De una vida de sufrimiento y odio, encontré un camino hacia la felicidad y la paz interior

Por The Epoch Times
02 de Julio de 2019 10:40 PM Actualizado: 03 de Julio de 2019 12:37 PM

El Sr. Fang, oriundo de Bac Ninh, Vietnam, comparte su experiencia de notable recuperación de las dolencias físicas y mentales que sufrió como consecuencia de su atormentada infancia.

Este es un relato de como pasé de una vida de miseria y miedo a encontrar un verdadero camino hacia la felicidad y la satisfacción.

No puedo enumerar las veces que mi pobre madre sufrió palizas por parte de mi padre. Desde que tengo memoria, mi papá regañaba, golpeaba y perseguía a mi mamá fuera de la casa, incluso en pleno invierno.

A veces, arrastraba a mi madre por los cabellos hasta el estanque cercano y la obligaba a sumergir su cabeza en el agua. Otras veces, por las cosas más pequeñas, le vertía una olla de sopa caliente sobre la cabeza, y le quemaba el cuero cabelludo. Fue más que desgarrador ver esto como un niño.

Infancia atormentada

“¡Mátala a golpes! ¡Mátala a golpes!”

Esas fueron las palabras de mi abuelo que animaba a mi padre mientras golpeaba a mi madre. Recuerdo esa voz horrible incluso ahora.

A los hombres adultos de mi vida no les importaba el suplicio que infligían a sus familias. Todo lo que les importaba era liberar la ira a expensas de sus esposas, que se dedicaban a cuidar de sus esposos e hijos. Durante años, los ruidos de mi padre golpeando a mi madre me persiguieron, incluso en mis sueños.

Cada vez que veíamos a nuestro padre abusar con crueldad de nuestra madre, mi hermano y yo temblábamos de miedo. Nos ocultábamos en un rincón, con el corazón palpitando, sin atrevernos a mover una pestaña. Todo lo que podíamos hacer era soportar la violencia.

Por alguna razón, mi padre hizo una tradición golpear a mi madre el primer día del Año Nuevo. En el primer día de primavera, la gente celebraba con comida y bebida; pero en nuestra casa, a medida que se acercaba el Año Nuevo, me ponía más ansioso, y deseaba que nunca llegara. No quería ver a mi pobre madre recibir otra paliza. El hipnótico humo de incienso que llenaba el aire durante el festival de Año Nuevo era un nefasto recordatorio de esta terrible experiencia.

No tenía amigos en la escuela. No importa cuánto intentes mantener la privacidad en el campo, la gente se enterará de tus asuntos familiares. Ellos lo sabían todo. Mis compañeros no venían a nuestra casa y yo no me atrevía a salir a jugar o a ir a la casa de otros. Solo aceptaba un destino de soledad y miedo.

Vivía en silencio, solo y ansioso. Mi condición psicológica debilitó mi salud y desarrollé muchas enfermedades crónicas.

Sin amigos, no jugaba afuera y no participaba en ninguna actividad escolar. Mi padre insistía en que siempre volviera a casa enseguida después de la escuela.

Una vez mi escuela lanzó una campaña de recaudación de fondos y pidió a los estudiantes que compraran palillos de dientes de bambú para conseguir dinero para ayudar a las personas con discapacidades. Mi padre no me dio dinero para la colecta de fondos, lo que me convirtió en el único estudiante que no aportó nada. Cuando mi maestro me pidió mi contribución, repetí las palabras de mi padre: “Podemos hacer palillos de dientes en casa nosotros mismos, sin necesidad de comprarlos”. Estaba muy avergonzado frente a la clase. Mi padre tampoco pagaba la matrícula de la escuela a tiempo, lo que me causaba mucha humillación.

Tratando de encontrar una salida a la violencia

Crecí deseoso de huir algún día del infierno terrenal de nuestra casa. A principios de 2005, cuando tenía 19 años, seguí a mi primo y me fui del pueblo. Estaba dispuesto a ir a cualquier parte para escapar de esa terrible casa.

El Sr. Fang realiza uno de los ejercicios de la práctica de meditación Falun Dafa.

Dejé a mi madre, la pobre mujer que sufrió sin quejas pero que no huyó. Incluso cuando se divorció de mi padre y se fue a Hanoi para empezar un negocio, no pudo soportar estar separada de sus hijos, y regresó a casa, donde continuó con el sufrimiento a manos de mi padre.

Aunque mi cuerpo se alejó de ese infierno, no pude escapar de los penosos recuerdos que me asustaban todos los días. Tenía una visión muy oscura de la vida, odiaba a mi padre y a todos sus parientes.

Sufría de depresión y de varias enfermedades, incluyendo hepatitis B, infecciones de los senos paranasales, trastornos del ritmo cardíaco y asma. Lo que es peor, mi corazón estaba lleno de odio, y no podía perdonar a mi padre y a su familia.

Tenía preguntas que no podía resolver: ¿Por qué mi madre fue golpeada tan cruelmente sin que nadie acudiera en su defensa? ¿Por qué regresó después de su divorcio para sufrir de nuevo esas palizas?

