¿Es la agresión extranjera el siguiente paso para China?

Una economía en decadencia y una creciente inestabilidad pueden empujar al liderazgo de China hacia el aventurerismo extranjero como una forma de salir de su crisis de legitimidad

Por James Gorrie
14 de noviembre de 2019 1:05 PM Actualizado: 14 de noviembre de 2019 1:05 PM

Comentario

El Partido Comunista Chino (PCCh) está en crisis. Puede parecer una exageración, pero no lo es. Se enfrenta a los mayores desafíos de su liderazgo desde la Plaza de Tiananmen en 1989. De hecho, los riesgos para su legitimidad son aún mayores en la actualidad, porque el Partido en aquel entonces podía confiar en los crecientes niveles de exportaciones a occidente y en la inversión directa de éste. Ese ya no es más el caso.

La guerra comercial está ayudando a revelar y exacerbar algunas de las profundas grietas que existen en la relación entre el pueblo chino y sus líderes. Estas grietas de descontento social estaban ahí mucho antes de que llegara Trump, pero a medida que se agudizan cada vez más, tienen consecuencias potencialmente explosivas para China y su líderes.

Descontento contra el Partido Comunista daña la lealtad hacia el régimen

Estas grietas no se refieren solo a Hong Kong o incluso a Taiwán, aunque son factores definitivos. Más concretamente, es la profunda alienación que gran parte de la población de China continental siente con respecto al Partido lo que constituye la amenaza, clara y presente, a la estabilidad interna. Además, esto no es un secreto en China; todo el mundo lo sabe.

El PCCh comprende con toda seguridad su actualmente débil posición en la mente de las personas. En su discurso ante el Congreso Nacional en marzo de este año, el Primer Ministro chino, Li Keqiang, lo reconoció en términos inusualmente francos, diciendo que «la inestabilidad y la incertidumbre están aumentando visiblemente y los riesgos generados externamente están en aumento». También admitió que los problemas de China son «de una clase rara vez vista en muchos años».

Por lo tanto, el Partido se enfrenta a un creciente descontento social en una variedad de frentes, no solo en la economía, aunque esto es enorme, ya que el crecimiento económico es fundamental para la reivindicación de la legitimidad política del Partido. Otras críticas adicionales incluyen la corrupción desenfrenada del Estado, como el robo de propiedades y negocios por parte del Estado, la contaminación incontrolada, los servicios sociales deficientes, incluyendo la atención médica y los beneficios de desempleo, así como muchas otras tantas quejas.

Sin embargo, la «cura» del Partido para la enfermedad que afecta al gigante asiático puede ser tan mala, o incluso peor, que sus síntomas.

El poder es a toda costa la prioridad del PCCh

Es posible que algunos todavía crean que el crecimiento económico es la máxima prioridad del Partido, pero no lo es. Permanecer en el poder es la máxima prioridad del Partido, y contener la inestabilidad interna es la clave para hacerlo. El crecimiento económico continuo fue el epicentro de ese esfuerzo durante décadas. Pero eso ya no está sucediendo.

La trayectoria de la economía china, al menos en el corto plazo, sigue siendo descendente. Esta realidad solo está acelerando los problemas de China, así como el deterioro de la reputación misma del PCCh. Esto explica la expansión del control estatal sobre la población a través de su «sistema de crédito social», que incluye un creciente poder de vigilancia y castigo.

Tal vez por eso, después de 40 años de gobierno del Partido por consenso, el Partido permitió que Xi Jinping asuma el cargo de líder supremo, un papel que desempeñó por última vez Mao Zedong. Podría ser que hayan decidido que una personalidad poderosa y carismática produciría más lealtad que un consejo flemático de ancianos sin rostro ni personalidad.

Pero esa decisión también conlleva serios riesgos. Consolidar el poder en manos de una persona es, por definición, un factor desestabilizador. Los canales de información y los procesos de toma de decisiones se estrechan, la paranoia política nubla la perspectiva y la auto-preservación suele producirse a expensas de un bien mayor. Los ejemplos históricos de los peligros por los excesos del poder concentrado en un solo hombre son abundantes y recientes.

