Preguntas sobre el juicio de Ghislaine Maxwell

Por Conrad Black
11 de enero de 2022 3:36 PM Actualizado: 11 de enero de 2022 3:36 PM

Opinión

El reciente juicio de Ghislaine Maxwell plantea, como suele suceder con los juicios prominentes o complicados en Estados Unidos, serias preguntas sobre cómo funciona el sistema de justicia penal estadounidense.

Conozco a Ghislaine Maxwell desde hace 35 años y conocí a su padre bastante bien cuando ambos éramos propietarios de periódicos nacionales británicos. Era un hombre extravagante, pero sin duda muy poco ético, que tuvo una extraordinaria carrera, incluyendo un meritorio historial bélico, una desacreditada condición de proveedor de textos escolares a los países africanos, y una meritoria carrera como editor del London Daily Mirror y de los periódicos afiliados, en los que demostró un considerable talento para atraer al mercado sensacionalista británico.

Aduló a los líderes comunistas de los entonces llamados países satélites y el hecho de presentarse continuamente como una persona de gran influencia política en muchos de los países del mundo, lo que suele ser, aunque no siempre, una completa ficción. Su última entrevista con el dictador rumano Nicolae Ceausescu, unas semanas antes de que fuera derrocado en una revuelta de masas y ejecutado con gran entusiasmo público, incluía la joya: «Dígame, señor presidente, ¿por qué su pueblo le quiere tanto?».

Recuerdo que le visité en su casa cerca de Oxford y le pregunté en un momento dado por una espléndida vajilla expuesta en vitrinas a lo largo de toda una pared de una gran sala. Bob explicó con indiferencia que, como miembro multilingüe de la fuerza de ocupación del ejército británico en Berlín Occidental, después de la Segunda Guerra Mundial, deambulaba por las prósperas áreas residenciales, que no habían sido fuertemente bombardeadas, y requisó objetos valiosos para apropiarse de ellos (una grave violación de reglas militares por las que podría haber sido reducido en rango de su condición de capitán). Durante una de esas revisiones se topó con esta vajilla de la cual dijo que tenía una procedencia de los Romanoff (casa gobernante de Rusia), lo cual era creíble dada su magnificencia.

El destacamento de hombres de Bob para su misión de saqueo personal entró a la fuerza a una casa particular y puso la vajilla en un camión del ejército británico, sin saber que estaban en el barrio francés de Berlín Occidental. Pasó un soldado francés que patrullaba, avisó a los superiores y poco después llegó un coronel francés y le aconsejó que pusiera la vajilla donde la encontró.

Bob me dijo, de forma bastante plausible y con evidente orgullo, que respondió al coronel francés «Creo que tengo una idea mejor coronel. ¿Por qué no designamos usted y yo a alguien para que reparta esta espléndida vajilla a partes iguales y yo haré que una mitad sea entregada a su atención en cualquier lugar de las tres zonas aliadas occidentales, y yo me encargaré de la otra mitad?» Esto fue acordado. Bob Maxwell era un talentoso cuentacuentos y tenía muchas historias que contar.

Ghislaine Maxwell era una joven muy atractiva, viva, vivaz y encantadora. Cuando su padre murió, desatando un inmenso escándalo por la supuesta sustracción de cuantiosos fondos del fondo de pensiones del Mirror, que su familia nunca ha dejado de afirmar que pretendía devolver, su considerable fortuna se esfumó.

Nunca ha estado claro si su muerte fue accidental o un suicidio (descarto los inevitables rumores de asesinato), y sus dos hijos menores fueron acusados de complicidad en fraude financiero y fueron absueltos, lo que deja al propio Robert Maxwell sin enfrentar una condena por fraude financiero. Sus hijos fueron juzgados como sus representantes. Irónicamente el abogado de Ghislaine alegó en su reciente juicio que ella respondía por cargos que le correspondía enfrentar al difunto Jeffrey Epstein.

Ghislaine anduvo algo escasa de ingresos hasta que al cabo de unos años se puso al lado de Epstein. Yo también conocía a Jeffrey, aunque no tan bien; era un asesor muy cercano a un director de nuestra empresa, el exitoso minorista de ropa femenina Leslie Wexner, con quien tenía mucha influencia financiera, además de una gran cercanía personal. Veía a Jeffrey y Ghislaine de vez en cuando y me parecían una pareja de mediana edad próspera y presentable.

Obviamente, no tenía idea de las actividades ilegales por las que han sido condenados. Alan Dershowitz actuó para Jeffrey y, en ocasiones, también para mí, y confío en su análisis de los problemas legales originales de Jeffrey Epstein. Estos se resolvieron sobre una base que los críticos de Epstein consideraron demasiado blanda y que causó cierta vergüenza al fiscal, el futuro secretario de Trabajo de la era Trump, Alexander Acosta, que tuvo que dimitir bajo esta presión cuando Epstein fue acusado de nuevo.

