¿Por qué nos parece aceptable el arte comunista?

22 de marzo de 2017 3:07 AM Actualizado: 22 de marzo de 2019 10:17 PM

A pesar de los horrores y crueldades nunca revelados de los movimientos comunistas, parece que algunas de nuestras instituciones sociales aún no lo entienden. Mientras escribo este artículo, se está llevando a cabo una exposición en la Academia Real de Londres. Es una exposición popular llamada ‘Revolución: Arte Ruso’, una intensiva presentación de arte comunista, comenzando con la revolución Bolchevique en 1917, seguida de la guerra civil de Lenin y finalizando en 1932. Ese fue el año en que Stalin comenzó a matar de hambre sistemáticamente a 30 millones de personas de su propia gente.

El museo afirma que toma inspiración de una “notable exhibición presentada en Rusia justo antes de las medidas drásticas de Stalin”. En sus propias palabras, apunta a presentar “períodos trascendentales en la historia del mundo moderno a través de la lente de su innovador arte”. En resumidas cuentas, el comunismo asesinó más de 100 millones de su propia gente en el último siglo. Con respecto a esto, no tengo otra opción más que preguntar ¿por qué permitimos esta exposición de arte en nuestros museos y galerías?

Si fuera una exposición de arte nazi, nunca se habría permitido. Si se exhibieran retratos de Hitler y pinturas llenas de esvásticas, habría ocasionado una increíble indignación pública. Hitler y sus seguidores nazis asesinaron 11 millones de hombres, mujeres y niños. Los asesinaron en cámaras de gas. Asesinaron en Auschwitz. Eso fue el Holocausto, ¡por favor! Hasta el día de hoy imágenes tales como la esvástica, el saludo nazi y el Führer (bigote, pelo engominado hacia atrás y así), son todas asociadas con la “maldad” en su forma más pura.

Pero, con el comunismo… no es tan así.

Al contrario, algunas personas sienten un sentido de justa causa o simpatía con el movimiento comunista. En las universidades, por ejemplo, es bastante común que los profesores se declaren abiertamente marxistas. En términos de cultura popular, algunos jóvenes encuentran novedoso utilizar camisetas y bolsos de mano con estampas de imágenes de Mao Zedong. Incluso hubo un movimiento de música popular en los años 1980 llamado “Red Wedge”, que lleva el nombre de una pintura de propaganda (una de las pinturas en esta exposición), el cual era una convocatoria a la masacre violenta contra los enemigos de la revolución.

Así que, demos un paso atrás y observemos los hechos: el comunismo asesinó entre 100 y 150 millones de su propia gente, más del total de los asesinados en todas las guerras juntas a lo largo de la historia. Estas muertes ocurrieron no en tiempos de guerra, sino en tiempos de paz.  Mao asesinó 45 millones de su propia gente. Ahora es considerado el peor asesino en masa de la historia del mundo. Comparado con Mao, Hitler palidece en comparación. No obstante, aun vemos el rostro de Mao en camisetas.

Me pregunto, ¿qué pasaría si un profesor de universidad se declarara abiertamente nazi? Sería despedido y rechazado por sus colegas y estudiantes. ¿Qué pasaría si usted o yo usáramos una camiseta con una esvástica estampada? ¿Qué tal una imagen de Hitler? Obviamente, seríamos reprochados (tal vez duramente) y habría repercusiones sociales. Y, si puedo añadir, con razón.

Algunos dicen que la revolución comenzó como algo bueno, con la más noble de las aspiraciones, pero que después algo salió terriblemente mal. Una de las asistentes de la exposición compartió su visión de que “la represión real no comenzó sino hasta 1932”.

¿En serio? Parece que algunas personas ignoran la masiva hambruna causada por la política de Lenin del “comunismo de guerra”. Su ejército tomó los granos de los campesinos y arrastró a los hombres lejos de sus campos para sostener su revolución. Como resultado, millones de millones murieron por inanición. Esposos y esposas canibalizaron a sus propios hijos. Y el daño fue mucho más allá de la pérdida de la vida; no podemos llegar a comprender el masivo impacto psicológico que esto tuvo en la sociedad. Si esta represión no fue “la represión real”, me pregunto cuál es su definición de “real”.

La matanza comenzó justo desde el comienzo de la revolución y es lo central de su misión: había una policía secreta  y había gulags (campos de trabajo forzado). Lenin quería el genocidio de clase, eliminar una clase social entera. Pensó que la clase burguesa completa debería ser enviada a los gulags, a trabajar hasta la muerte.

El comunismo ha sido puesto a prueba por más de 100 años, por cientos de millones de personas, y los resultados son siempre los mismos: sus frutos son la muerte y la desolación.

Incluso suponiendo que hubiera un lugar adecuado para este “arte”, ubicarlo en su contexto apropiado sería de suma importancia. Necesita aclararse que esta catástrofe causó incalculable sufrimiento y que millones fallecieron. Venderlo con un nombre taquillero como “Revolución”, y pregonarlo como alguna mercancía parece extremadamente inapropiado.

