Nadie pudo tocar por días a esta perrita agresiva y gruñona, hasta que una gentil mujer lo logró

Poco a poco, la experimentada adiestradora, que viene con su "buena ración" de graves mordeduras de perro e incluso hospitalizaciones, se ganó la confianza de la perra

Por Anna Mason
02 de marzo de 2024 5:18 PM Actualizado: 02 de marzo de 2024 5:18 PM

Una perra de rescate agresiva está ahora tranquila, feliz y cariñosa gracias a una fórmula especial: paciencia y nuggets de pollo.

Esta perra de gran tamaño, llamada Magnolia, fue encontrada suelta por las calles y llevada a un refugio de San Francisco por un agente de control de animales. La belga malinois —raza típica de la policía— se comportaba de forma tan agresiva que ningún miembro del personal del refugio pudo tocarla durante semanas.

«Inmediatamente, cuando Magnolia llegó, empezó a mostrar comportamientos muy agresivos con el personal», declaró a The Epoch Times la fundadora de WolfMother K9 Rescue Services, Saharai Salazar, de 36 años. «Eso es habitual con muchos perros, porque no tienen ni idea de lo que está pasando,  ni  qué tipo de persona es quien se los lleva a este lugar extraño. Normalmente les damos un par de días para que se relajen, pero ella se quedó en un estado de alerta elevado. Nadie podía tocarla».

Pero poco a poco, la Sra. Salazar -una adiestradora experimentada que tiene su propia «buena ración» de mordeduras de perro graves e incluso hospitalizaciones- se ganó la confianza de la perra, y ahora Magnolia ha encontrado su hogar definitivo.

Magnolia era muy agresiva y ruidosa cuando llegó al refugio y el equipo no pudo tocarla durante semanas. (Cortesía de Saharai Salazar)

Magnolia llegó al refugio en enero y estaba tan alterada que nadie del equipo de la perrera se sentía seguro al entrar en su recinto. Tenían que darle de comer a distancia y ni siquiera podían quitarle la correa.

«Esta perra de gran tamaño enseñaba los dientes, se abalanzaba, gruñía e intentaba morder. Era muy grave e intenso».

Otro adiestrador vino a ver a Magnolia y su opinión era que había que sacrificarla porque no se podía hacer nada con ella. Pero la Sra. Salazar, que empezó en el sector de los cuidados caninos hace 20 años, reconoció que la raíz del problema de Magnolia era el miedo. Al percibir indicios como las orejas gachas, el rabo recogido y la tendencia a retroceder, la Sra. Salazar tenía claro que la perra estaba muy asustada y nerviosa.

Su primera estrategia fue empezar poco a poco a darles golosinas como nuggets de pollo y salchichas. «Algo muy sabroso, porque sólo comen croquetas todos los días. Quiero darles algo especial, porque estoy intentando crear esa relación», dice Salazar.

Mira el conmovedor vídeo:

(Cortesía de Saharai Salazar)

Al principio, la amante de los animales se limitaba a sentarse con ella, evitando enfrentarse directamente al perro dándole la espalda o apartándose para parecer menos amenazadora. Poco a poco, durante estas sesiones semanales, Magnolia empezó a gruñir menos y a relajarse un poco más. A la tercera sesión, se produjo una gran transformación.

«Esta vez», cuenta la Sra. Salazar, «iba caminando hacia la perrera y ella se acercó enseguida, moviendo un poco la cola y olisqueando».

Abriendo la puerta de la perrera, la Sra. Salazar se sentó fuera. Con mucha cautela, Magnolia salió por sus golosinas. En lugar de intentar acariciarla, la Sra. Salazar simplemente se sentó y respetó el espacio de la perra. Al cabo de un rato, Magnolia empezó a traerle juguetes a su nueva amiga para que se los tirara y a jugar a buscarlos. Luego empezó a frotarse para demostrarle afecto. A partir de entonces, fueron las mejores amigas.

La Sra. Salazar con Magnolia, ahora llamada Nala por sus nuevos dueños. (Cortesía de Saharai Salazar)
(Cortesía de Saharai Salazar)

«Mucha gente cree que estoy premiando la agresividad; el perro gruñe y muerde, y yo le estoy premiando», dice Salazar, que explica que la agresividad basada en el miedo es diferente de la agresividad bruta y debe tratarse con delicadeza.

