La perseverancia de Miguel Ángel: una lección para alcanzar la grandeza

Por Eric Bess
10 de julio de 2021 6:45 PM Actualizado: 22 de julio de 2021 11:17 AM

Miguel Ángel Buonarroti es, sin duda, uno de los más grandes artistas de la historia. Nació en 1475 y vivió hasta la avanzada edad de 88 años. Se consideraba principalmente un escultor, pero también produjo algunas de las mejores pinturas al fresco, arquitectura y poesía del Renacimiento italiano.

¿Qué hizo grande a Miguel Ángel? ¿Cuál era su secreto para crear tantas obras de arte? Seguro que la respuesta a esta pregunta es bastante compleja, pero vamos a ver un episodio de la vida de Miguel Ángel junto con su propia respuesta a la pregunta.

La ética de trabajo de Miguel Ángel

Miguel Ángel dijo:

«Si la gente supiera lo mucho que he tenido que trabajar para conseguir mi maestría, no le parecería tan maravilloso. … Si supieran cuánto trabajo me costó, no lo llamarían genialidad».

Miguel Ángel sugirió que su maestría no era indicativa del tipo de genio basado únicamente en el talento innato. En cambio, se refirió a su «genio» como «paciencia eterna». La genialidad es la capacidad de practicar la paciencia durante las inevitables dificultades que surgen al trabajar duro en el propio oficio. En otras palabras, la idea de genio parece ser sinónimo de la capacidad de soportar las dificultades por amor al arte.

Giorgio Vasari, artista italiano del Renacimiento y autor de «Las vidas de los artistas», fue el primero en escribir una biografía de Miguel Ángel y lo hizo mientras aún vivía. De hecho, se considera que Miguel Ángel fue el primer artista al que se le escribió una biografía en vida.

«Miguel Ángel Buonarroti», alrededor de 1545, de Daniele da Volterra. Óleo sobre tabla; 34.7 pulgadas por 25.2 pulgadas. Museo Metropolitano de Arte, Nueva York. (Dominio público)

Vasari escribió sobre algunos de los extremos a los que Miguel Ángel llegaba por el bien de su oficio:

«Miguel Ángel me contó que en su juventud muchas veces dormía con la ropa puesta, como un hombre que, agotado por su trabajo, no se molesta en desvestirse, ya que después debe volver a vestirse. … Al envejecer, constantemente usaba botas confeccionadas con pieles de perro sobre sus pies descalzos durante meses, entonces cuando se las quitaba también se desprendía su piel».

La historia de Vasari sobre Miguel Ángel es extrema y puede ser incluso apócrifa. Sin embargo, demuestra que debemos estar dispuestos a sacrificar nuestras comodidades y soportar las dificultades si queremos alcanzar la grandeza.

Techo de la Capilla Sixtina, de 1508 a 1512 por Miguel Ángel. Fresco de 44.7 metros por 14.6 metros. Capilla Sixtina. (Antoine Taveneaux/CC SA-BY 3.0)

Superar las dificultades del techo de la Sixtina

Una de las obras de arte que reafirma la grandeza de Miguel Ángel es el techo de la Capilla Sixtina.

Miguel Ángel estaba trabajando en las esculturas para la futura tumba del Papa Julio II cuando éste decidió que mejor pintara el techo de la capilla. Vasari sugiere que el artista y arquitecto Donato Bramante, amigo del joven pintor Rafael, convenció al Papa para que Miguel Ángel pintara en lugar de esculpir.

Bramante convenció al Papa con la esperanza de evitar que Miguel Ángel creara más de sus grandes esculturas. También esperaba que Miguel Ángel fracasara en la pintura y demostrara que Rafael era un un pintor y artista superior.

Miguel Ángel protestó y afirmó que era escultor y no pintor, pero Bramante ya había convencido al Papa. Según «Miguel Ángel: El artista, el hombre y su época», de William Wallace, Miguel Ángel expresó su malestar con la obra cuando el proyecto estaba terminado, expresando su descontento al pie de un soneto: «No estoy en un buen lugar, y no soy pintor».

