Nuestro sistema educativo convierte a Estados Unidos en tierra de idiotas útiles

Por Roger Simon
14 de julio de 2020 6:01 PM Actualizado: 14 de julio de 2020 6:01 PM

Comentario

Cuando era joven y acababa de llegar a Los Ángeles para abrirme camino en el negocio del cine, un amigo, recién graduado de la escuela de cine de la UCLA, estaba escribiendo un guión sorprendentemente titulado Los hijos de Stalin.

Era una visión comprensiva de las luchas de los jóvenes de la época (1969-70) que todavía se consagraban al camarada Stalin, si es que puede creer eso. (Bueno, tal vez ahora pueda).

No es sorprendente que el guión fuera ilegible y no recuerdo haberlo continuado más allá de la página diez, pero recientemente he estado pensando en ello por su presciencia.

El autor no era una amenaza para John Huston o Francis Ford Coppola, por decirlo suavemente, pero fue el progenitor de algo relativamente raro en esos días pero que hoy en día se generalizó: el «idiota útil», al estilo estadounidense.

A veces atribuido a V. I. Lenin, «idiota útil» es un término de procedencia turbia.

Sin embargo, su significado es claro: un individuo mal informado, fácilmente engañado, a menudo de la burguesía, que puede ser manipulado por la izquierda para apoyar sus causas más nefastas y sangrientas.

En estos días, los «idiotas útiles» están a nuestro alrededor.

La proliferación aparentemente interminable de seguidores incuestionables de Black Lives Matters es un ejemplo obvio.

Uno pensaría que esto se habría ejecutado con algo de sigilo, pero eso no era necesario para los «idiotas» ultra-ingenuos cuya ignorancia no conoce límites.

BLM no es una organización comunista encubierta, es abierta. Su liderazgo se anuncia a sí mismo como «marxistas entrenados» (en sus palabras). Recientemente, uno de sus líderes orgullosamente «no tomó partido» sobre la destrucción violenta y la escalada de asesinatos de negros contra negros en todo el país, lo que equivale a dar un asentimiento de aprobación.

En última instancia, quizás es más relevante que gran parte de su apoyo financiero más significativo proviene de Susan Rosenberg, una terrorista nacional convicta y aspirante a asesina de policías que una vez se alió con los Weathermen cuya sentencia de casi cadena perpetua fue conmutada por Bill Clinton el último día de su presidencia.

Irónicamente, junto con la típica multitud comunista, algunos políticos demócratas blancos (no negros) también están juntando algo de la recaudación de fondos de BLM. Es interesante saber quién se beneficia de Black Lives Matter.

Pero a casi nadie parece importarle, especialmente a los «idiotas útiles». (Una de las raras excepciones es quien acaba de rociar el «mural» de Black Lives Matter de la Quinta Avenida con la merecida pintura roja).

Pero a nadie le puede importar si nadie sabe, o incluso empieza a entender, lo que les está pasando.

La causa de esta extraordinaria ingenuidad es nuestro miserable sistema educativo, que no enseña nada mientras inculca sin cesar el canto izquierdista en las mentes de nuestra inocente juventud.

Somos una nación de «idiotas útiles» debido a ese sistema que empeora, cada año más extremadamente parcial. De hecho, nuestro sistema educativo es una máquina de fabricación de «idiotas útiles».

Esta máquina ha trabajado durante años de manera vertical. A medida que nuestros colegios y universidades más renombrados se convirtieron progresivamente en izquierdistas en las facultades y administraciones —más del noventa por ciento de los profesores ahora son demócratas, en su mayoría demócratas de izquierda— naturalmente, sus estudiantes hacen lo mismo, casi todos los cuales han sido adoctrinados por el sistema en un grado u otro desde la primera semana de sus primeros años.

Por supuesto que quieren complacer a sus profesores, obtener una buena calificación, etc. Los cursos que están tomando en primer lugar casi siempre están diseñados para el adoctrinamiento. (Vaya y mire los cursos de educación general requeridos de casi cualquier universidad si cree que estoy exagerando).

Estos mismos estudiantes continúan enseñando en otros colegios y universidades, a veces menos prominentes, así como también en nuestras escuelas primarias, intermedias y secundarias, incluso en nuestros jardines de infancia y guarderías, formando un sistema perfecto de sesgo uniforme.

Nada se cuestiona. Poco se examina. Tenemos un sinfín de clases y administradores de diversidad, pero lo que se conoce como diversidad de puntos de vista (diversidad de ideas) prácticamente ha desaparecido.

Somos una sociedad capitalista con un sistema educativo socialista. («Los niños de Stalin», pero no en una película, sino en la vida real).

No es de extrañar que tan pocos miren bajo la superficie lo que hace funcionar a Black Lives Matter, Antifa y sus aliados, lo que son sus verdaderas intenciones. (Ciertamente no se trata de salvar vidas negras. Están muriendo tantos, que es difícil mantenerse al día).

Este adoctrinamiento perdura después de la universidad, potenciado por los medios y por corporaciones cada vez más tímidas que adoran el altar de la corrección política. Nadie se anima a pensar por sí mismo. Es muy arriesgado. La mente libre ha sido capturada y encarcelada, irónicamente, por su escolarización, lo que se suponía que debía liberarla.

Por ahora, la excesiva violencia y destrucción, junto con una legislación socialista absurda que podría haberse escrito en Caracas, puede evitar que la izquierda asuma el poder inmediato y mantener a Trump en el cargo por un período más.

Pero dele a este sistema educativo unos años más (con la mayoría de los republicanos que continúan comportándose como eunucos de la corte) y habremos pasado el punto de no retorno. Seremos completamente una nación de «idiotas útiles».

No importa quién gane las elecciones, lo que se necesita ahora es un cambio para recuperar las escuelas de los sindicatos de docentes, de políticos y de los llamados expertos en educación, y devolverlas a las personas a las que están destinadas —sus consumidores— a los estudiantes y sus familias.

De lo contrario, deberían salirse del negocio.

Roger L. Simon es un novelista premiado, guionista nominado al Oscar y cofundador de PJ Media. Sus libros más recientes son “I Know Best: How Moral Narcissism Is Destroying Our Republic, If It Hasn’t Already” (No ficción) y “The GOAT” (ficción).


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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