«Creo que muchos entrenadores o adiestradores tratarían de atar al perro y empezarían a corregirlo si intentara morder o huir. Existe la idea de que hay que controlar a los perros y de que hay que enseñarles quién manda. Pero dejar que Magnolia decidiera si quería interactuar conmigo hizo que el progreso fuera mucho más rápido. Si la hubiera obligado, habríamos retrocedido diez pasos».

Lo bonito, dice la Sra. Salazar, es que una vez que una persona muestra amor, atención y comprensión, abre la puerta a todos los demás.

Primero empezó a pasear a Magnolia con su prometido, el oficial de control de animales Nathaniel Valenti, al que conoció en el refugio hace varios años. Conscientes de que el refugio no podía retener a la perra indefinidamente, la pareja dio el paso de llevarse a Magnolia a casa para que viviera con ellos en régimen de acogida.

Primer encuentro de Magnolia con el prometido de la Sra. Salazar, Nathaniel Valenti. (Cortesía de Saharai Salazar)
Magnolia con uno de los empleados. (Cortesía de Saharai Salazar)

Una vez fuera del refugio y en un ambiente hogareño, Magnolia experimentó una transformación notable. A pesar de su juventud —una inspección dental estimó que tenía alrededor de 18 meses— la joven perra se convirtió en una compañera inseparable. La acompañaba a todas partes: visitas familiares, diligencias e incluso salidas de acampada. Magnolia demostraba un comportamiento ejemplar en cualquier situación.

«Está claro que alguien ha trabajado con ella, responde de maravilla a las órdenes», afirma Salazar.

Como no llevaba microchip, no está claro qué le ocurrió a Magnolia en el pasado. Su futuro, sin embargo, es seguro y brillante. Con más de 80 mil seguidores en Instragram, el refugio compartió la historia de Magnolia, que recibió una gran respuesta.

Una pareja del sur de California se hizo notar. Después de conducir hasta allí para conocerlos y darles la oportunidad de interactuar con Magnolia, el equipo supo que su cachorro rescatado sería feliz y estaría seguro con esta familia. Un par de semanas después, se reunieron a mitad de camino y Magnolia -ahora Nala- llegó a su hogar definitivo.

Magnolia, ahora Nala, con sus nuevos dueños. (Cortesía de Saharai Salazar)

Decir adiós fue extremadamente duro

«Lloramos; lloramos antes de que ocurriera. Son lágrimas de felicidad, siempre son agridulces. No podríamos estar más contentos de que haya encontrado el mejor hogar», dijo la Sra. Salazar. «Este era el lugar donde debía estar toda su vida. Fuimos nosotros los que establecimos esa conexión».

«Pienso en las veces que perdimos porque no ganamos todos los casos. Con Magnolia luchamos contra viento y marea; había gente que pensaba que nunca lo conseguiríamos con esta perra, pero se lo demostramos juntos y nos hizo falta a muchos de nosotros: el personal, el gerente, mi prometido, mi familia, su familia, los adoptantes que dijeron: ‘Sí, le daremos esa oportunidad'».

(Cortesía de Saharai Salazar)

La Sra. Salazar se mantiene en contacto con los nuevos dueños de Magnolia-Nala y disfruta viendo su vida en el sur de California. La afortunada cachorra vive con otros dos perros y sale a correr todas las mañanas con su deportiva familia. Aunque es un poco reservada al principio, su naturaleza cariñosa se revela una vez que se siente cómoda, mostrándose afectuosa y dulce.

«Le encanta acurrucarse en la cama y pasar todo el tiempo con su gente», dice la Sra. Salazar. «Tiene mucha energía, es juguetona y se siente segura fuera de casa, en entornos nuevos. Le encanta explorar.

«Allí prospera. Hace mucho ejercicio, recibe cariño y tiene la oportunidad de ser un perro y ser ella misma. Adora a sus nuevos dueños y ha creado un vínculo muy fuerte con ellos».


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