El comunismo causó la muerte de más de 100 millones de personas a través de hambruna, matanzas políticas y genocidio. Creó sociedades en las que el poder es detentado por un pequeño grupo que esclaviza naciones enteras y donde los campos de matanza «gulags» y campos de reeducación por el trabajo, se convierten en parte de la vida diaria.
Pero las fallas económicas, asesinatos masivos y naciones esclavas creadas por el comunismo no son los crímenes más grandes del sistema.
El crimen más grande del comunismo es su destrucción del alma humana.
Un objetivo clave del comunismo es desmoralizar a las sociedades: destruir la cultura, la religión y los valores básicos de cualquier sociedad que toque.
Este objetivo está claramente expuesto en el «Manifiesto Comunista», en el que Karl Marx y Friedrich Engels escribieron en 1848: que el comunismo busca «abolir toda la religión y toda la moralidad».
Los más aterrador para una persona es la destrucción de la fe, la creencia y la moralidad. En la Biblia, el Libro de Mateo establece: «Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno».
Hemos visto repetidamente que el objetivo del comunismo es destruir el alma de la humanidad.
Cuando una hambruna barrió con Rusia en 1921, luego que el exlíder soviético Vladimir Lenin ordenara quitarle las semillas a los campesinos, entre 5 y 10 millones de personas murieron de hambre. Según «El Libro Negro del Comunismo», la respuesta de Lenin fue que la hambruna fue buena para el movimiento comunista, dado que «la hambruna destruiría la fe no solo en el zar, sino también en Dios».
A pesar de que el comunismo usa varias máscaras, e incluso intenta convencer a la gente de que sus intenciones son buenas, la influencia de sus raíces siempre puede ser vista. Y aunque el comunismo aparenta ser ateo, muchos de sus fundadores, incluido Marx, no lo eran. Tenían creencias satánicas.
El predicador rumano Richard Wurmbrand, que fue encarcelado bajo un régimen comunista, documentó mucho de esta historia en su libro «Marx y Satán».
Un ejemplo es Mikhail Bakunin, uno de los socios de Marx en la Primera Internacional, que escribió: «El Malvado es la revuelta satánica en contra de la autoridad divina, revuelta en la que vemos el germen fecundo de todas las emancipaciones humanas, la revolución. Los socialistas se reconocen los unos a los otros por las palabras ‘En nombre de aquel a quien se le hizo gran daño'».
También declaró: «En esta revolución tendremos que despertar al Diablo en la gente, para suscitar las pasiones más bajas. Nuestra misión es la de destruir, no edificar».
El satanismo de Marx es evidente en sus primeros escritos. En el poema «Invocación de un desesperado» escribió que «construiría [su] trono en las alturas», y continuó, «En una cumbre inmensa y fría / Por su baluarte – supersticioso espanto,/Por su alguacil – la más negra agonía./Quien lo mire con ojos sanos,/Regresará mudo, con palidez mortal;/En garras de mortandad ciega y fría./¡Que su felicidad prepare su tumba!».
En el poema de Marx «El violinista», escribe «Los vapores infernales suben y llenan la mente/Hasta que enloquezco y mi corazón es totalmente cambiado», y, «¿Ves esta espada? El Príncipe de las Tinieblas me la vendió».
En su libro de 1968 «Marx», el biógrafo Robert Payne escribió que Marx «tenía la visión del mundo del Diablo y la malignidad del Diablo. A veces parecía saber que estaba cumpliendo con el trabajo de la maldad».
También podemos mostrar a través de los dogmas principales del comunismo que es satánico por naturaleza. Esto se remonta al materialismo dialéctico, que Joseph Stalin describió en 1938 como «la perspectiva del partido marxista-leninista».
El satanismo trabaja invirtiendo valores dentro del sistema cristiano. El materialismo dialéctico trabaja invirtiendo los valores de todas las creencias tradicionales en todos los sistemas religiosos rectos. Trabaja con tres principios para identificar, contradecir y eliminar el punto medio. La inversión de cualquier valor tradicional al que apunta se convierte en la agenda que impulsa el comunismo y utiliza estas inversiones de las tradiciones y de la moral para hacer que la sociedad entre en lucha, de manera de utilizar esta lucha para destruir los valores que existen dentro de esa sociedad.
El Papa Pío XI escribió en 1937 que bajo este sistema, el comunismo intenta «agudizar los antagonismos que se suscitan entre varias clases de la sociedad». Utilizando esto, dijo: los comunistas crean la lucha de clases para crear odio violento que pueda impulsar su agenda bajo la bandera falsa de «progreso».
El comunismo no es solo un sistema político o económico. Sus formas existen dentro de muchos movimientos diseñados para destruir nuestros valores, nuestras tradiciones y nuestras creencias. Es un espectro, como lo describió Marx, que apunta a destruir la humanidad.
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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