Es más, recurrir a las viejas formas de crear «crecimiento económico» a través de un desarrollo redundante también resultará inútil. Además, distorsiona los precios y desencadena burbujas sin generar un beneficio económico continuo. La construcción de más rutas que son innecesarias y ciudades vacías no revitalizará la economía de China.

La opresión reducirá el PBI de China y aumentará la inestabilidad

Asimismo, la afirmación del Partido de que solo él puede dirigir a China hacia un futuro próspero, al tiempo que admite que las cosas están empeorando, es una píldora difícil de tragar para el pueblo. Sin duda es una iniciativa para congregar paciencia y el apoyo continuo del público hacia el Partido. Sin embargo ordenar mayores niveles de control sobre la economía y una mayor opresión de la expresión política y religiosa ante el deterioro de las condiciones tampoco hará aumentar el PBI chino.

La realidad es que a medida que el impacto de la guerra comercial con Estados Unidos se profundice y se extienda a la economía, las condiciones seguirán declinando. El enfoque totalitario del PCCh solo conducirá a una mayor inestabilidad, generando más malestar, no menos. El Partido se encuentra en un círculo vicioso.

Jugar la carta del agresor extranjero

Como se señaló en publicaciones anteriores, la iniciativa china «La Franja y la Ruta» (OBOR) ha formado parte del esfuerzo de China por expandir su presencia económica, política y cultural. Sin embargo, aún no ha proporcionado los recursos y el crecimiento económico necesarios para contrarrestar los actuales desafíos económicos. La manipulación de los datos del PBI para el consumo público tampoco bastará para cambiar la realidad sobre la situación actual.

A medida que las condiciones empeoren, el Partido apelará sin duda al nacionalismo chino contra Estados Unidos, comúnmente descrito como un nefasto extranjero entrometido. Eso es lo que hace que tanto Hong Kong como Taiwán sean herramientas de propaganda muy convenientes y poderosas. Consideremos, por ejemplo, que el ingreso per cápita de Taiwán es casi dos veces y media mayor que el de China, mientras que el de Hong Kong es casi cuatro veces mayor. Esta simple realidad es una prueba innegable de que el PCCh no es necesario en China para que el pueblo y el país prosperen.

Sin embargo en lugar de cambiar el sistema político y económico en respuesta a esas circunstancias, lo que sin duda significaría la erradicación del Partido de China, el PCCh prefiere cambiar los hechos. Tanto Taiwán como Hong Kong son aliados de Occidente, más concretamente de Estados Unidos. Los hongkoneses que ondean la bandera estadounidense y piden a Estados Unidos protección contra cualquier represión del PCCh han proporcionado al Partido el guión perfecto: el regreso de la amenaza de la intervención extranjera en China.

La situación de Taiwán, con su alianza de facto con Estados Unidos, incluso puede ser más catalizadora para una intervención militar de China que llevarla a cabo en Hong Kong. Xi Jinping ha declarado explícitamente que la «re-unificación» con la «provincia renegada» es inevitable. Las políticas agresivas de la administración Trump pueden haber acelerado esos planes.

Desde 2016, Beijing ha aislado sistemáticamente a Taiwán de la mayoría de sus aliados regionales. Eso es más que un mensaje. Es un esfuerzo de China para establecer una mesa política regional antes de tomar algún tipo de acción política, en el caso de que no sea militar contra Taiwán. Las acusaciones públicas del PCCh contra Estados Unidos de «interferir en los asuntos internos de China» y «dañar su soberanía» con sus ventas de armas a Taipei subrayan este relato.

Al mismo tiempo, a medida que las cosas empeoren en China, aumentará la inestabilidad y disminuirá la paciencia del pueblo chino con el PCCh. Esta dinámica no hará sino agravar la crisis del Partido. También hace más probable que China recurra al militarismo nacionalista para desviar la atención de la población sobre las condiciones cada vez más graves y las causas de sus problemas.

James Gorrie es un escritor y conferencista radicado en el sur de California. Es el autor de «La crisis de China».

Los puntos de vista expresados en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de La Gran Época.

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