Aparecen en Cueva Pintada de Gáldar caracolillos pulidos con técnica única

Por EFE
27 de septiembre de 2018 3:35 PM Actualizado: 27 de septiembre de 2018 3:40 PM

Las excavaciones realizadas este verano en la Cueva Pintada de Gáldar, el yacimiento prehispánico más importante de Gran Canaria, han descubierto una colección de burgados (caracolillos de mar) pulidos con una técnica sin precedentes, que los convierte en auténticas joyas de nácar.

El hecho de que los antiguos habitantes de Gran Canaria utilizaban con fines simbólicos las conchas de burgados (o «burgaos») de los que se alimentaban era ya conocido, como atestigua el medio centenar de piezas de este tipo grabadas con motivos decorativos que atesoran el Museo Canario, el Museo de la Cueva Pinta de Gáldar y algunas colecciones públicas y privadas.

Los burgados que se conocían hasta este verano llevan dibujos grabados de manera más o menos rudimentaria sobre la concha, en una costumbre que no se ha encontrado en otras sociedades antiguas, según los expertos consultados por el Museo de la Cueva Pintada.

Lo que hace diferentes a los ocho burgados recuperados el pasado mes de julio en los restos de Agáldar, la capital de Gran Canaria en los tiempos previos a la Conquista de las islas, es que su técnica es mucho más refinada, casi de orfebrería.

Quien los labró los pulió y retiró minuciosamente la costra milimétrica que recubre la concha para dejar a la vista solo el nácar, salvo en las juntas de las volutas, para simular un cordón que se enrosca sobre la pieza.

«El vuelco que me dio el corazón al verlos hace tiempo que no lo sentía», ha confesado hoy la conservadora de la Cueva Pintada, Carmen Gloria Rodríguez, al presentar los hallazgos del cuarto campus estival de arqueología desarrollado en ese yacimiento.

Tanto ella como el director de las excavaciones, Jorge Onrubia, de la Universidad de Castilla-La Mancha, han subrayado que nunca se habían visto piezas como esas en ningún otro yacimiento, que exigen un nivel de destreza enorme, sobre todo teniendo en cuenta la fragilidad de las conchas y los útiles a disposición de los antiguos canarios, que posiblemente emplearan buriles de obsidiana (las sociedades aborígenes de las islas no conocían los metales).

Los arqueólogos que trabajan en la Cueva Pintada descartan que se emplearan como cuentas de collar, ya que ninguno está perforado, pero también cabe que tuvieran otra función decorativa o simbólica, o incluso un alto valor material, porque hay testimonios de otras culturas antiguas en las que algunas conchas servían como moneda.

En este caso, ha precisado Onrubia, tienen una pista documental: un historiador canario del siglo XVII, Tomás Arias Marín de Cubas, explica en uno de sus relatos de la Conquista que, cuando los grancanarios entregaron a los castellanos a la princesa Guayarmina, esta llevaba un peinado de trenzas decoradas con caracolillos.

El relato de ese episodio del final de la resistencia indígena en Gran Canaria en los textos de Marín de Cubas es «muy teatral, exagerado», apunta el director de las excavaciones, pero si esos peinados rituales existían, posiblemente no estaban al alcance de todos los miembros de la sociedad, sino solo de las elites.

El alto grado de refinamiento en el pulido de los caracolillos encontrados en la vieja Agáldar parece coherente con esa suposición de que se trata de piezas preciadas, al alcance de pocas personas.

Los responsables de la excavaciones están seguros de que son materiales previos a la Conquista del siglo XV. De lo que no están tan seguros es qué era ese lugar, si un taller de un «orfebre» o el lugar donde alguien guardaba cuidadosamente «su tesoro».

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