Las familias en duelo son «víctimas secundarias del COVID-19»

La pérdida de trabajos, rutinas e interacción social agrava el dolor de manera significativa, advierten los expertos

Por JUDITH GRAHAM
26 de agosto de 2020 2:56 PM Actualizado: 26 de agosto de 2020 2:56 PM
Cada día, el país recuerda el impacto continuo del COVID-19 a medida que se publican nuevos recuentos de muertes. Lo que no está bien documentado es el daño a los miembros de la familia.

Una nueva investigación sugiere que el daño ese enorme. Por cada persona que muere por COVID-19, nueve familiares cercanos se ven afectados, según estiman los investigadores, basándose en complejos cálculos demográficos y datos sobre el nuevo coronavirus.

Muchos sobrevivientes se verán conmocionados por las circunstancias en las que sus seres amados fallecen —rápido deterioro, muerte repentina y la imposibilidad de estar ahí al final. Los investigadores advierten que los preocupantes efectos en cadena pueden permanecer por años.

Si mueren 190,000 estadounidenses por complicaciones de COVID-19 para finales de agosto, como sugieren algunos modelos, 1.7 millones de estadounidenses estarán de luto por familiares cercanos, de acuerdo con el estudio. Los más propensos a morir son los abuelos, seguidos de los padres, hermanos, cónyuges e hijos.

«Hay un argumento que dice que COVID-19 afecta principalmente a los adultos mayores», dijo Ashton Verdery, coautor del estudio y profesor de sociología y demografía en la Universidad Estatal de Pensilvania. «Nuestros resultados resaltan que no son personas completamente aisladas socialmente que a nadie le importan. Están integralmente conectados con sus familias, y sus muertes tendrán un amplio alcance».

Debido a las estructuras familiares, las familias negras perderán un poco más de miembros de la familia cercana que las familias blancas, lo que agravará el impacto desproporcionado de la pandemia en las comunidades afroamericanas. (Las investigaciones anteriores de Verdery modelaron las estructuras familiares para la población de EE. UU., que datan de 1880 y se extienden hasta 2060).

Las posibles consecuencias de estas pérdidas son muy preocupantes, ya que muchas familias pierden importantes fuentes de apoyo financiero, social y para el cuidado de sus hijos.

«La gran escala de la pérdida por COVID-19 tiene el potencial de reducir el rendimiento educativo entre los jóvenes, perturbar los matrimonios y conducir a una peor salud física y mental en todos los grupos de edad», observan Verdery y sus coautores en su estudio.

Holly Prigerson, codirectora del Centro de Investigación sobre los Cuidados al Final de la Vida de Weill Cornell Medicine en la ciudad de Nueva York, hace una alarma similar, especialmente sobre el impacto psicológico de la pandemia, en un nuevo artículo sobre el duelo.

«Las personas en duelo se han convertido en las víctimas secundarias de COVID-19, reportando síntomas severos de estrés traumático, incluyendo impotencia, horror, ansiedad, tristeza, enojo, culpa y arrepentimiento, todo lo cual magnifica su dolor», señaló ella y los coautores del Memorial Sloan Kettering Cancer Center en Nueva York.

En una conversación telefónica, Prigerson predijo que las personas que experimentan el duelo sufrirán peores resultados debido a los cierres y el aislamiento social durante la pandemia. Advirtió que los adultos mayores son especialmente vulnerables.

«No estar allí en el momento de necesidad de un ser querido, no poder comunicarse con los miembros de la familia de manera natural, no poder despedirse, no participar en los rituales normales —todo esto hace que el duelo sea más difícil y que el trastorno por duelo prolongado y el estrés postraumático sean más probables», señaló.

Las organizaciones que ofrecen asistencia en el duelo están viendo cómo esto se desarrolla a medida que amplían los servicios para satisfacer las necesidades crecientes.

Por lo general, entre el 5 y el 10 por ciento de los familiares en duelo tienen una «respuesta al trauma», pero eso «ha aumentado exponencialmente, acercándose al rango de 40 por ciento, porque estamos viviendo en una crisis», dijo Yelena Zatulovsky, vicepresidenta de experiencia del paciente de Seasons Hospice & Palliative Care, el quinto proveedor de hospicios más grande del país.

Desde marzo, Seasons ha duplicado a 29 el número de grupos de apoyo para el duelo, lo cuales son organizados en plataformas virtuales y la mayoría de ellos semanalmente. Todos son gratuitos y abiertos a los miembros de la comunidad, no solo a las familias cuyos seres queridos recibieron atención de Seasons. (Para encontrar un grupo virtual en su zona horaria, llame al 1-855-812-1136, el centro de llamadas de Season las 24 horas).