El propio fresco también tuvo sus problemas. Miguel Ángel no sabía cómo pintar al fresco correctamente, así que pidió a otros artistas que vinieran a ayudarlo. Además, el moho creció en una de las zonas pintadas al fresco, y Miguel Ángel tuvo que volver a pintarla.

Para volver a sabotear el proyecto, Bramante sugirió que Miguel Ángel colgara un andamio del techo. Miguel Ángel protestó, alegando que los agujeros en la pared tendrían que ser cubiertos más tarde. Tuvo que inventar un nuevo tipo de andamio para no dañar la obra.

Según Vasari, el acto de pintar el techo fue una experiencia muy dolorosa, por no decir otra cosa:

«Estos frescos fueron realizados con la mayor incomodidad, ya que tenía que estar trabajando con la cabeza inclinada hacia atrás, y esto dañó tanto su vista que ya no podía leer o mirar los dibujos si no tenía la cabeza inclinada hacia atrás; su condición duró varios meses después».

Miguel Ángel no solo tuvo que lidiar con las dificultades de la pintura y con sus rivales que intentaban mancillar su nombre, sino que también tuvo problemas familiares que parecían no acabar nunca. Según Wallace, Miguel Ángel tuvo que enfrentarse a la muerte de su hermano, a la demanda de la esposa de su hermano para que le devolviera su dote, a la falta de respeto de uno de sus hermanos, a la enfermedad de la familia y, por supuesto, a problemas de dinero.

Wallace sugiere que los pagos del Papa por el trabajo de Miguel Ángel eran muy irregulares, y la mayor parte del dinero que recibía lo enviaba a su familia. Se describió a sí mismo como «descalzo y desnudo».

Miguel Ángel describió todo el suceso en múltiples cartas, que Wallace transcribe y que se pueden resumir en las siguientes citas:

«Estoy viviendo aquí en un estado de gran ansiedad y de la mayor fatiga física: No tengo amigos de ningún tipo y no quiero ninguno. No tengo tiempo suficiente para comer como debería. Así que no debes molestarme con nada más, pues no podría soportar otra cosa. … Y así he vivido desde hace unos quince años y no he tenido ni una hora de felicidad».

Soportar lo insoportable

¿Te imaginas vivir así? ¿Te imaginas que te asignan un proyecto en el trabajo y, antes de empezar, uno de tus compañeros intenta sabotearte haciendo que tu jefe te ponga en un proyecto en el que es más probable que fracases? ¿Te imaginas que, a pesar de tus protestas, te asignan un proyecto para el que no tienes experiencia y, durante el mismo, tu compañero de trabajo intenta sugerirte cosas que comprometerán tu éxito?

Eso no es todo. Trabajas tanto en el proyecto que te duele todo el cuerpo. Y cuando llegas a casa, tu cónyuge se queja del dinero, tus padres están enfermos y necesitan tu ayuda, y tus hijos son irrespetuosos en la escuela. Trabajas hasta tan tarde que apenas tienes tiempo de cambiarte de ropa.

Esta dureza diaria es abrumadora solo con imaginarla, por no hablar de vivirla.

Pero Miguel Ángel la vivió y perseveró en ella. Y por eso, al menos en parte, fue grande. Gracias a su perseverancia, creó algunas de las mayores obras de arte conocidas en el mundo. Podría haber abandonado en cualquier momento, pero no lo hizo. Solo tenía 37 años cuando terminó el techo de la Sixtina y viviría otros 51 años.

A veces, nuestras luchas pueden hacer que la vida parezca carecer de sentido; nuestras dificultades pueden ser tan abrumadoras que queremos encontrar un agujero en el que escondernos del dolor. Pero si tomamos alguna sabiduría de la historia de Miguel Ángel, tal vez nuestra «grandeza» depende de afrontar las dificultades de la vida con «paciencia eterna».

Tal vez cada dificultad sea una oportunidad para aprender sobre nosotros mismos y nuestro verdadero potencial.


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