Me establecí en el sur. Mi madre con el tiempo se fue conmigo, y confiamos el uno en el otro. Asistí a la escuela de formación profesional mientras mi madre trabajaba como secretaria en una empresa. Aunque  alcancé un nivel de estabilidad en el exterior, todavía algo quedaba atorado en mi interior, tanto mental como físicamente.

Me mantuve sin saber ni preocuparme de como les iba a mis otros parientes. El estado de ánimo de alguien que sufre de depresión puede variar mucho, y yo luché con sentimientos de terquedad, silencio y odio. Por lo general, las personas de veinte años están llenas de esperanza y amor, pero mis veinte estaban llenos de oscuridad y de los sufrimientos de un alma herida.

Afortunados de encontrar un camino a la felicidad

A los 27 años, en 2013, de manera inesperada encontré la felicidad. Fue entonces cuando se me abrió una puerta y me encontré a mí mismo. Me sacaron del lodo, me limpiaron, y una vez más me hicieron humano. Encontré una manera de volver a ser una buena persona.

Ese año, mi madre se enfermó muy fuertemente. Busqué en Internet métodos de curación. Para mi sorpresa, encontré mucha información útil en un sitio web que mostraba una práctica de meditación llamada Falun Dafa y pensé que esta escuela podía curar las heridas de mi cuerpo y alma.

Con curiosidad, descargué y leí “Zhuan Falun”, el texto principal de Falun Dafa, y me atrajo el libro. De repente tuve una clara comprensión de lo que causa el sufrimiento en el cuerpo y en el alma, y aprendí que yo era el único que podía eliminar el odio que tenía.

El Sr. Fang lee “Zhuan Falun”, el texto principal de la práctica de meditación Falun Dafa.

Después de esto, eliminé mi odio hacia mi padre y su familia, y hacia cualquier otra persona a la que le guardara rencor. La pesada piedra de odio que durante tanto tiempo estuvo en mi mente se rompió en pedazos y se desvaneció.

Practiqué la Verdad, Benevolencia y Tolerancia -los principios de Falun Dafa- en cada pensamiento y en cada acción. Miré mi situación y mi ambiente de una manera más sencilla, y de repente me di cuenta que la vida no es tan complicada como antes pensaba.

Como Falun Dafa enseña, una vida humana muy preciosa. Una vez que entendí esto, vi mi camino, y ya no tenía miedo ni me sentía perdido. Comprendí como llevar una buena vida y vivir bien. Esto es lo más importante. Debido a que la muerte no asusta, la enfermedad tampoco. Lo que de verdad es aterrador es hacer algo malo sin darnos cuenta y sin saber para qué vivimos.

Han pasado más de tres años desde que conocí a Falun Dafa, y mi vida cambió por completo. Los ejercicios de Falun Dafa me dieron un cuerpo sano y un corazón amoroso. Ahora sé como perdonar y ser tolerante.

Ahora sé como eliminar mis cualidades y pensamientos negativos y conservar los buenos. Eso es lo que más atesoro de la inmensa sabiduría de Falun Dafa. Y después de más de tres años de práctica, me sentí tan bien que ya no tuve que tomar más mi medicación. No tuve que ir al hospital para tratar las enfermedades crónicas que antes padecía, lo que me ahorró mucho dinero.

Lo que es más especial, antes cuando escuchaba a alguien mencionar dos palabras “Bac Ninh”, el nombre de mi ciudad natal, de inmediato me sentía muy incómodo en mi mente. Ahora, ya no me ahogo cuando alguien lo menciona, y puedo dejar ir los recuerdos de mi infancia llenos de lágrimas. Ahora estoy seguro de una cosa: donde quiera que vaya y haga lo que haga, tengo esperanza. Tengo derecho a elegir mi futuro para ser feliz cada mañana, a elegir la alegría para reemplazar la tristeza. Sabía como transformar mi presente de la angustia y el odio, en momentos hermosos y maravillosos. Sé como vivir con tranquilidad para contemplar mejor esta vida.

Lo que me hace más feliz es practicar los ejercicios de Falun Dafa en el parque con mis amigos, tías y tíos. Mis compañeros practicantes de esta practica de meditación son honestos y brillantes. Ellos simpatizan y comparten sus dificultades y su felicidad conmigo. Siempre se esfuerzan por cultivar su carácter para mejorar, y se esmeran en pensar y actuar siempre de acuerdo con los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia.

Desde los abismos del sufrimiento y el odio, tuve la suerte de encontrar las alturas de la felicidad. Esta práctica me ayudó a encontrar el camino de regreso a mi verdadero ser, y a sanar las heridas de mi alma y de mi cuerpo en el proceso. Antes, era como un cadáver ambulante que ahora se convirtió en una nueva persona, en alguien que encontró la alegría y un propósito en este mundo. Estoy muy agradecido a Falun Dafa por devolverme mi vida y mi felicidad. Al compartir mi historia, me gustaría ayudar de todo corazón a otros y espero que más gente pueda tener la suerte y la felicidad que yo tengo.

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Nota del editor:

Falun Dafa es una práctica de cultivación de mente y cuerpo que enseña Verdad, Benevolencia y Tolerancia como una manera de mejorar la salud y el carácter moral y alcanzar la sabiduría espiritual.

Para más información sobre la práctica, visite www.falundafa.org. Todos los libros, música de ejercicios, recursos e instrucciones están disponibles sin costo alguno.

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