Sobre el buenismo y otros obstáculos para despejar el pensamiento

El pensamiento de grupo pone la conformidad por encima de los hechos y la realidad

Por Brad Bird
01 de Febrero de 2021 7:39 PM Actualizado: 01 de Febrero de 2021 7:39 PM

Opinión

¿Por qué se condena al buenismo y a la corrección política? Es porque interfieren con el pensamiento claro y lógico, produciendo decisiones y políticas erróneas que desperdician dinero y perjudican a mucha gente. Canadá y otros países están llenos actualmente de ejemplos de pensamiento torcido. Rex Murphy, Barbara Kay, Tucker Carlson y Jordan Peterson se encuentran entre los que lo revelan.

Las personas que tienen el hábito de pensar con claridad demuestran una percepción constante de las causas reales de los problemas y formas eficaces de abordarlos. Los exprimeros ministros canadienses John A. Macdonald, Mackenzie King y Louis St. Laurent fueron pensadores claros en su mayor parte, al igual que los estadounidenses Abraham Lincoln, Harry Truman y Ronald Reagan, entre otros. También coloco a Donald Trump en esta categoría, pero no a su sucesor o predecesor. Si Barack Obama hubiera sido un presidente bueno y de pensamiento claro, Trump no habría tenido que arreglar tanto lío.

El buenismo y la corrección política son formas de pensamiento de grupo, un tipo de pensamiento que va en contra del pensamiento claro porque pone la armonía y la conformidad por encima de los hechos y la realidad. El pensamiento grupal daña a los partidos políticos y al “progresismo”.

Las contrataciones laborales que priorizan el genero sobre el mérito y la idoneidad son un reflejo del pensamiento de grupo. La cancelación de Joe Biden al oleoducto Keystone XL es el reflejo de un pensamiento grupal. Canceló el proyecto no porque tuviera sentido económico hacerlo (claramente no lo hizo) sino para aplacar a una parte ruidosa e irracional del Partido Demócrata que lo puso en el poder. Lo hizo para conformarse. Cegados por el pensamiento grupal, Biden y los progresistas creen que acabar con proyectos para la extracción de petróleo y gas natural es bueno para “el planeta”.

Esto ignora muchos hechos relevantes: que el petróleo es muy necesario y se produce en todo el mundo y así lo será durante las próximas décadas; que decenas de miles de familias buscaban esos trabajos en oleoductos y gasoductos en Estados Unidos y Canadá, especialmente en Alberta, para llevar comida a sus casas; que ya tenemos en ambos países muchos miles de millas de oleoductos seguros y que funcionan bien; que el ferrocarril es una forma de transporte más peligrosa, sucia y cara, etc., etc.

¿Y la activista sueca Greta Thunberg? Debido a que ella pronuncia las mismas tonterías triviales sin respetar la complejidad de los temas, expresa principalmente un pensamiento grupal.

¿Qué es el buenismo? En un nivel, el buenismo es simplemente un estado de conciencia, especialmente hacía problemas sociales como el racismo y la desigualdad.

Pero necesitamos ir más allá de esto. James Lindsay, autor de “Cynical Theories” (Teorías Cínicas), define el buenismo como una fusión de la escuela de teoría crítica y el neomarxismo, que es una forma de política de identidad y activismo radical que separa al mundo en opresores y oprimidos. Esta es una falsa dicotomía, un ejemplo de pensamiento torcido que lleva a conclusiones erróneas. Decir que el mundo está tan dividido es una simplificación excesiva, dadas nuestras libertades y protecciones legales.

Lindsay continúa diciendo que la verdad se convierte no en una realidad objetiva sino maleable, basada en el poder y que impulsa la narrativa de lo que realmente es la verdad. “En efecto, la verdad es reemplazada por mi verdad”, como lo expresó Jarrett Stepman en The Daily Signal.

Y así, el control de la narrativa, como han señalado otros, es fundamental para el poder y la capacidad de controlar el pensamiento de las personas, es decir, las personas que no piensan críticamente. Por el bien de nuestras democracias, por la preservación de la sabiduría transmitida a través de los siglos desde los tiempos clásicos de Aristóteles y Cicerón hasta nuestros días, debemos ayudar a aumentar el número de personas que pueden ver a través del sinsentido en el que se ha convertido el buenismo.

El buenismo comenzó en Estados Unidos en la década de 1940 como un concepto positivo y fue utilizado por los negros para expresar que alguien se ha sensibilizado o ha despertado a cuestiones de justicia. Se politizó en 2014 después de la muerte de Michael Brown en Missouri, lo que precedió la creación de Black Lives Matter. Ahora es una abreviatura de progresismo y se ha convertido en un término peyorativo debido al pensamiento de grupo.

La afirmación de Jean-Jacque Rousseau que dice que la sabiduría reside en el pueblo se vuelve falsa cuando la gente no puede pensar con claridad. Por lo tanto, debemos alentar a nuestras escuelas a que enseñen a sus estudiantes los conceptos básicos del pensamiento lógico y claro y cómo evitar las falacias comunes, comenzando, por ejemplo, en el sexto grado. Debemos alentar a nuestros estudiantes universitarios a inscribirse en clases de lógica. Lo que realmente duele, sin embargo, es que muchos de los maestros encargados de dar forma a las mentes jóvenes están ellos mismos embutidos de buenismo y de corrección política y no se puede confiar en que hagan bien su trabajo.

Es una situación triste, ¡no es de extrañar que las ventas de bebidas alcohólicas estén aumentando!

La simple conciencia del racismo es algo bueno porque nos ayuda a sofocarlo. Sin embargo, se convierte en algo malo cuando, basados en el buenismo, se extrapola el verdadero concepto a la falsa premisa del “racismo sistémico”.

Cuando una persona piensa que experimenta racismo por parte de una o dos personas en una oficina gubernamental, significa que esas personas pueden ser racistas. No significa necesariamente que el racismo sea sistémico en esa oficina o sociedad. Después de todo, los esfuerzos para combatir el racismo se remontan, al menos, a la década de 1930, cuando los clarinetistas de jazz Benny Goodman y Artie Shaw promovieron la integración contratando a negros como Billie Holiday.

Démosles algo de crédito a ellos, a los que lucharon contra el racismo en la década de 1950 y a los esfuerzos de Martin Luther King en la década de 1960, y al resto de nosotros, que hoy somos ciudadanos imparciales. ¿Suena razonable?

Brad Bird es un periodista y editor galardonado con sede en B.C. Tiene una maestría en Estudios Políticos (Universidad de Manitoba).


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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