El llamado del Átlatl: antigua arma de profundo valor encontrada en una «cueva sin fin» en México

Por Estela Hernandez
09 de febrero de 2024 5:31 PM Actualizado: 10 de febrero de 2024 12:01 AM

Una reducida galería en la Cueva del Tesoro fue el refugio durante casi dos mil años de un valioso conjunto de piezas prehispánicas. El llamado del Átlatl para ser descubierto, lo recibió un grupo de apasionados espeleólogos que relató en detalle la hazaña en una fascinante «cueva sin fin».

Una misteriosa arma conocida como Átlatl o tiradera y dos dardos de madera, además de dos piezas de madera —utilizadas aparentemente para la excavación—, fueron descubiertos en la Cueva del Tesoro, en Cadereyta de Montes, Querétaro, por la Asociación de Espeleólogos de Querétaro (AEQ).

El Átlatl o tiradera, “es el arma más antigua de la que se tiene noticia y que fue usada por el hombre prehistórico” (pdf). “De ella [del Átlatl] se han conservado algunos restos y se ha podido comprobar que estuvo en uso muchos siglos antes de que se conociera el arco”.

Primeras fotografías en detalle de los dardos, durante una exploración en abril de 2023. (Cortesía de Paulo Campos)

El portugués Paulo Campos, con 20 años de experiencia en la exploración espeleológica, y uno de los fundadores de la AEQ, relató en entrevista con The Epoch Times Español que la Asociación comenzó a explorar la zona donde encontraron las piezas prehispánicas desde el 2022. Hasta la fecha llevan 5 kilómetros de cueva recorrida y mapeada, todo mediante la fascinante ciencia de la espeleología.

Según datos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), encargado de resguardar, investigar y difundir el patrimonio arqueológico en México, los instrumentos fueron utilizados en el primer siglo de nuestra era.

La Cueva del Tesoro está localizada en la falla de Rancho Quemado, relató Campos, quien reside desde hace ocho años en Querétaro. Fue en el mes de abril de 2023, durante el encuentro de espeleólogos Luso-México, –donde exploradores de México y Portugal se reúnen para hacer excursiones en cuevas–, que los exploradores encontraron las fascinantes piezas.

La cueva, dijo el espeleólogo Campos, es una de las más grandes de Querétaro. Los lugareños de la zona comentaron que la cueva no tenía final. Dato que por supuesto fue de mayor atracción para los integrantes de la Asociación y donde, con permiso de los lugareños, pudieron realizar el encuentro Luso-México 2023.

Carolina Camacho entrando por primera vez a la galería «Violeta», en abril de 2023. (Cortesía de Paulo Campos)

“El segundo día de la Luso-México 2023, avanzamos un poco más en la cueva, vamos lentos, con mucha atención a todo lo que vemos, y en un punto donde habíamos pasado algunas veces, la colega Carolina Camacho, que también ocupa el nombre de ‘Violeta’ para los amigos, le llamó la atención lo que le pareció una pequeña galería”, compartió Campos.

Carolina Camacho, también fundadora e integrante de la AEQ, fue la primera en dar el paso a la galería que resguardaba los objetos prehispánicos. Más adelante, la galería fue bautizada por los miembros de la Asociación como «galería Violeta» en honor a Carolina.

En entrevista para The Epoch Times Español, Camacho narró cómo tomó la decisión de entrar:

“En este espíritu de exploración vas observando toda la estructura de la cueva. Entonces, siempre de ida y de regreso, teníamos que pasar por ahí. Sin embargo, en esa ocasión que fuimos, volteé con mi lámpara y me di cuenta qué había lo parecía ser una galería. Porque desde el punto del camino principal se notaba que era una galería pequeña. Y aun así dije, ‘bueno, si estamos haciendo el proceso de topografía, hay que ir, ¿no?’».

Integrantes de la Asociación de Espeleólogos de Querétaro en abril de 2023. (Cortesía de Paulo Campos)

En distintas ocasiones, desde el año 2022, los integrantes de la Asociación ya habían hecho el mismo recorrido de esa zona de la cueva. Sin embargo, no fue hasta el segundo día de la exploración en el encuentro Luso-México 2023 que Camacho decidió girar hacia la pequeña galería y, sin pensarlo, aventurarse a explorar la pequeña cavidad de apenas 80 centímetros de altura y 10 metros de longitud.

Sobre el Átlatl y los dardos encontrados, Camacho relató que los vio desde que ingresó a la galería. Sin embargo, habituada a que en las zonas que ha explorado es común encontrarse con diferentes elementos dejados por otros exploradores, pensó que eran simplemente «unos palitos». Una vez dentro, su compañero espeleólogo Jorge Ramos la siguió y luego Paulo Campos. Cuando la espeleóloga comunicó a sus compañeros de unos “palitos”, los observaron con mayor detenimiento; en ese momento se percataron que no eran cualquier pieza de madera.

“Ya alumbrando más, nos damos cuenta que no son palitos, que están tallados», explicó Camacho, «incluso nos llamó la atención unas incrustaciones, un gancho, que ya después supimos que era del Átlatl».

Luego, tomaron fotografías, «lo mejor que pudimos, [porque] no somos arqueólogos», recordó la espeleóloga, «y dejamos ahí el Átlatl. Después de días nos enteramos que era una pieza importante”.

El espeleólogo Campos menciona que, por lo general, cuando se realiza un descubrimiento arqueológico valioso, el INAH tarda en llegar a la zona del hallazgo debido los recursos limitados de la institución, ya que hay una gran cantidad de hallazgos en el país. No obstante, con el descubrimiento del Átlatl, la situación fue diferente.

