La joven Jewher Ilham se vio obligada en 2013, con apenas 18 años y sin hablar inglés, a viajar sola a Estados Unidos cuando el régimen de China impidió a su padre, el profesor y activista uigur Ilham Tohti, volar a este país para una estancia en una universidad.
Poco tiempo después, Tohti sería detenido y condenado a cadena perpetua por cargos de separatismo, tras años escribiendo en una web que difundía información de la comunidad uigur y fomentaba el entendimiento entre esta etnia y la han, mayoritaria en China.
Este miércoles su hija recoge el premio Sájarov a la libertad de conciencia del Parlamento Europeo en su nombre y asegura en una entrevista a Efe que la página web que causó la ira del régimen comunista chino sobre su padre era «una amenaza» porque el régimen quiere evitar que la gente sepa «lo que sucede dentro y fuera de China».
Pregunta: ¿Cómo está su padre? ¿Cómo está su familia en contacto con él?
Respuesta: La última vez que supe cómo estaba mi padre fue en 2017, fue la última vez que mi familia pudo visitarle. Desde entonces no sé dónde está, si está en la misma cárcel, si ha sido trasladado a un campo de concentración, si físicamente está bien o incluso si está vivo, y tampoco lo sabe mi familia.
P: Su padre había estado trabajando en su página web durante siete años antes de que no se le permitiera viajar a Estados Unidos y su posterior arresto. ¿Qué cree que causó tan repentinamente la detención?
R: Lo cierto es que no fue repentino. Él ya tenía una intuición, en una de sus entrevistas dijo que sabía que iba a acabar en la cárcel diez o veinte años, pero (pensaba que) el Gobierno chino no es tan malo, que no le iban a condenar a algo peor. Sabía que su web podía enfadar al Gobierno chino. El Gobierno ha enviado a policías a nuestra casa, nos han puesto a mí, a mi padre, a mis hermanos, mi madrastra y mi abuela en arresto domiciliario… para mi familia era algo normal. Mi padre siempre supo que esto podía pasar, que era cuestión de tiempo, pero insistía en hacer lo que estaba haciendo.
P: En su web, él abogaba por una reconciliación pacífica para una relación buena entre la minoría y el Gobierno. ¿Por qué cree que el Gobierno se sentía amenazado por algo así?
R: Redes sociales como Twitter, Facebook o Instagram están prohibidas en China, también Google. El Gobierno quiere evitar que los ciudadanos chinos sepan la verdad sobre lo que sucede dentro y fuera de China. No saber lo que está pasando en China hace que los ciudadanos no se conozcan entre sí. Hay 56 minorías diferentes en China y viven muy dispersos, en diferentes provincias. Es muy difícil entenderse. Si no les conoces y sabes que son diferentes, les tienes miedo. Mi padre quería proveer una plataforma para que las minorías étnicas se entendieran las unas a las otras. La web era como otro Facebook, otro Twitter (…) para el Gobierno chino, que lo considera peligroso, una amenaza.
P: ¿Qué puede hacer la comunidad internacional para incrementar la presión sobre China?
R: Los ciudadanos de a pie pueden firmar peticiones, donar a los proyectos que ayudan a la causa uigur, no comprar productos que se fabrican en campos de concentración. Los gobiernos pueden imponer sanciones a los miembros del Gobierno chino que apoyan los campos de concentración o toman decisiones al respecto, o declarar ilegal cooperar con empresas que cooperan, importan o exportan productos de esos campos de concentración.
P: Recientemente se hizo viral un vídeo en Tiktok que disimulaba información sobre la situación de los uigures en China bajo la apariencia de un tutorial de maquillaje. ¿Cree que este año ha habido cambios en el nivel la conciencia sobre la situación de las minorías étnicas en China?
R: Sí, definitivamente. El vídeo en Tiktok fue una idea brillante. Es una revolución para los jóvenes, para que puedan crear conciencia, es genial. Hace cinco años cuando empecé la campaña por el caso de mi padre no había mucha gente que supiera quién era mi padre, quiénes son los uigures o que había comunidades musulmanas en China. La mayoría de la gente piensa que todos los chinos somos iguales. Pero ahora tenemos mucha más conciencia y es gracias a los más jóvenes, a muchos países y sus ciudadanos. Con su ayuda hemos llegado al punto en el que estamos hoy y con todos los defensores de derechos humanos que han trabajado sin descanso por esta causa.
P: ¿Cómo le ha cambiado a usted personalmente esta situación? ¿Quería dedicarse al activismo antes de que esto sucediera?
R: Crecí aprendiendo a bailar, a cantar y a dibujar. Siempre pensé que trabajaría en el campo de las artes o como traductora, siempre me gustaron los idiomas. Nunca pensé que acabaría en nada relacionado con derechos humanos o con la política, odio la política. Nunca pedí esta vida, pero el Gobierno chino no me ha dejado otra opción. Para proteger a mi familia y a mi comunidad esta es la única manera. Mi personalidad ha cambiado muchísimo: antes de cumplir los 18 era una niña normal que no sabía pagar una factura eléctrica, no me tenía que preocupar de nada, mi familia se encargaba de todo, me pagaban el teléfono, me daban comida… y ahora tengo que solucionar todo por mí misma. Lo que no te mata te hace más fuerte. Siempre he creído esto, mi padre siempre me lo decía y me decía que fuese fuerte. Aprecio mucho la forma en la que me educó.
P: ¿Querría volver a China cuando esto acabe?
R: Si hay una forma de que mi familia y yo no tengamos que vivir con miedo, me encantaría ir a donde sea que esté mi familia. Les echo de menos. No soy una persona solitaria, soy muy familiar y en los últimos siete años he estado sola en Estados Unidos. Sería genial que el Gobierno chino nos diera la oportunidad de convertirme en una persona normal de nuevo, alguien que no tenga que tener miedo de llamar a su madre y a su padre o incluso de mandarles dinero.
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