Desparramando la mancha roja: La infiltración comunista en Hollywood

25 de septiembre de 2017 6:37 PM Actualizado: 22 de marzo de 2019 9:59 PM

Escritores, actores y productores procomunistas en la «lista negra de Hollywood» en las décadas de los 40 y 50 han tenido en años recientes una exposición mediática positiva. La lista negra misma suele ser considerada un ejemplo de censura del gobierno, producto de las pesadas tácticas del ahora extinto «Comité de Actividades Antiestadounidenses», cuyo fin era prohibir y suprimir los movimientos comunistas en Estados Unidos.

Pero la situación es más complicada que la actual perspectiva que se tiene del tema. La historia muestra que muchos en la lista negra fueron puestos ahí por una buena razón, ya que muchos admitieron trabajar como agentes soviéticos y moldearon narrativas procomunistas a través de sus películas.

Una inspección más profunda revela que se trataba de un círculo de individuos, algunos con directivas directas de Rusia, que apoyaban el derrocamiento violento del gobierno de EE. UU. La creación de la lista negra de Hollywood fue una respuesta a este círculo que había transformado la industria del entretenimiento estadounidense en una herramienta de propaganda de un régimen asesino y totalitario, a la vez que atacaba los valores y la forma de vida del pueblo de Estados Unidos.

Antes de la Segunda Guerra Mundial, muchos miembros del Partido Comunista de Alemania, el segundo grupo comunista más grande fuera de Rusia, salieron de Alemania hacia otras partes del mundo.

Muchas de estas personas fueron rechazadas, catalogadas como indeseables, por otras naciones desarrolladas como el Reino Unido, y por lo tanto emigraron a Estados Unidos. Luego de llegar, muchos escritores y productores de cine se unieron a grupos del Partido Comunista Estadounidense.

Esta ola de inmigración sirvió de apoyo a la infiltración soviética en las artes y la cultura, y a la penetración en las instituciones políticas a mediados de los años 30. Con este sistema, los comunistas planearon hacer lo que los brutales dictadores Vladimir Lenin y Josef Stalin lograron con éxito en la Rusia soviética: transformar la industria del entretenimiento en una herramienta para diseminar la ideología y propaganda comunista.

Subversión cultural

Según Michael Kazin, profesor de historia en la Universidad de Georgetown, este gran sistema de cooptación comenzó en Hollywood en los años 30 con influyentes izquierdistas en la industria del cine como Yip Harburg, compositor de «El mago de Oz» y la canción «Y Rusia es su nombre» usadas en el film «La canción de Rusia». Harburg fue uno de los principales artistas prosoviéticos en la industria del cine de Hollywood.

Harburg y otros prosoviéticos instigaron una influencia psicológica en el público amante del cine. Ellos moldeaban las narrativas que la audiencia americana, y el mundo en general, absorbían del cine.

Muchos de estos escritores, productores y directores de Hollywood, algunos de los cuales eran acérrimos miembros del partido comunista, hacían películas que contenían ideas e ideologías procomunistas y prosocialistas. De algún modo, una gran porción de las películas de esa era fueron proyectos artísticos que funcionaban como vehículos para las sutiles técnicas de adoctrinamiento comunista. Vehículos que buscaban remplazar los principios americanos de libertad y derechos individuales con la ideología del ateísmo y la lucha de clases.

Entre estos estaba John Garfield, un reconocido actor cuya conexión con 17 organizaciones comunistas fue revelada en una edición de junio de 1950 de los Canales Rojos (publicación dedicada a exponer al comunismo en la industria del entretenimiento).

El entusiasmo por usar películas para diseminar propaganda venía de lo alto del régimen soviético. Kenneth L. Billingsley escribe en su libro «Las películas perdidas de Hollywood», que Stalin era un ardiente cinéfilo, tremendamente entusiasmado por la promesa del cine de exaltar los ideales comunistas.

El uso del cine como herramienta de propaganda se remonta a los primeros años del movimiento comunista.

