Leyendas chinas: La mujer que fue al infierno por difamar al Buda

Por Minghui.org
08 de febrero de 2021 6:22 PM Actualizado: 08 de febrero de 2021 6:42 PM

El monje Xuan Zang vivió durante el tiempo de la dinastía Tang, y se escribió sobre él en el libro de Los grandes registros de Tang sobre las regiones occidentales.

Viajó a la India para conseguir las escrituras de Buda y en el camino se encontró con tres grandes y profundos agujeros en las afueras del monasterio de la arboleda de Jetavanna (Jetavanna Grove).

Los agujeros eran tan profundos que nadie podía ver el final. Cuando diluviaba, todas las demás acequias y lagunas se llenaban de agua, pero no se podía apreciar nada de agua en estos agujeros tan profundos.

Preguntó a la gente de la localidad por estos agujeros y se enteró de la leyenda de los tres malvados que cayeron vivos dentro del infierno de Avici (el nivel más bajo del infierno según el Budismo – infierno continuo, espacio ilimitado, sufrimiento ilimitado para las almas caídas) porque habían difamado a Buda.

Una mujer brahmán llamada Cinca era uno de esos tres demonios. Cuando Sakya Muni, también llamado el Buda, estaba enseñando a la gente el principio del «precepto, samadhi y sabiduría», al que se había iluminado, cada vez iban más personas a escuchar sus lecturas porque reconocían que lo que enseñaba era bueno.

Por otra parte, aunque en ese momento el brahmanismo aún tenía una gran influencia en la India, cada vez menos gente se inclinaba a creer en él porque ya se había deteriorado completamente.

Cuando la mujer brahmán vio que la gente en masa escuchaba las enseñanzas de Sakya Muni de forma sincera y con respeto, en vez de comportarse de manera amable y respetuosa con el Buda, comenzó a sentir envidia y actuó guiada por esta emoción. Se dijo a si misma: «¡Hoy quiero insultar a Sakya Muni y arruinar su reputación para que el brahmanismo sea lo único que se respete!».

Apretó un cuenco grande de madera bajo su ropa y fue al monasterio de la arboleda de Jetavanna. Empezó a decir en voz alta entre el gentío que había allí: «¡La persona que está dando el sermón tiene una relación conmigo! ¡El niño que llevo en mis entrañas es hijo de Sakya Muni! «.

Perplejos al escuchar tal calumnia de desesperación, la gente que no tenía una creencia firme dejó que esto le influyera y le afectara la mente: algunos cuchicheaban entre ellos, otros agitaban sus cabezas y suspiraban o hablaban de la misma forma que la mujer brahmán, y algunos se levantaron y se fueron. Sin embargo, la gente con una firme creencia sabía que esta mujer estaba calumniando a Sakya Muni y siguieron escuchando sus enseñanzas.

Para aclarar las dudas que estaban surgiendo hacia este Fa recto, un ser celestial divino cambió su forma y se convirtió en un ratón blanco. El ratón mordió la cuerda que sujetaba el cuenco de madera al cuerpo de la mujer brahmán. La cuerda se rompió de repente haciendo un fuerte chasquido y asombrando a todos aquellos que se encontraban a su alrededor. El cuenco se desprendió de su cuerpo y cayó al suelo y la verdad se manifestó delante de la gente. Todo el mundo de repente se dio cuenta de lo que había ocurrido. Una persona agarró el cuenco, se lo mostró a la mujer brahmán, y le preguntó riéndose: ¿Es este tu hijo?

De repente, la tierra se resquebrajó y se abrió, y la mujer brahmán se hundió en el agujero. Cayó a los niveles más bajos del infierno, en el infierno de Avici. Se dice que en el infierno de Avici, el sufrimiento por la retribución de deudas de yeli no tiene fin, y la persona malvada es destruida sin ninguna oportunidad de renacer de nuevo en otro ser.

En general, la gente de muchas culturas de todo el mundo cree que cuando se hacen cosas malas uno va al infierno cuando muere. Sin embargo, una persona que difama y calumnia a Buda, debido a todo el yeli que ha creado, solo con abrir la boca para calumniar o subir el brazo para pegar al Buda, su espíritu baja inmediatamente al infierno, al infierno de Avici.

Aunque en este momento no se pueda ver en este mundo, alguien con poderes sobrenaturales puede ver el fin espantoso que dichas personas reciben.

La ley celestial es tal que el mal no puede superar a lo recto. Al final, el bien siempre vence al mal. Por intentar dañar el camino recto o perseguir a la gente buena, uno puede terminar asumiendo las consecuencias de estos actos malvados.


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