En el caso específico del Átlatl descubierto por los espeleólogos, «el INAH Querétaro le dio prioridad máxima», subrayó Campos. Debido a la zona, que es conocida por contener pinturas rupestres en investigación, «el INAH fue rapidísimo en hacer los estudios [de la pieza única]. Lo que les tardó más fue justo las evaluaciones de carbono 14 por parte de la UNAM”.

Además una vez contactadas las autoridades, tomó dos semanas para que las piezas fueran recuperadas y llevadas al Centro INAH Querétaro.

Los arqueólogos Carlos Viramontes Anzures, Jesús Eduardo Medina Villalobos y Ricardo Leonel Cruz Jiménez, fueron los encargados del rescate de las piezas. Ingresaron en la intrincada Cueva del Tesoro bajo la supervisión de los espeleólogos Paulo Campos y Héctor Fuentes.

De izquierda a derecha: Jesús Medina, arqueólogo del INAH; Ricardo Leonel, arqueólogo del INAH; Héctor Fuentes, biólogo y espeleólogo y Carlos Viramontes, arqueólogo del INAH, en una fotografía tomada junto a las piezas arqueológicas en su posición original, en abril de 2023. (Cortesía de Paulo Campos)

Según el boletín del INAH, las piezas serán sometidas a diferentes estudios, como la identificación taxonómica de la madera, y se espera que se puedan integrar más adelante a la exhibición permanente del Museo Regional de Querétaro.

“Tardó bastante tiempo desde que lo reportamos hasta ahorita que ya es oficial», explicó la espeleóloga Camacho «pero siempre le dimos el seguimiento para que esa pieza no quedara perdida (…) para que realmente se hiciera la investigación, la documentación, que no quedara así como, ‘una pieza más y se guarda’, que se dé a difundir y reconocer también a la comunidad, que tienen ese hallazgo en Rancho Quemado”, la comunidad donde está ubicada la cueva.

Un descubrimiento que abona a un rompecabezas para comprender a las sociedades antiguas

Según los resultados de la datación por radiocarbono a uno de los dardos en un laboratorio de la UNAM, se lograron obtener fechas que abarcan desde los años 7 a 132 d.C. También se descubrió que la sequedad de la Cueva del Tesoro ayudó a que las piezas se conservaran en perfecto estado.

La información de los estudios realizados recientemente fueron presentados el 27 de enero en el ciclo de conferencias del Museo del Templo Mayor, durante la exposición temporal Insignias de los dioses. El proyecto de investigación se lleva a cabo por el doctor Carlos Viramontes, el arqueólogo Jesús Medina y la arqueóloga Claudia Jiménez.

La Asociación estuvo presente en la exposición, y compartieron que de los datos expuestos, resaltan la rareza de haber encontrado en perfectas condiciones el conjunto completo –el Átlatl (tiradera) y dos dardos– ya que la madera es un material que fácilmente puede deteriorarse.

Además, se proyectan futuros estudios para determinar si el Átlatl es «una pieza de ritual mortuorio, o si es una pieza de uso diario», dijo Camacho.

El arqueólogo Viramontes considera que “el hallazgo de estas antiguas herramientas no debe verse de forma aislada, sino como la más reciente aportación al semidesierto de Querétaro y Guanajuato, donde hombres y mujeres que practicaban la caza y la recolección se desplazaron buscando su sustento, a lo largo de nueve mil años. Testimonio de ello son más de 260 sitios de arte rupestre, una de las manifestaciones más fascinantes de estas sociedades”.

El Centro INAH Querétaro registró en 1989 en Mesa de León, en un sitio cercano a la Cueva del Tesoro, elementos con datación similar. Con el nuevo hallazgo, estas piezas, afirma Viramontes, “suman a este rompecabezas para comprender a las sociedades de cazadores-recolectores, cuya presencia en la región se remite a, por lo menos, 9000 años y que sobrevivieron dos siglos más a la llegada de los españoles”.

Actualmente se siguen realizando exploraciones a lo largo de la Cueva del Tesoro, y ya se han encontrado otras piezas arqueológicas.

“Está identificado que son huesos de animales del Pleistoceno, fósiles también encontrados en esa cueva. Uno de los animales, o mejor, dos de los animales, son claramente perezosos gigantes del periodo Pleistoceno” compartió Campos.

También dijó que otro hallazgo en la Cueva del Tesoro son inscripciones con “una caligrafía hermosísima” que posiblemente hayan sido hechas por “un fraile llamado José Bermúdez, firmadas en 1687, justo [en el tiempo de] fundación del municipio de Cadereyta de Montes”.

Según Camacho, al día de hoy, la Cueva del Tesoro se encuentra sin acceso al público por decisión de los ejidatarios. Su objetivo es proteger la zona donde actualmente se sigue haciendo la exploración y estudio de los diversos hallazgos encontrados.

La AEQ, fundada por los espeleólogos Carolina Camacho, Paulo Campos, Hector Fuentes y Roberto Coronel, no se dedica a la búsqueda de objetos antiguos o hallazgos extraordinarios, su pasión es la exploración y el estudio de las cuevas. Una de sus finalidades es formar espeleólogos capacitados con la ética y el conocimiento técnico necesario, para que en el caso de encontrarse con cualquier hallazgo arqueológico, puedan manejarlo con la ética y profesionalismo necesarios.

De la espeleología se llega a pensar que es un tipo de actividad física, «pero es más allá de eso», reflexionó Camacho, «y con este tipo de cuestiones [hallazgos arqueológicos] es cuando se ve lo multidisciplinario, que debes saber un poquito de esto, un poquito de lo otro. También hay muchas cuestiones dentro de la cueva que puedes observar, de biología, de física, de ciencias».

“Paulo dice que esto de la espeleología es para personas que están de buenas con ellas mismas. Entonces si aguantan un día dentro de la cueva, entonces están de buenas con ellos mismos”, agregó Camacho.


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