El dictador bolchevique Lenin fue el primer líder comunista en reconocer la importancia de materializar la manipulación del pensamiento a una escala mundial, a través de las cintas de cine.

Se dice que en 1919, cuando tanto el cine como el Comitern (la Internacional Comunista) estaban en sus primeras etapas, Lenin le había encomendado a su comisario de educación, Anatoly Lunacharsky: «debes siempre considerar que, de todas las artes, el cine es para nosotros la más importante».

‘Úsalo contra ellos’

Billingsley hace notar que el plan del Partido Comunista de EE. UU. (CPUSA por sus siglas en inglés) quedó claro con gente como el agente y activista comunista Willi Münzenberg, un ex miembro del Partido Comunista de Alemania. Luego de exiliarse en Estados Unidos, se metió rápidamente dentro del establishment de Hollywood como propagandista y activista procomunista y prosoviético.

Münzenberg escribió sobre la industria del cine en un artículo de 1925 para el periódico de CPUSA, el Daily Worker (Diario del Trabajador), que «una de las tareas más apremiantes que confronta el partido comunista en el campo de la propaganda es la conquista de esta unidad de propaganda de suma importancia, hasta ahora monopolio de la clase gobernante».

Y agregó: «debemos luchar para sacárselas y usarla contra ellos».

Münzenberg creía que los 30 eran el momento perfecto para que los comunistas estadounidenses y sus supervisores atacasen. La Gran Depresión estaba a pleno. Aprovechando que muchos buscaban distraerse con el entretenimiento, Münzenberg vio la chance de adoctrinar contra el capitalismo a la gente que iba a los cines.

Billingsley escribe en su libro de 1998, «Partido de Hollywood: Cómo el partido comunista sedujo a la industria de cine americana en los 1930 y 1940», que en 1935 V.J. Jerome, el comisario cultural del CPUSA, había establecido una filial oficial del partido en Hollywood. Esta filial del partido era una unidad encubierta, fuera de la vista del público.

Con esta unidad secreta, el CPUSA podía reclutar clandestinamente nuevos miembros del partido, infiltrarse en los gremios y sindicatos del cine y juntar fondos para causas prosoviéticas.

Entre estos subversivos del partido comunista en Hollywood, había gente como el renombrado escritor Walter Bernstein, quien confesó en su autobiografía de 1996 que «teníamos nuestra propia aritmética astuta; encontrábamos frentes y hacíamos que dos se volvieran uno». En otras palabras, a través de frentes populares, los no comunistas avanzaban con los planes comunistas, y esto se hacía en una forma «astuta», sin que los compañeros supieran que estaban siendo usados.

Naturalmente, las autoridades comenzaron a sospechar cada vez más sobre estas actividades comunistas. El Congreso respondió formando el Comité de Actividades Antiestadounidenses en 1938 para investigar.

El periodista de Human Events, Allan H. Ryskind declara que el Comité «descubrió a más de 200 miembros del partido en Hollywood», aunque Ryskind dice que su padre, un guionista en Hollywood en ese tiempo, cree que el número real estaba más cerca de los 300.

Ryskind dice que a pesar de que las investigaciones del comité, a mediados de los 40 los comunistas en EE. UU. habían infiltrado completamente Hollywood de arriba abajo, aunque la mayoría de ellos estaban bien escondidos, alineados con la doctrina del partido comunista de ocultar sus objetivos, y nunca reconocerían públicamente su afiliación al partido.

Apoyo a sistemas genocidas

En su libro: «Traidores de Hollywood: Guionistas en listas negras—Agentes de Stalin, Aliados de Hitler», Ryskind escribe: «Nada de lo que hizo el partido comunista en America fue hecho sin la dirección del Kremlin. Nada».

Esos en la lista negra de Hollywood no eran antifascistas, sino que cambiaban su lealtad junto con los cambios en las políticas soviéticas. Incluidas entre sus actividades, Ryskind nota el curioso cortejo que mucho miembros del partido comunista tenían con el Partido (Nazi) Socialista de los Trabajadores de Adolf Hitler.

