Una mujer de una pequeña isla del Caribe ayudó a criar un bebé de flamenco que, al cabo de un tiempo, desapareció. Muchos meses después, el ave salvaje volvió a volar, corrió hasta su rescatadora y la acurrucó en un dulce reencuentro.
La amante de los animales Elly Albers, de 54 años, dirige un negocio de ecoturismo en Bonaire.
En 2017, un vertido de petróleo en Trinidad y Tobago (el país insular más meridional del Caribe) causó estragos en las aguas circundantes. Las autoridades de la Fundación de Parques Nacionales pidieron ayuda a Albers para cuidar de las aves afectadas, así que ella empezó a colaborar con la limpieza y el lavado de las mismas. Un año más tarde, unos lugareños llegaron con un pequeño flamenco, y Albers, que en aquel momento ni siquiera era rehabilitadora oficial de aves, se enfrentó de repente al reto de criar al ave huérfana.
Sin embargo, sin que Albers lo supiera, éste era el primero de muchos otros flamencos que vendrían. La curva de aprendizaje con el flamenco, al que Albers empezó a llamar «Baby», fue muy pronunciada.
Tras ponerse en contacto con algunas organizaciones de Holanda para que le aconsejaran sobre la alimentación del flamenco de cinco semanas, Albers se acomodó en su nuevo papel de cuidadora de Baby.
Como Baby era la única ave en ese momento, se fue acercando a Albers, siguiéndola a todas partes e incluso durmiendo a su lado. Cuando Albers estaba ocupada, guardaba a Baby en una jaula.
Cuando Baby alcanzó los cuatro meses de edad y pudo volar por sí misma, Albers «liberó suavemente» a Baby, lo que significaba que ahora podía aventurarse en los humedales que rodean su casa con los demás flamencos.
Cuando Albers conducía por la isla, reconocía a Baby y la llamaba.
«Salía del agua y corría a abrazarla», dice Albers.
Durante los meses siguientes, Baby siguió visitando a Albers todas las mañanas hasta que, de repente, desapareció durante mucho tiempo.
«Se me rompió el corazón», dijo Albers. «Tenía miedo porque vuelan de aquí a Venezuela, y temía que tal vez alguien la matara».
Una mañana, después de ocho meses, mientras Albers alimentaba a un grupo de flamencos, vio uno que le resultaba familiar.
«Le dije, oye, vaya, te pareces a Baby. Tienes las patas brillantes. Y ella me miró y corrió hacia mí y se tiró al suelo», cuenta Albers. «Empecé a llorar y llamé a mi esposo, ‘¡mira quién ha vuelto!
«Fue precioso. Después de tanto tiempo, todavía lo reconocen».
Cinco años después de cuidar a Baby, Albers dirige ahora un centro oficial de rehabilitación de aves, Bonaire Wild Bird Rehab, junto con una empresa de excursiones guiadas en kayak y barco.
«Probablemente rescatamos ya unos cuantos miles de flamencos», dice. «Tuvimos algunas temporadas duras con muchos flamencos que llegaban a la vez; a veces quinientos en unos pocos meses».
Sin embargo, como Baby fue la primer ave que cuidó, Albers dice que aprendió mucho de ella. Ahora utiliza sus conocimientos para ayudar a otros flamencos rescatados.
El objetivo del centro de rehabilitación es siempre devolver a las aves a su hábitat natural.
«No mantenemos a las aves en jaulas», dice Albers. «El objetivo es liberarlas donde deben estar, eso es realmente importante… Realmente no creo en mantener a las aves en cautiverio».
Vea el vídeo:
(Cortesía de Elly Albers)
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