Régimen iraní ansía vengarse por Soleimani, pero enfrenta desafíos a su gobierno

Por MICHAEL LEDEEN
08 de Enero de 2020 2:44 PM Actualizado: 08 de Enero de 2020 6:48 PM

Opinión

Qassem Soleimani fue eliminado del campo de batalla por aviones no tripulados estadounidenses y el régimen iraní ordenó a todo el país que lo llorara. Muchos iraníes no lo hicieron y se quedaron sentados a pesar de que el líder supremo, Alí Khamenei, se mostró con lágrimas en los ojos. Los líderes del régimen prometieron venganza.

Aquellos iraníes que sí lloraron, mayormente lo hicieron porque se les dijo que se presentaran, y sus trabajos dependían de su obediencia. No importaba que no se les hubiera pagado en semanas o meses; fueron trasladados de ciudad en ciudad en autobús y tren y alimentados de las arcas públicas. Si se mira cuidadosamente a los “dolientes”, se pueden ver los mismos rostros en las turbas de todo el país.

No hay duda de que las lágrimas de Khamenei eran genuinas; Soleimani había sido un gran pilar de fuerza para el régimen a lo largo de veinte años de mandato del líder supremo de setenta años. Sobre todo, él y sus tropas de la Fuerza Quds proporcionaron la espina dorsal para la supervivencia de Assad en Siria, y sostuvieron de la mano a Nasrallah durante la batalla con Israel y fue el cerebro del asalto iraní contra Yemen y Arabia Saudita.

Soleimani se convirtió en el segundo hombre más poderoso de la República Islámica y en el principal contendiente para el sucesor de Khamenei. Desafió una orden de las Naciones Unidas de permanecer dentro de Irán, y nadie trató de detenerlo hasta que los aviones teledirigidos estadounidenses terminaron sus actividades la noche del 2 de enero.

La muerte de Soleimani fue un golpe terrible para el régimen, que ahora debe hacer frente a un desafío generalizado a su gobierno, tanto dentro de Irán como en toda la región. Khamenei es muy consciente de su debilidad; aparte de la pequeña porción de fieles seguidores a su alrededor, se enfrenta a decenas de millones de iraníes que han visto, de primera mano, el fracaso de la República Islámica.

Los bancos no tienen dinero, los mercados no tienen alimentos asequibles, las fuerzas de seguridad se despliegan constantemente para mantener a raya a las fuerzas antirreglamentarias con cientos de nuevas detenciones cada día, y las ejecuciones públicas son algo habitual. Por eso el régimen organizó un falso ataque contra objetivos estadounidenses en Irak en las bases aéreas de Erbil y al Assad. Khamenei tuvo que fingir que había contraatacado a las tropas estadounidenses la noche del 7 al 8 de enero.

El Ministro de Relaciones Exteriores Harif lo puso en un tweet:

“Irán tomó y concluyó medidas proporcionales en defensa propia bajo el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas contra las bases de ataque desde las cuales se lanzaron cobardes ataques armados contra nuestros ciudadanos y altos funcionarios. No buscamos una escalada o una guerra, sino que nos defenderemos de cualquier agresión”.

Los iraníes saben que cualquier conflicto directo con Estados Unidos sería fatal para el régimen y Khamenei no desea caer como el líder supremo que cayó del poder y la gracia. Khamenei ha estado luchando contra Estados Unidos y matando americanos durante veinte años. Ya tiene suficientes problemas sin una lucha continua con Estados Unidos.

Las “respuestas” iraníes en lo referente a Soleimani se limitarán a acciones encubiertas en el extranjero y a la continuación de la dura represión local. Khamenei está bastante preparado para luchar hasta con el último árabe, como vimos anoche cuando los iraquíes fueron golpeados por misiles iraníes.

Lo único seguro es que Irán no se vengó de Donald Trump. Sin duda anhelan venganza, les encantaría verlo muerto o al menos fuera de sus funciones. Pero tendrían que organizar las votaciones para hacerlo, y dudo que los setenta millones de iraníes que detestan al régimen esperen hasta noviembre para que eso suceda.

Michael Ledeen es un erudito de la libertad en la Fundación para la Defensa de las Democracias. Se ha desempeñado como asesor del Consejo de Seguridad Nacional y de los departamentos de Estado y de Defensa, y como asesor especial del secretario de Estado. Es autor de 35 libros, el más reciente de los cuales es “Field of Fight: How to Win the War Against Radical Islam and Its Allies” (Campo de batalla: cómo ganar la guerra contra el Islam radical y sus aliados), del que es coautor junto con el teniente general retirado Michael T. Flynn.

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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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