Memorias de Lev Kopelev: De marxista entusiasta a erudito exiliado

05 de Junio de 2017 11:58 PM Actualizado: 22 de Marzo de 2019 10:07 PM

El ruso Lev Kopelev, un comunista desilusionado, era algo así como una leyenda en Alemania, donde fue invitado a dar conferencias en muchas universidades. Pero en su tierra natal fue víctima de múltiples campañas políticas soviéticas, luego denunciado como traidor y quedó en el olvido con el tiempo.

Lev Zinovyevich Kopelev nació el 9 de abril de 1912 en una familia judía que vivía en Kiev, entonces parte del Imperio ruso. En su juventud, Kopelev era un ideólogo comunista. Varios años más tarde, la revolución de 1917 llevó el comunismo al poder en Rusia.

Pero en 1929, cuando el dictador soviético Joseph Stalin atacó a sus enemigos reales e imaginarios, Kopelev se encontraba en el bloque político. Fue arrestado por primera vez en 1929 por “conspirar con la oposición bukharinista y trotskista”, es decir, supuestamente por seguir las ideas de los rivales de Stalin en el Partido Comunista. Kopelev fue liberado después de diez días, pero eso fue sólo el comienzo.

En 1932, Kopelev trabajaba como corresponsal de noticias cuando fue testigo de la hambruna de Holodomor en Ucrania que fue causada por la colectivización forzada de Stalin. Como un comunista dedicado, siguió las duras medidas soviéticas contra los llamados “kulaks”, campesinos ricos considerados parte de la clase capitalista enemiga. Entre cinco y diez millones de personas murieron en la hambruna.

Humanismo burgués

Cuando la guerra con la Alemania nazi estalló en 1941, Lev Kopelev se ofreció voluntariamente para unirse al Ejército Rojo. Utilizó su excelente conocimiento del alemán, el cual aprendió cuando era niño y lo utilizó para su trabajo universitario, sirviendo como traductor y oficial de propaganda, ganándose varias medallas.

Siendo judío, Kopelev no era ajeno a los crímenes de los nazis. Su hermano murió en combate. Tras tomar a Kiev, las tropas alemanas mataron a dos de sus abuelos, una tía y un tío junto con otras 30.000 personas que fueron detenidas y conducidas al barranco de Babi Yar antes de ser fusiladas y enterradas.

Al mismo tiempo, el tema de los crímenes de guerra soviéticos, incluido el saqueo, el asesinato en masa y la violación de personas inocentes, estaba totalmente prohibido en el discurso comunista. Incluso hoy en día, es una fuente de controversia entre algunos rusos que ven la discusión de las atrocidades de la guerra como un intento de empañar la valentía de los soldados soviéticos en la Segunda Guerra Mundial.

Kopelev no veía las cosas de esta manera y condenaba en términos inseguros la lógica del ojo por ojo que algunos de sus compatriotas utilizaban para justificar el tratamiento soviético de sus conquistas al final de la guerra.

“No se puede condenar a toda una nación o clase compuesta de millones de personas por los crímenes de varios cientos o varios miles”, dijo Kopelev en una de sus últimas entrevistas.

Esta actitud no fue bien recibida por el liderazgo soviético. En 1945, tratando de proteger a los civiles alemanes de los caprichos de las fuerzas de ocupación, Kopelev fue arrestado y condenado a 10 años de prisión. Su crimen fue difundir “propaganda humanista burguesa” y mostrar “compasión hacia el enemigo”.

En la cárcel, Kopelev se encontró con un oficial militar que fue arrestado por criticar a Stalin en una carta privada. Décadas más tarde, este hombre, Aleksandr Solzhenitsyn, se haría famoso en todo el mundo por su “Archipiélago Gulag” y otras obras. Lev Kopelev se convirtió en la base de Rubin, un personaje en la novela de Solzhenitsyn “The First Circle”.

“En el pasado pensé que mi destino era muy infeliz e inmerecidamente cruel”, escribió Kopelev. “Ahora me doy cuenta de que en realidad era bueno y totalmente merecido. Yo merecía este destino porque realmente debía ser castigado. Yo obediente y fervientemente participé en crímenes durante tantos años: robé a los campesinos, glorifiqué servilmente a Stalin, mentí, enseñé a la gente a creer en mentiras y a venerar a los villanos. Pero mi destino fue afortunado porque los años pasados en prisión me salvaron de participar en nuevas fechorías y mentiras”.

Des-comunización

Kopelev fue liberado de la prisión en 1954, debido a que el dictador Joseph Stalin había muerto y los nuevos dirigentes soviéticos criticaron algunos de sus crímenes. Kopelev permaneció fiel al comunismo. Se le permitió reunirse con el Partido Comunista Soviético y continuó su trabajo sobre la literatura y las traducciones en alemán.

Condenar a Stalin no provocó ningún cambio fundamental en el régimen comunista de la Unión Soviética. En 1968, el gobierno comunista soviético de Checoslovaquia trató de introducir reformas políticas, que condujeron a la invasión del país por parte de la Unión Soviética y sus aliados.

Muchos disidentes soviéticos protestaron por esta acción, incluyendo Kopelev. Fue expulsado del Partido Comunista por su franqueza. En una reunión de la Unión de Escritores, Kopelev cruzó una línea cuando comparó a Stalin con Hitler. En 1977 todos sus escritos fueron prohibidos y fue despojado de sus derechos de enseñanza.

Y durante un viaje de estudio de un año a Alemania Occidental con su esposa Raisa Orlova, el gobierno soviético revocó la ciudadanía de Kopelev.

Después de este incidente, Kopelev se convirtió en un profesor e hizo un buen trabajo para fomentar los intercambios culturales ruso-alemanes y de historia. Junto con el ganador del premio Nobel de 1972, Heinrich Böll, escribió la obra “¿Por qué nos disparamos entre nosotros mismos?”

Kopelev a menudo daba entrevistas y conferencias. Uno de sus libros, el “Santo Doctor Fiodor Petrovich”, fue dedicado a Friedrich Joseph Haase (1780-1853), un médico alemán que trabajó desinteresadamente para reformar y civilizar el sistema imperial penitenciario ruso.

En 1989, cuando la Unión Soviética comenzó sus últimas reformas políticas, la ciudadanía de Kopelev fue restaurada y visitó su patria por última vez. La transición democrática que vio no lo convenció, por lo que volvió a Colonia, donde murió en 1997.

Se estima que el comunismo ha matado al menos 100 millones de personas, no obstante sus crímenes no han sido recopilados y su ideología aún persiste. La Gran Época busca exponer la historia y creencias de este movimiento, que ha sido una fuente de tiranía y destrucción desde su surgimiento. Lea toda la serie de artículos aquí.

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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