«Estamos notando que las reacciones de duelo son mucho más intensas y desafiantes», dijo Zatulovsky, señalando que las solicitudes de asesoramiento individual y familiar también han aumentado.

Medicare exige que los hospital de cuidados paliativos ofrezcan servicios de duelo a los familiares hasta 13 meses después de la muerte del cliente. Muchos hospicios expandieron estos servicios a los miembros de la comunidad antes de la pandemia, y Edo Banach, presidente y director ejecutivo de National Hospice and Palliative Care Organization (Organización Nacional de Hospicios y Cuidados Paliativos), espera que esa tendencia continúe.

«No son solo las personas que mueren en los hospicios y sus familias las que necesitan apoyo para el duelo en este momento; son comunidades enteras», dijo. «Tenemos la responsabilidad de hacer aún más de lo que normalmente hacemos».

En la ciudad de Nueva York, el centro de la pandemia en sus primeros meses, Jewish Board está capacitando a los administradores de las escuelas, maestros, consejeros y otros profesionales clínicos para que reconozcan los signos de duelo y de pérdida y proporcionen asistencia. La organización de servicios de salud y humanos atiende a los neoyorquinos sin importar su afiliación religiosa.

«Hay una experiencia de duelo colectivo que todos estamos experimentando, y estamos viendo que la necesidad se va a las nubes», dijo Marilyn Jacob, directora principal que supervisa los servicios tanatológicos de la organización, que ahora incluye dos grupos de apoyo para las personas que han perdido a alguien por el COVID-19.

«Hay tanta pérdida ahora, en tantos niveles diferentes, que incluso terapeutas muy experimentados están diciendo, ‘Realmente no sé cómo hacer esto'», dijo Jacob. Además de perder miembros de la familia, la gente está perdiendo trabajos, amigos, rutinas, interacciones sociales y una sensación de normalidad y seguridad.

Para muchas personas, estas pérdidas son repentinas e inesperadas, lo que puede complicar el duelo, señaló Patti Anewalt, directora de Pathways Center for Grief & Loss en Lancaster, Pensilvania, afiliado al hospicio de cuidados paliativos sin fines de lucro más grande del estado. El centro creó recientemente un grupo de cuatro semanas sobre pérdidas repentinas para abordar sus desafíos únicos.

El día antes de que la madre de Julie Cheng, de 88 años, fuera trasladada al hospital a principios de julio, había estado cantando canciones con la hermana de Cheng por teléfono desde su asilo de ancianos de Irvine, California. A la mañana siguiente, una enfermera informó que la anciana tenía fiebre y jadeaba mucho. En el hospital, se le diagnosticó COVID-19 y se intentó una terapia de plasma convaleciente. A las dos semanas, después de sufrir una serie de apoplejías, la madre de Cheng murió.

Desde entonces, Cheng ha vuelto a repetir mentalmente la decisión de la familia de no sacar a su madre del asilo y de rechazar la ventilación mecánica en el hospital, algo que estaba segura de que su madre no hubiera querido.

«Ha habido un montón de ‘¿y si?’ y algo de ira. Hay que culpar a alguien o algo por lo que pasó», dijo, describiendo las emociones encontradas que siguieron a la muerte de su madre.

Pero la aceptación ha surgido de la convicción religiosa. «Sobre todo, debido a nuestra fe en Jesús, creemos que Dios quiso llevársela y que ahora está en un lugar mucho mejor».

Afrontar el dolor, especialmente cuando se complica por el aislamiento social y el trauma, lleva tiempo. Si busca ayuda, llame al departamento de atención de duelo de un hospicio local y pregunte qué tipo de servicios ofrece a la gente de la comunidad. Los directores de funerarias también deben tener una lista de consejeros y programas de apoyo para el duelo. Una opción es el GriefShare, ofrecido por las iglesias de todo el país.

Muchos expertos creen que la necesidad de este tipo de servicios se expandirá exponencialmente a medida que más miembros de la familia salgan de la conmoción y la negación causados por la pandemia.

«Creo firmemente que todavía estamos en la punta del iceberg, en términos de la ayuda que la gente necesita, y no entenderemos el alcance total de eso hasta dentro de 6 a 9 meses», dijo Diane Snyder-Cowan, líder del comité directivo de profesionales del duelo del National Council of Hospice and Palliative Professionals (Consejo Nacional de Profesionales de Hosipicios y Cuidados Paliativos).

Judith Graham es una columnista colaboradora de Kaiser Health News donde originalmente se publicó este artículo. La cobertura de KHN de estos temas es apoyada por la Fundación John A. Hartford, la Fundación Gordon y Betty Moore y la Fundación SCAN.

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