientras hablaba solo un rudimentario portugués, Klein vendió mantas, sábanas y toallas y aumentó su base de clientes leales a unos 5000.

El día de Año Nuevo de 1958, Klein abrió su primera tienda en Brasil. Comercializó la ropa de cama que antes vendía puerta a puerta, y más tarde, electrodomésticos, muebles y también otros artículos para el hogar. Durante los siguientes 50 años, el ex prisionero de un campo de concentración nacido en Polonia creó Casas Bahia expandiéndose a más de 500 tiendas en 15 estados brasileños con 55.000 empleados y millones de clientes satisfechos cada año.

Antes de morir en noviembre de 2014 a la edad de 91 años, se ganó la reputación de ser una de las figuras empresariales más queridas del país, «el Sam Walton de Brasil». Desde los trapos que llevaba cuando escapó de las garras de los nazis, recorrió todo el camino hasta llegar a un patrimonio neto de al menos mil millones de dólares.

Klein se hizo amigo de la estrella de fútbol Pelé, que se convirtió en un portavoz de la empresa Casas Bahia. (AFP/Getty Images)

Una maravilla realmente poco común

A lo largo del camino, Klein hizo algunas cosas notables que le valieron a la compañía interminables premios a la excelencia en la venta al por menor. Se hizo amigo de toda la vida de la estrella del fútbol brasileño Pelé, quien se convirtió en un portavoz de la empresa.

Construyó la mayor red de tiendas de América Latina. Se enfocó como un láser en el servicio de atención al cliente. Creó un popular plan de cuotas que hizo que sus productos fueran accesibles a personas de bajos ingresos e inspiró a un grupo de rock brasileño a incluir esta repetición de coros en una canción de éxito: «Mi felicidad es un recibo de pagos de Casas Bahía». Y fue un generoso filántropo, dando a millones nuevas escuelas y organizaciones benéficas.

Pedro Tavares Fernande, presidente del Observatório do Empreendedor en Florianópolis, Brasil, me ayudó a traducir uno de los obituarios de Klein del portugués al inglés. Él califica a Klein como un modelo de logro empresarial:

«Debido a una historia de pobreza, siempre ha sido difícil para los brasileños comprar muebles y electrodomésticos. Samuel Klein desarrolló un sistema de crédito muy efectivo para que los pobres pudieran comprarlos. Llegó a una enorme multitud de compradores con tasas de interés razonables, que lo recompensaron con bajas tasas de morosidad y lealtad de los clientes. Es muy común aquí decir, cuando estás a punto de comprar algo caro, que lo pagas en 24 meses en un programa de financiación de Casas Bahia. Nunca escuché nada malo sobre Samuel Klein».

Tres cuartos de siglo después de que dejara Polonia, Klein todavía tiene admiradores allí también. Mikołaj Pisarski, presidente del Instituto Mises de Educación Económica en Wroclaw, dijo esto:

«Si Samuel Klein hubiera vivido en Polonia en el momento de su muerte sería el quinto polaco más rico. A diferencia de otros países poscomunistas, muchos de los más ricos de aquí deben su riqueza a las estrechas relaciones con el antiguo régimen o a tratos ilícitos del gobierno tras su transformación. Klein se destaca como un ejemplo de lo que debe ser un verdadero empresario. Lo que logró se lo debe solo a su trabajo duro e ingenio. Lo logró a pesar de no tener amigos en las altas esferas y en el proceso, hizo que la vida de las personas en un país que lo acogió como inmigrante fuera mucho mejor».

Según Pisarski, la historia de Klein es solo una de las muchas que involucran a los polacos que triunfan en Sudamérica. Otra fascinante es la de Ernest Malinowski, que diseñó el Ferrocarril Central en los Andes peruanos. A finales del siglo XIX, era el ferrocarril más alto del mundo.

Las barreras al éxito económico se interponen en el camino de casi todo el mundo, sean grandes o pequeños, en un grado u otro. Lo pequeño vale la pena es fácil de conseguir, lo grande como una gran fortuna es realmente difícil. Algunas personas se rinden fácil y rápidamente.

Luego están los Samuel Kleins del mundo, las maravillas verdaderamente poco comunes que superan lo inimaginable para convertirse en lo inesperado. Son héroes, constructores, creadores de riqueza y sirvientes de millones, cuyas vidas mejoran.

Para finalizar una palabras dichas del propio Samuel Klein

Ningún ensayo sobre el notable Klein debería concluir sin unas pocas palabras del propio gran hombre. Se las ofrezco al lector porque son la personificación de su espíritu de servicio y empresa:

«Confío en el ser humano. De lo contrario, no abriría las puertas de mis tiendas todos los días. Lo que ayuda a mantenerme vivo es la confianza que tengo en los demás».

«Uno más uno es igual a dos. Pero la suma de una idea más una idea no son dos ideas, sino miles de ellas».

«La riqueza de un hombre humilde es su nombre. Si el cliente es un conserje o un albañil, si es un buen pagador, Casas Bahia le dará líneas de crédito; de esa manera, podrá hacer realidad sus sueños».

«Mi lema es la confianza. Confiar en los clientes, proveedores, empleados, amigos y, sobre todo, confiar en mí mismo».

«Cuanto más grande es el problema, más grande es la oportunidad».

Para información adicional, consulte:

Obituario de Samuel Klein

El Instituto Samuel Klein

Fallece el fundador de la mayor cadena de tiendas de Brasil 

Una historia de Casas Bahía

Lawrence W. Reed es el Presidente Emérito de la FEE, Miembro Superior de la Familia Humphreys y Embajador Mundial de la Libertad Ron Manners, habiendo servido durante casi 11 años como presidente de la FEE (2008-2019). ¿Es autor del libro de 2020, “Was Jesús a Socialist?» así como de «Real Heroes: Increíbles historias verdaderas de coraje, carácter y convicción» y «Disculpe, Profesor»: Desafiando los mitos del progresismo«. Sigan en LinkedIn y Twitter y como su página de figura pública en Facebook. Su sitio web es LawrenceWReed.com. Este artículo fue publicado originalmente en FEE.org

Este artículo fue publicado originalmente en FEE.org.

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