«Cuando Hitler amenazó inicialmente a Rusia, los miembros del partido en Hollywood, bajo las órdenes de Moscú a través de las oficinas centrales del partido en Nueva York, eran apasionados anti-Nazi», escribe Ryskind. «Cuando Hitler apuntó las armas contra Occidente, apoyado por su pacto con Stalin en 1939, ellos dedicaron sus vidas a obstaculizar la capacidad de sobrevivir de las naciones anti-Nazi».

Sólo luego de que Hitler sorprendiera a Stalin con la invasión Nazi de la Unión Soviética en 1941, los comunistas de Hollywood se pusieron otra vez contra Hitler.

Ryskind escribe: «Ellos no fueron honorables antifascistas o patriotas americanos, como argumentan sus defensores, sino apparatchiks leales soviéticos, una quinta columna trabajando para Stalin».

Esta misma glorificación de dictadores y asesinos de masas continúa hoy en Hollywood. Ryskind nota que Hollywood incluso ha idealizado a figuras comunistas, incluido el Che Guevara y Fidel Castro. El Che personalmente ejecutó a 180 personas y ordenó la muerte de miles de cubanos, incluidos mujeres y niños.

Arthur Eckstein, un historiador estadounidense y distinguido profesor de historia, escribe que el establishment de Hollywood nunca perdió su enamoramiento con el partido comunista tanto en un sentido político como cultural.

Él hace referencia a la celebración de una gala el 27 de octubre de 1997 para conmemorar el 50 aniversario de las audiencias originales del Comité de Actividades Antiestadounidenses. La celebración fue auspiciada por varios gremios y organizaciones productoras de cine, incluido el Gremio de Actores y el Gremio de Escritores de América.

Los muchos asistentes de la gala glorificaron a quienes el comité había identificado como los «Diez de Hollywood», referidos por algunos como los «Diez hostiles». El evento retrató a estos hombres como «mártires» y «no conformistas» ante la tiranía autoritaria.

Incluso hicieron que grandes estrellas recrearan partes seleccionadas de las audiencias del comité que se ajustaban a la narrativa revisionista del establishment de Hollywood. Hubo una recreación en la que actuó Billy Crystal como Larry Parks, un actor que en 1951 admitió ser miembro del Partido Comunista, arruinando así su carrera.

John Lithgow y Kevin Spacey, entre otros actores, contribuyeron de igual forma con su actuación al evento. La gala culminó con la aparición de algunos miembros de los Diez, que fueron recibidos con efusivos aplausos.

El romance de Hollywood con el comunismo, una ideología que ha sembrado hambrunas, guerras y genocidios por todo el mundo y que se cobró la vida de más de 100 millones de personas, continúa hasta el día de hoy.

Lenin parece ser el próximo que recibirá un lavado de imagen por parte de Hollywood. El actor Leonardo DiCaprio está en tratativas con la industria del cine rusa para el rol del dictador que el novelista e historiador ruso, Aleksandr Solzhenitsyn, estima ha asesinado entre 60 y 66 millones de personas.

En una crítica de «Traidores de Hollywood» de Ryskind, Allan C. Brownfield escribe: «Más allá de lo que uno piense sobre el rol del Congreso, es difícil de entender cómo los escritores comunistas que trabajaron tan duro para otra nación y contra los intereses de su propio país, se hayan convertido en héroes para muchos liberales. ¿Cómo respetan a hombres y mujeres que dijeron que Hitler era malvado un día, y que lo aceptaron al día siguiente, no por una convicción genuina, sino por su inoculado hábito de seguir el liderazgo de Stalin, tal como hicieron con todas las otras cosas?»

Johnathan Gray es autor, productor de cine y veterano del ejército. Es aquí publicado bajo un seudónimo, ya que expresar opiniones anticomunistas puede dañar su carrera en Hollywood.

Las opiniones expresadas en este artículo son opiniones del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de La Gran Época. 

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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