Los dos ingredientes necesarios para que Nicolás Maduro caiga
Quienes siguen los acontecimientos en Venezuela se preguntan desde hace meses, cuánto tiempo puede durar el régimen socialista de Nicolás Maduro y cuánto peor puede llegar a ser la crisis económica y social. Muchos expertos predijeron que el régimen de Maduro caería en cuestión de meses.
Anteriormente sugerí que el final solo se produciría si se cumplen dos condiciones. En primer lugar: los costos de la salida de Maduro, de su círculo íntimo y de los oficiales militares de más alto rango -que se encuentran en lo más profundo del tráfico internacional de drogas- tendrían que ser resueltos pacíficamente a través de una mediación externa. Segundo: la oposición política tendría que crear un frente unificado para dar semblanza al gobierno que reemplazaría al régimen de Maduro.
Hoy en día, los venezolanos están dramáticamente peor de lo que estaban hace apenas tres meses. Las exportaciones de petróleo, que proporcionan la mayor parte de los ingresos del gobierno, siguen disminuyendo. La presión internacional sobre el régimen aumenta. Estados Unidos y la Unión Europea impusieron sanciones a más de una docena de funcionarios venezolanos. Las Naciones Unidas y Oxfam hicieron declaraciones públicas sobre las desesperadas condiciones sociales del país, y la Organización de los Estados Americanos condena formalmente al régimen.
Sin embargo, la oposición no está mucho más cerca de unir fuerzas hoy que hace tres meses, y esos desagradables costes de salida no se resuelven.
Espiral descendente
La situación dentro de Venezuela ha pasado de ser desesperada a distópica. Más de 2 millones de venezolanos han huido del país desde la «revolución socialista», acercándose al 10 por ciento de los 31 millones de habitantes del país.
La hiperinflación se hizo realidad hace meses. El Fondo Monetario Internacional (FMI) predijo que la inflación alcanzaría el 1 millón por ciento a finales de 2018, lo que colocaría a Venezuela en un pequeño grupo que incluye a Alemania de 1923 y Zimbabwe a principios de la última década. El dinero no vale nada, los contratos se anulan. El FMI pronostica que la economía se contraerá un 18 por ciento; el tercer año que se reduce de a dos dígitos. El régimen empobrece a los venezolanos, con algunas afortunadas excepciones.
Los medicamentos y los alimentos son importados, y las redes militares se encargan de distribuirlos. Los hospitales están cerrados u ofrecen servicios limitados; el transporte público es esporádico e impredecible. La comida en los supermercados está disponible solo después de esperar en la fila durante horas cada día. Las escuelas están cerradas porque el gobierno no paga a los maestros y no hay suministros para los estudiantes.
Al mismo tiempo, las exportaciones de petróleo que proporcionan al Estado los ingresos para pagar las importaciones, están disminuyendo. Apenas el mes pasado, la producción de petróleo de Venezuela cayó por debajo de 1 millón de barriles por día, un nivel no visto en más de 30 años.
La compañía petrolera nacional, PDVSA, no tiene dinero para mantener los pozos ni para pagar las plataformas para producir el petróleo. También puede perder su flota de petroleros porque no puede permitirse pagar más de 2000 millones de dólares adeudados a ConocoPhillips. La empresa estadounidense logró que un tribunal autorice la confiscación de los activos de PDVSA como compensación. Hay varios otros impagos de este tipo en las compañías mineras y petroleras, que dificultará que PDVSA revierta la espiral descendente de producción.
Mientras que la caída de los ingresos petroleros condenará en última instancia al régimen de Maduro, es demasiado lento para rescatar al pueblo venezolano del hambre y del cataclismo social. Entonces, ¿por qué no cae el régimen? La respuesta simple es que Maduro ha tenido éxito en capturar las instituciones críticas del estado y ha ganado dos elecciones amañadas -una en mayo para reelegirlo para otro mandato presidencial y la otra en 2017 para elegir a las autoridades locales y regionales.
