El régimen chino ordenó a los residentes de la ciudad de Ruili, en el sureste del país, vigilar la frontera con Birmania para frenar el brote de COVID-19, pero los habitantes se quejan de que las medidas son ineficaces.
«No tenemos ninguna herramienta ni siquiera para defendernos», dijo Li Liang (seudónimo), residente de la localidad de Mengmao, en Ruili, provincia de Yunnan, al diario en lengua china Epoch Times, el 1 de abril. «Un gran número de personas entra [a China cruzando la frontera ilegalmente] cada día (…) No tenemos capacidad para detenerlos».
Li dijo que birmanos y chinos cavan túneles subterráneos y cortan el alambre de púas para cruzar la frontera de un lado a otro para hacer negocios.
El 2 de abril, el régimen anunció más infecciones del virus del PCCh (Partido Comunista Chino) en Ruili, después de que la ciudad comenzó a reprimir el cruce ilegal de la frontera el 31 de marzo.
El viernes, el régimen puso en marcha más métodos para controlar la pandemia, incluyendo la vacunación de todos los 300,000 residentes en un plazo de cinco días, el establecimiento de 29 sitios de monitoreo médico y 14 centros de cuarentena, y el envío de miles de personas a los centros de cuarentena.
Un gran número de chinos expresaron su preocupación en las últimas semanas por la seguridad y eficacia de las vacunas anti COVID-19 fabricadas en el país. Los documentos oficiales obtenidos por The Epoch Times muestran que el régimen del Partido Comunista Chino (PCCh) utilizó métodos políticos para obligar a la población a vacunarse con las vacunas para COVID-19 de fabricación nacional.
Los efectos secundarios de estas vacunas fueron censurados por el régimen. En Hong Kong, al menos 12 personas murieron tras recibir la vacuna CoronaVac, fabricada por Sinovac, con sede en Beijing.
Vigilancia de la frontera
La red estatal Yunnan Net anunció el 2 de abril que el régimen había dispuesto 7400 agentes de policía, funcionarios del gobierno y milicianos para cerrar Ruili y la frontera. Los residentes locales dijeron que la frontera está vigilada por la población local, a la que el régimen llamó milicia.
Li Liang dijo que en general el régimen no paga a la milicia, y que la vigilancia debería ser realizada por soldados con la milicia como apoyo.
«Ahora solo la gente local vigila la frontera. No sabemos dónde están los soldados», dijo Li. «Cada vez que iba a la frontera por la noche, vi a mis compañeros milicianos durmiendo».
Li explicó que la población local tiene trabajos o se dedica a la agricultura durante el día, y les resulta complicado mantenerse alerta por la noche. Además, la vigilancia de la frontera en Ruili es difícil.
«La frontera es muy larga y las condiciones son complicadas (…) La gente utiliza todo tipo de métodos para cruzar la frontera», añadió Li.
Ruili es una ciudad del interior y tiene tres lados que limitan con Birmania. El cuarto lado conecta con otras ciudades chinas. Cuenta con arbustos, ríos, tierras de cultivo y pueblos a lo largo de más de 100 millas de frontera.
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