El líder chino Xi Jinping, mientras se encontraba en Argentina para la cumbre del G-20 a principios de diciembre, firmó más de 30 nuevos acuerdos comerciales con el presidente argentino Mauricio Macri, una señal que China está incrementando aún más su presencia en América Latina.
En los últimos años, los rivales geopolíticos de Estados Unidos -Rusia y China, y actualmente incluso hasta Irán, intensificaron sus esfuerzos para ganar influencia en el patio trasero de Estados Unidos.
La Rusia de Putin está restableciendo continuamente el rol que alguna vez tuvo en la región durante la era soviética a través de asociaciones militares y energéticas. Las conversaciones de Rusia con Cuba para un préstamo de 50 millones de dólares al país comunista para la compra de armas, y los miles de millones en acuerdos energéticos firmados con Bolivia, Venezuela y Argentina son solo algunos ejemplos.
Irán también amplió sus vínculos con múltiples naciones de la región, con una serie de acuerdos bilaterales firmados en los últimos meses.
Sin embargo, a pesar de la amenaza que estas dos fuerzas geopolíticas representan para los intereses de Estados Unidos, China es el principal competidor de EE. UU. en la región, según Joseph Humire, presidente del grupo de expertos ‘Centro para una Sociedad Libre y Segura’.
“Establecieron una impronta económica para desafiarnos en muchas áreas”, dijo Humire. En su evaluación, muchos estudiosos tomaron las incursiones de China en Latinoamérica como una señal de que el gigante asiático está actuando como cualquier otro competidor económico de Estados Unidos, y que la competencia no es antagonista. Pero la realidad es que la competencia va más allá de los negocios.
“Nos están desafiando en áreas que son amenazas mucho más directas para nuestras capacidades y alianzas militares en la región, incluyendo el espacio y el ciberespacio”, agregó Humire.
Uno de los métodos que Beijing mantiene para controlar a los países en desarrollo es obligarlos a aceptar las modalidades de préstamo engañosamente generosas de China. Por ejemplo, Venezuela recibió 62.000 millones de dólares en ayuda financiera durante la última década, y en septiembre pasado se agregaron otros 5000 millones de dólares.
A medida que la industria petrolera venezolana, con problemas de liquidez, siga cayendo en picada, el país caribeño deberá ceder su soberanía a China a través de un mayor acceso a los recursos naturales o a la infraestructura crítica de Venezuela, y una mayor dependencia del dinero chino. Este fue el caso de Sri Lanka, donde el gobierno tuvo que entregar el control de su principal puerto del sur del país después de no devolver 6000 millones de dólares en préstamos concedidos como parte de la iniciativa china ‘Un Cinturón, Una Ruta’ (OBOR por sus siglas en inglés) -la iniciativa de inversión masiva de Beijing con países de todo el mundo.
En agosto pasado en una reunión de prensa en camino a Brasil, el entonces secretario de Defensa de Estados Unidos, James Mattis, enfatizó que este tipo de relaciones económicas pueden poner en riesgo la soberanía de una nación. “Hay más de una manera de perder la soberanía en este mundo; no es solo con las bayonetas. También puede darse con los países que vienen con grandes préstamos y donaciones”, dijo Mattis.
Además, estos préstamos y regalos tienen sus consecuencias en el futuro. En una evaluación del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales sobre Venezuela, los investigadores Moises Rendon y Sarah Baumunk afirman que estos “beneficios a corto plazo a menudo conducen a una dependencia a largo plazo” de China.
Una de estas áreas es el espacio. China tiene actualmente acuerdos espaciales con Venezuela, Brasil y Argentina, que abarcan la colaboración en el lanzamiento de satélites de telecomunicaciones y una estación espacial de propiedad china.
Aunque inocente a primera vista, China continúa siendo intencionalmente poco transparente en lo que respecta a sus actividades relacionadas con el espacio. Además, la historia de China en la exportación de tecnología de doble uso, que puede utilizarse con fines civiles y militares, implica que la tecnología podría utilizarse para fines siniestros.
China también se está imponiendo en el ciberespacio latinoamericano en busca de una “Ruta de la Seda digital”. Esta iniciativa sería una inversión en infraestructura digital, que involucra la inteligencia artificial china, la computación cuántica y la experiencia en la nube, según informó Axios.
Con la inversión de China en el sector tecnológico en Latinoamérica, toda la región sirve a un área en la que el país asiático puede seguir manteniendo su dominio en el ámbito cibernético.
La amenaza colectiva
Mientras que China es el mayor contendiente para desafiar a Estados Unidos en América Latina, Irán y Rusia también representan serias amenazas a la seguridad de EE. UU.
Humire dice que estos tres países tienen un interés común en Latinoamérica, medido por el estándar de las tres cuartas partes.
Según Humire, el estándar de las tres cuartas partes es una forma de medir la participación extranjera en Sudamérica. China, Rusia e Irán operan en tres cuartas partes de los mismos países: los créditos y préstamos de China, las ventas de armas de Rusia y las relaciones bilaterales de Irán se superponen en tres cuartas partes de estos mismos países.
“¿Por qué estos tres países están poniendo todas sus fichas en una sola canasta? Es un movimiento estratégico”, dice Humire.
China, Rusia e Irán comparten una hostilidad antiestadounidense canalizada a través de medidas económicas, militares y diplomáticas, así como a través de una integrada campaña de propaganda antiestadounidense.
En la declaración de postura del Comando Sur 2018, el Almirante Kurt Tidd enfatiza la amenaza que estos tres países representan para Estados Unidos en Latinoamérica: “Con cada avance que hacen, amplían el espacio competitivo para interferir con nuestras relaciones de seguridad, anulan nuestra interoperabilidad con la región, socavan nuestros esfuerzos para reforzar las normas internacionales y ponen en riesgo nuestros intereses”.
La reacción de los EE. UU.
La administración Trump empleó una serie de métodos para contrarrestar las amenazas que plantean los poderes geopolíticos en América Latina.
En agosto, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos inició un programa llamado ‘América Crece’. Esta asociación alienta la inversión de Estados Unidos en energía e infraestructura en toda América Latina.
Además, Estados Unidos está utilizando su influencia económica para sancionar a países como Venezuela, Cuba y, más recientemente, Nicaragua.
Además, Estados Unidos busca reconstruir su confianza con las naciones latinoamericanas. El Almirante Tidd dice que esta es la estrategia clave para seguir siendo el socio más importante de la región: “Todos los días nos fijamos en las cosas que podemos hacer para crear confianza donde quizás no la haya, para poder mantenerla y, finalmente, para asegurarnos que no hacemos nada que comprometa esa confianza”.
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