Lo que el “Joker” puede enseñarnos sobre el libre albedrío

Por Joshua Philipp
07 de noviembre de 2019 7:39 PM Actualizado: 07 de noviembre de 2019 11:20 PM

Hay algo familiar sobre la temática más profunda del “Joker”. Cuenta la historia de un personaje que es víctima de su propia bondad, que es marginado y rechazado por el mundo, y que en su aislamiento se convierte en una parodia de la caída de la sociedad.

Es corroído por sus expectativas de que la gente alrededor de él sea bondadosa y cortés.  Así que se rinde, y en su desilusión sigue la impaciente melancolía detrás de la fachada de la sociedad, donde echa más leña al fuego.

Un mundo cruel

Luego de la Guerra Civil, el General William Sherman quemó las casas de los civiles en el Sur, y dijo la notoria frase: “La guerra es crueldad. No tiene sentido intentar reformarla. Mientras más cruel sea, más rápido terminará”.

Sherman lamentaba la crueldad de la guerra. Afirmaba: “No puedes calificar la guerra en términos más duros que yo”. Pero también se veía a sí mismo como un simple personaje en el drama, dado que era llevado a hacer esas cosas por el estado en que se encontraba el mundo.

El mundo a veces es cruel, y el mundo a veces es bondadoso. La cuestión es si podemos cambiar el estado del mundo, o si necesitamos encontrar paz a pesar de sus crueldades.

La gente que busca cambiar el estado de sus vidas usualmente busca eliminar la fuente de sus dificultades – como cambiar de trabajo o hacer un cambio en su rutina diaria.

Pero la gente que está en conflicto con la naturaleza de la realidad misma se enfrenta con una prueba mucho más grande. Escapar de la dificultad a esa escala requiere la destrucción de lo que ellas consideran el mal. La crueldad contra la que luchan no es la crueldad de una persona o condición en particular, sino la de la realidad misma.

Esto se vincula con una de las lecciones más grandes, pero más ignoradas de la historia: a menudo son aquéllos que buscan eliminar la crueldad del mundo los que en sí mismos se convierten en las fuerzas de la crueldad, y aquéllos que quieren acabar con la maldad en el mundo a menudo se convierten en las fuerzas del mal.

Thomas Molnar escribió en “Utopía: la herejía perenne”, que el “hecho intolerable para los utópicos es el escándalo de que la maldad existe en un mundo que de otra manera sería perfecto o potencialmente perfecto”.

El problema, como lo explica Molnar, es que “el pensamiento utópico en sí mismo es malvado… dado que lleva a la gente a cometer maldades”.

Es el aprieto en que se encuentra el utópico, el destino del rebelde cuya lucha es contra la naturaleza de la realidad misma. Es sobre lo que advirtió Friedrich Nietzsche cuando observó la llegada de la era del nihilismo: “Ten cuidado de que al luchar contra los monstruos no te conviertas un monstruo tú mismo”.

En su rebelión contra lo que considera la crueldad, el Joker se convierte en un monstruo, una parodia cómica de la crueldad misma.

El trance de la muerte

En “Guasón”, vemos cómo un hombre asesina y simula su suicidio. A través de ésto, él se muestra liberado de sus preocupaciones anteriores. Él descarta su vieja identidad, y su nueva persona baila mientras baja por las escaleras de su propio descenso.

Entra en el trance de la muerte del que habla la literatura antigua -el estado temeroso de un hombre que ha elegido morir.

En “Farsalia”, Lucan relata sobre un grupo de soldados romanos durante las guerras civiles del César, que se encuentran arrinconados y superados en número durante una batalla en el mar. El líder se dirige a sus hombres y les pide que “elijan la muerte; deseen lo que decrete el destino”.

Desde entonces, luchan sin miedo, y sin preocuparse por las consecuencias mundanas. Lucan escribe: “La banda devota estaba de pie, orgullosa de su prometido final, habiendo renunciado a la vida, y sin preocupaciones por la batalla: ningún debate podía afectar su fuerte determinación”.

Lucan cuenta la historia de otra batalla en la que un soldado llamado Scaeva entra en un trance similar, lanzándose a través de un muro hacia un mar de enemigos, donde luchó y demoró su avance. Estaba tan herido mientras continuaba luchando que Lucan escribió: “Sus partes vitales eran protegidas por lanzas que salían de su cuerpo. La fortuna trajo una novela de combate así, dado que había una guerra de un ejército contra un hombre”.

En el texto samurái japonés, “Hagakure”, Yamamoto Tsunetomo explica un estado similar: “El deseo del guerrero es ser encontrado muriendo. Si uno se enfrenta con las dos opciones de vida o muerte, simplemente se queda con la muerte”.