Tanto el señor Acosta como el profesor Dershowitz han declarado que las pruebas contra Epstein no eran especialmente convincentes y que los testigos disponibles fueron vulnerables en el contrainterrogatorio. Ciertamente hubo una queja audible sobre la supuesta sentencia blanda que logró Epstein, al presentarse en la prisión de West Palm Beach sólo por las noches y durante unos once meses.

Por eso, cuando fue apresado al aterrizar en su propio avión al volver de Europa y su gran casa de la Quinta Avenida (que le compró a Wexner), fue allanada por la policía, y se presentaron fuertes cargos contra él, tras lo cual murió notoriamente en la cárcel aparentemente como un suicidio, yo fui una de las pocas personas que sugirió que tal vez quisiéramos darle el beneficio de un juicio antes de condenarlo.

Lo único por lo que se le condena hoy es por el acuerdo de culpabilidad de 2009. Su muerte prematura hizo que esa cuestión fuera académica. Pasaron los años y como Ghislaine Maxwell no sería difícil de localizar, supuse que se había librado de cualquier vulnerabilidad legal. Es ciudadana francesa, entre otras nacionalidades, y supongo que si tuviera alguna preocupación al respecto se trasladaría a Francia, que no extradita a Estados Unidos, como lo ha demostrado Roman Polanski.

No seguí su juicio excepcionalmente de cerca, pero no me impresionó especialmente el testimonio de los cuatro testigos anónimos y algunos de los testimonios de hace más de 25 años, y no estuve de acuerdo con el elogio del juez que las catalogaba como valientes.

Se presentaron de forma anónima después de un silencio de muchos años y fueron alentadas por los fiscales, quienes autorizaron cantidades sustanciales de dinero para ellas del Fondo de Defensa de Jeffrey Epstein si testificaban y les advirtieron que, si testificaban, tendrían un argumento más fuerte para obtener más del Fondo de Defensa de Epstein, hacia el cual dichos fiscales tienen alguna obligación fiduciaria.

Creo que esta es una forma inapropiada de incentivar a los testigos y que, en esta, como en muchas otras áreas, el procedimiento penal estadounidense está en contra de los acusados. Otras revelaciones recientes de conversaciones entre un miembro del jurado que había sido victimizado sexualmente y los medios de comunicación y su influencia en otros miembros del jurado arrojan dudas adicionales sobre los procedimientos. Se ha solicitado una declaración de juicio nulo.

Hago hincapié en que no hay otra alternativa que asumir que los veredictos son justos, pero para que la sentencia de Ghislaine Maxwell sea justa, se deben considerar atenuantes. Por supuesto, la Sra. Maxwell es responsable de sus acciones y si tenía alguna razón para saber que estaba procurando menores para Epstein e, incluso, para su propio deleite sexual, aunque no hubo evidencia de coerción, eso es un asunto criminal grave.

Pero el estatus legal de las mujeres en edad de consentimiento, que regresaron voluntariamente, que nunca fueron víctimas de coerción física y que permanecieron en silencio durante más de una década hasta que fueron incentivadas desde el Fondo de Defensa de Epstein, que fue utilizado por los fiscales como un fondo para condenar a la Sra. Maxwell, para generar mayores pagos del mismo fondo, sería injusto para Ghislaine Maxwell y para los legítimos herederos del patrimonio de Epstein.

Creo que la discusión de una sentencia en este caso de más de 15 años es angustiosamente severa. Descarto como exagerados los informes de que una gran cantidad de personas prominentes pagaron a Epstein decenas o incluso cientos de millones de dólares en chantaje y finalmente lo asesinaron, y están recompensando a Ghislaine Maxwell por su silencio. El mundo está lleno de falsas conspiraciones.

Como he escrito antes aquí y en otros lugares, Estados Unidos tiene el cinco por ciento de la población mundial y el 25 por ciento de sus personas encarceladas, y un promedio de nueve veces más personas encarceladas per cápita que Australia, Canadá, Francia, Alemania, Japón y el Reino Unido.

En las acusaciones federales, la tasa de condena es de aproximadamente 98 por ciento, 95 por ciento sin juicio, porque las posibilidades de una defensa exitosa son muy mínimas, principalmente debido a la capacidad de los fiscales para manipular el sistema de negociación de culpabilidad para sobornar o extorsionar evidencia que está inmunizada contra cargos de perjurio. Si este caso no se considera un juicio nulo, todavía no hay excusa para imponer una pena de 15 o más años de prisión, como se espera ampliamente, a Ghislaine Maxwell.


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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