Opinión
Después de que la marca de bebidas china Luckin Coffee admitiera un fraude -que eliminó de los bolsillos de los inversores estadounidenses USD 8300 millones- el escándalo puso sobre el relieve los riesgos de invertir en empresas chinas.
En una entrevista con Fox Business Network la semana pasada, el presidente Donald Trump reveló que su gobierno estaba «observando» a las empresas chinas como Luckin, que cotizan en las bolsas de Estados Unidos, pero que no siempre siguen las directrices de divulgación y contabilidad estadounidense.
Invertir conlleva riesgos y los inversores entienden que las empresas de los mercados emergentes (como China) soportan una relación riesgo/rendimiento aún más alta, debido a la economía menos madura y a los mercados menos desarrollados de sus naciones locales.
Pero eso no es todo con las empresas chinas. Hay riesgos adicionales que los inversores pueden desconocer. A pesar de que cotizan en las bolsas de Estados Unidos, las empresas chinas como Luckin no están sujetas a las mismas normas de contabilidad y divulgación de información que las empresas estadounidenses que cotizan en esas mismas bolsas.
Había 172 empresas chinas que estaban cotizando en las bolsas de Estados Unidos y que estaban valoradas en más de 1 billón de dólares en septiembre del año pasado, según un informe anual publicado por la Comisión de Revisión de la Economía y la Seguridad entre Estados Unidos y China.
Estas empresas no están en igualdad de condiciones con las empresas estadounidenses.
El mercado de valores de EE.UU. es el hogar de empresas de una multitud de industrias, geografías y posiciones financieras. La capacidad de los inversores para determinar el precio justo de las acciones de una empresa es vital para el funcionamiento saludable del mercado. La igualdad de condiciones y la integridad de los participantes del mercado es primordial. Es por eso que las investigaciones del gobierno de Trump sobre las empresas chinas podrían ser un avance bienvenido para los inversores.
Vacíos jurídicos
Como punto de partida, las empresas chinas deberían estar sujetas al mismo conjunto de normas y directrices que las demás empresas que cotizan en las bolsas de Estados Unidos. Sin embargo, debido a ciertos vacíos jurídicos que hay en Estados Unidos las compañías chinas, que cotizan en la bolsa, han aprovechado para su ventaja que tienen requisitos más relajados en comparación con sus homólogas estadounidenses.
Todas las compañías estadounidenses son auditadas y sus auditores son contadores profesionales. Los documentos de trabajo de los auditores, es decir, los registros detallados del examen de las cuentas de sus clientes, pueden ser examinados rutinariamente por el organismo de control de la industria de contabilidad de Estados Unidos, la Junta de Supervisión de Contabilidad de Empresas Públicas (PCAOB).
Sin embargo, las empresas chinas -incluso las que cotizan en Estados Unidos- son auditadas por empresas de contabilidad chinas que no tienen que rendir cuentas al PCAOB, ni a la Comisión de Valores y Bolsa de Estados Unidos (SEC, por sus siglas en inglés). La SEC ha intentado desde 2013 llegar a un acuerdo con las autoridades reguladoras chinas para obtener esos documentos de trabajo de las empresas chinas, pero hasta ahora no ha tenido éxito. La dirección del Partido Comunista Chino (PCCh) considera que las cuentas y los registros financieros de las empresas chinas son «secretos de Estado».
Tras los escándalos de fraude contable de Enron y WorldCom a principios del decenio del 2000, en Estados Unidos se promulgó la Ley Sarbanes-Oxley para proporcionar una supervisión adicional a las empresas que cotizan en bolsa. Entre otras cosas, los directores generales y los directores financieros de las empresas que cotizan en bolsa deben dar fe anualmente de los controles internos de sus empresas y certificar que no tienen conocimiento de actos fraudulentos. En ciertos casos, pueden ser considerados penalmente responsables de los actos fraudulentos bajo su vigilancia.
Las empresas chinas que cotizan en las bolsas de Estados Unidos no están sujetas a esa vigilancia.
Además, las empresas chinas que cotizan en Estados Unidos se consideran todas «emisores privados extranjeros». Deben cumplirse ciertos requisitos para ser considerados emisores privados extranjeros (FPI, por sus siglas en inglés), pero una vez certificados, los FPI disfrutan de ventajas adicionales en comparación con sus homólogos estadounidenses.
Todas las empresas que cotizan en Estados Unidos deben presentar estados financieros trimestrales revisados por sus auditores. Pero la SEC otorga a los FPI una exención: el requisito trimestral no se aplica.
Estas normas se establecieron originalmente para aliviar la carga reguladora y de presentación de informes de las empresas que predominantemente cotizan sus acciones en otra bolsa. Por ejemplo, una empresa multinacional alemana que cotiza sus acciones principalmente en la Bolsa de Valores de Frankfurt debe cumplir las normas reglamentarias alemanas, y la SEC no quiso imponer una carga excesiva a las empresas que puede tener una cotización adicional en Nueva York.
Pero no existe tal carga para las empresas chinas. La mayoría de las empresas chinas que cotizan en Estados Unidos lo hacen principalmente en Nueva York. No tienen ninguna otra carga regulatoria de información. Por lo tanto, las reglas del FPI proporcionan a las empresas chinas un vacío jurídico que les permite operar con mucha menos transparencia que sus contrapartes occidentales.
Aunque la mayoría de los inversores probablemente no prestan demasiada atención a los informes financieros presentados o a las certificaciones de los directores generales, estos desempeñan un papel importante en el establecimiento de la confianza, la integridad y la honestidad en las operaciones de una empresa. El marco reglamentario de Estados Unidos tiene controles y equilibrios, lo que permite a los inversores estadounidenses el lujo de no tener que prestar atención a esos detalles.
Es fácil olvidar que los accionistas son propietarios. Como dueños de estas empresas que cotizan en bolsa, deben confiar en que sus empresas funcionan correctamente y que los ejecutivos actúan de buena fe. Los inversionistas pueden haber dado esto por sentado dada la larga historia de los mercados de valores de Estados Unidos, pero no pueden darse el lujo de ser tan displicentes con las acciones chinas.
La integridad y la confianza han definido el mercado de valores de Estados Unidos durante un siglo. Los reguladores deben asegurarse de que perdure en el presente siglo.
Los puntos de vista expresados en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de The Epoch Times.
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