El principio es el mismo: los soldados que deciden morir no se retiran, ignoran las heridas mortales y en su determinación se sienten libres de las consecuencias.

Hay una libertad destructiva en abrazar la muerte. Para los soldados, cruzar esa línea es lo que los hace héroes. Pero en tiempos de paz, hay pocos estados más peligrosos en lo que puede entrar una persona.

La persona se arriesga a entrar en un tipo de suicidio metafísico, donde la rebelión no es en contra de circunstancias ordinarias, sino en contra de los cimientos básicos de la vida y la existencia. Albert Camus señaló en su libro “El Rebelde” que ahora estamos viviendo en una era influenciada por este tipo de suicidio, donde los movimientos de revuelta buscan derrocar la realidad misma.

Camus dijo que este “nihilismo absoluto acepta el suicidio como legítimo, lleva, incluso más fácilmente, hacia el lógico asesinato”. En la raíz de esto, dijo, hay una indiferencia hacia la vida, establecida por una lógica que ve todo como igual- o más bien, una creencia que todas las cosas podrían ser iguales, si no fuera por ciertas fuerzas mundanas.

Una persona así, escribe Camus, “cree que está destruyendo todo o incluso llevándose todo consigo; pero de este acto de autodestrucción surge un valor, que, tal vez, pueda hacer que valga la pena vivir. La negación absoluta, por lo tanto, no se consuma con el suicidio. Solo puede ser consumada con la destrucción absoluta, de uno mismo y de otros”.

Agrega: “aquí el suicidio y el asesinato son dos aspectos de un sistema único, el sistema de una inteligencia errada, que prefiere, por encima del sufrimiento impuesto por una situación limitada, la oscura victoria en la que el cielo y la tierra son aniquilados”.

Un estado similar fue observado por Marco Aurelio, que animaba a la gente a manejar sus expectativas según lo que la vida naturalmente brindaría, y sentirse contenta con ello. No esperes que la gente sea amable en lugares crueles, pero tampoco dejes que eso te moleste.

En sus “Meditaciones” explicó lo que pasa cuando una persona entra en conflicto con el estado natural de las cosas: “El alma de un hombre se daña a sí misma, primero y principal, cuando se convierte (tanto como puede) en un crecimiento separado, en una suerte de tumor en el universo; porque resentirse por cualquier cosa que pase es separarse a uno mismo en rebelión contra la naturaleza, que abraza de forma colectiva las naturalezas particulares de todas las otras cosas”.

Marco Aurelio que animaba a la gente a manejar sus expectativas según lo que la vida naturalmente brindaría, y sentirse contenta con ello. (Giovanni Dall’Orto)

Pruebas de carácter

Jordan Peterson hizo una muy buena observación en una presentación: los buenos hombres son aquéllos capaces de grandes maldades. Un hombre pacífico es alguien muy capaz de infligir daño, porque sin esa habilidad, no es pacífico, es simplemente inofensivo. Solo cuando nos dan opciones, cuando tenemos la elección de hacer el bien o el mal, podemos demostrar nuestra elección de hacer el bien.

Solo cuando nuestras almas son probadas podemos mostrar nuestra fortaleza de carácter.

El mundo está lleno de pruebas, que podrían destrozarnos si las dejamos.

Si el mundo es cruel ¿seguimos su crueldad? Y si es duro ¿contribuimos a que sea duro? Conocer el bien y el mal fue la primera maldición de la humanidad, pero en nuestro reconocimiento de todas las maldades de la vida, nuestro regalo es la libertad de elegir por nosotros mismos entre el bien y el mal.

El Joker elige el camino del mal, y atestiguamos la triste caída de un hombre hacia su propia destrucción. Él esperaba que la vida sea algo que no era, y en su exilio de la sociedad, se rebeló en contra del orden existente del mundo.

Si el Joker nos deja una lección valiosa, es que debemos aprender a reírnos ante el caos del mundo. Él logró esto, pero de forma oscura. Su caída fue que aprendió a reírse por despecho; mientras que debería haber aprendido a reírse a pesar de ello.

Aquí nos encontramos con el viejo humor que el Dante introdujo mientras trepaba las montañas del cielo. Al mirar hacia los males del mundo, observó que la gente lucha por poder sin darse cuenta de que lo divino está en control de todo; que en la rueda del karma y del pecado, aquéllos que dañan a otros se dañan a sí mismos. La víctima es el vencedor a los ojos de Dios. Ese es el corazón de la divina comedia- y ojalá que todos aprendamos a reírnos con su humor.

Joshua Philipp es un experimentado periodista de investigación y es anfitrión de “Crossroads.”

Sigue a Joshua en Twitter: @JoshJPhilipp

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