En diciembre de 2015, la última vez que el partido gobernante perdió una elección para el control de la Asamblea Nacional, Maduro simplemente creó otro cuerpo legislativo. Esa fue la Asamblea Constituyente, y dejó impotente a la Asamblea Nacional controlada por la oposición. Ganó las dos últimas elecciones porque la oposición se negó a participar y porque el régimen manipuló el proceso electoral encarcelando a los políticos de la oposición, excluyendo a los partidos hostiles y utilizando el control del gobierno sobre el suministro de alimentos, para así asegurarse que la gente fuera a las urnas a votar por él.
El control de alta tecnología sobre la distribución de alimentos -a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP)- también ayuda a explicar, por qué no hubo revueltas frente a tales privaciones. El régimen entrega a sus leales seguidores y a los pobres, un documento de identidad especial denominado «carnet de la patria», con un chip electrónico. Con la tarjeta pueden obtener alimentos y otros suministros en los centros de distribución del gobierno. En las elecciones de mayo, los funcionarios les dijeron que llevaran su carnet al centro de votación, y que después de votar visitaran uno de los muchos quioscos administrados por el gobierno para que les recargaran el chip. El régimen socialista está utilizando su control sobre el suministro de alimentos como instrumento de represión.
El creciente autoritarismo
El caso venezolano es de interés para los estudiantes de geopolítica porque encaja en una discusión creciente sobre cómo los llamados regímenes híbridos utilizan las trampas de los sistemas democráticos para disfrazar su carácter autoritario, y cómo los funcionarios electos pueden socavar las democracias. Estados Unidos es el país que más especula, mientras que la Unión Europea también está siendo objeto de un intenso escrutinio. La definición mínima de democracia es que los resultados electorales deben ser inciertos. Este ya no es el caso de Venezuela.
La fiscal de la Corte Penal Internacional, Fatou Bensouda, ha indicado que su oficina está abriendo una investigación sobre la crisis venezolana. ¿Acabará Maduro como el expresidente yugoslavo Slobodan Milosevic? Una vez más, eso requiere alguna forma de consenso comunitario.
El 22 de julio, un fiscal federal de Estados Unidos presentó una demanda penal en Miami alegando que funcionarios venezolanos habían blanqueado unos 1200 millones de dólares. Aunque esto puede hacer que el gobierno de Estados Unidos parezca que se está preparando para intervenir, no se puede hacer nada mientras la oposición no pueda reunirse.
Si observamos el auge del populismo nacionalista y las amenazas a la democracia en Europa en los últimos años, podemos ver que el éxito de los movimientos autoritarios a menudo depende de la debilidad de la comunidad regional. ¿Quién o qué grupo ayudará a sacar a Maduro del poder, y cómo puede tener éxito la presión exterior sobre él sin una alternativa doméstica coherente?
Las organizaciones regionales en el Hemisferio Occidental han sido incapaces de diseñar una estrategia para lograr una transición pacífica a un gobierno más democrático.
Roles para Cuba y México
El camino hacia una solución pacífica pasa por La Habana y podría incluir la Ciudad de México. ¿Puede Cuba ofrecer un refugio seguro para Maduro, tal vez como moneda de cambio para un acuerdo más amplio con Estados Unidos? Venezuela sigue abasteciendo a Cuba con petróleo barato, llegando incluso a comprar crudo en el mercado abierto para abastecer a las refinerías cubanas. Las fuerzas militares y de inteligencia cubanas ayudan al régimen de Maduro a controlar su propia población. Para desempeñar el papel de pacificador, Cuba debe aceptar retirar a todos los agentes militares y de inteligencia.
El nuevo presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), es un comodín. Quiere volver a la llamada Doctrina Estrada de la no intervención. De ser así, México no se uniría al resto del Grupo de Lima -una alianza de 17 países establecida en agosto de 2017 para encontrar una solución pacífica en Venezuela- al presionar a Maduro para que se fuera en silencio. Sin embargo, AMLO podría pedirle a su nuevo ministro de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, un político extraordinariamente talentoso, que ofrezca los servicios de México como mediador y presente al país como un refugio seguro para aquellos más amenazados por los procedimientos legales bajo un nuevo gobierno.
El Dr. Joseph S. Tulchin es investigador principal del Woodrow Wilson International Centre for Scholars. Este artículo fue publicado por primera vez por GIS Reports Online.
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