Estéticamente hablando, la exposición tiene paredes rojas, papel tapiz con temática revolucionaria y otras cosas para combinar con la estética, no le hace justicia a la verdad. El crítico de arte Jonathan Jones (The Guardian), dio algunas opiniones adicionales: “Si la Academia Real quisiera ser honesta, podrían haberlo llamado algo más como ‘Plaza Negra: La Tragedia Rusa 1917-1932’. La forma superficial en la que admiran el arte ruso de la época de Lenin sentimentaliza uno de los capítulos más sanguinarios de la historia humana”.

Así que, para responder a la pregunta de por qué el comunismo y el arte comunista son tan aceptables en nuestra sociedad, ¿por qué no tomar esta exposición en su totalidad como una oportunidad para el autoexamen? Sir Antony Beever, un historiador militar, compartió algunas de sus opiniones con bastante franqueza: “La gente parece pensar que de algún modo el genocidio de clase no es tan malo como el genocidio racial”.

Bueno, yo también tengo mi opinión sobre el asunto. Para decirlo claramente, por más de un siglo, la sociedad occidental ha sido profundamente afectada por el comunismo, y la influencia que ha tenido en nuestras percepciones es más profunda de lo que percibimos. Hay ciertas bases que los marxistas intentan sentar en los países no comunistas, una suerte de preparación para la revolución. Sean los intelectuales, los agentes de la KGB, o alguien que al comienzo pase desapercibido, vienen, se unen a nuestro ámbito académico y se convierten en honrados ciudadanos. No rompen las leyes, pero su objetivo es de hecho sentar las bases para el comunismo. A través de varios canales sociales, promueven un tipo de contracultura dentro de nuestras instituciones que debilitan y desestabilizan la cultura.

La Escuela de Frankfurt, por ejemplo, fue un grupo de intelectuales marxistas que emigraron a Nueva York y se implantaron en la Universidad de Columbia en Nueva York justo después de la Segunda Guerra Mundial. Practicaron una variedad marxismo que no está basado en la revolución violenta, sino en la idea de un “largo andar a través de las instituciones” (basado en las teorías marxistas de Antonio Gramsci), subvirtiendo la cultura desde adentro. Muchos de esta escuela asumieron cargos prominentes en las universidades estadounidenses, promoviendo ideas de extrema izquierda en todo el ámbito académico. El impacto de esto fue de gran alcance y se extendió hasta la actualidad.

Por ejemplo, Herbert Marcuse un marxista de la Escuela de Frankfurt, era clave en la organización de las protestas estudiantiles militantes durante los años de contracultura en los 1960, y ahora es considerado el “padre de la Nueva Izquierda” en Estados Unidos. En su libro, ‘Contrarrevolución  y revuelta’, elaboró sobre la idea de la subversión desde adentro:

“Trabajar en contra de las instituciones establecidas mientras se trabaja desde dentro de ellas, pero no simplemente ‘perforando desde dentro’, sino ‘haciendo el trabajo’, aprendiendo […] cómo programar y leer computadores, cómo enseñar en todos los niveles de la educación, cómo usar los medios masivos de comunicación, cómo organizar la producción…”.

El desertor y ex operativo de la KGB ruso, Yuri Bezminov (que ahora vive en EE. UU.) explicó muy claramente que el objetivo de la KGB era “subvertir cualquier cosa de valor en el país de tu enemigo hasta que llegue el momento en que la percepción de la realidad de tu enemigo esté estropeada a tal punto que no te percibe como un enemigo; y que tu sistema, tu civilización y tus ambiciones le parezcan a tu enemigo como una alternativa”.

Esto es exactamente lo que ha estado ocurriendo en nuestra cultura. La maldad ya no es malvada. El bien ya no es bueno. Tenemos profesores marxistas enseñando en nuestras universidades. Tenemos imágenes de Mao en nuestras camisetas. Tenemos arte comunista en nuestros museos. Esto nos está llevando en una dirección en la que no queremos ir, y necesitamos despertar antes de que sea demasiado tarde. ¿Sorprende que junto con la exposición, el museo esté alentando la participación como un evento familiar? En una muestra de taller online “cómo: pintar un póster de protesta” que sea “apto para niños de más de 5 años”, se supone que los participantes tomen inspiración de los pósters de protesta soviéticos.

Tenemos la responsabilidad de ponernos de pie y hablar en contra de exposiciones como ésta, dado que no haríamos menos si nos enfrentáramos a una exposición de arte nazi. Eventos como éstos afectan a nuestra comunidad y eso es algo que necesitamos proteger. Necesitamos alzar la voz, tener discusiones y escribir cartas. Al menos, deberíamos decidir no asistir con nuestro dinero a ver una exposición tan espantosa.

Las opiniones expresadas en este artículo son las opiniones del autor y no necesariamente reflejan el punto de vista de La Gran Época.

Se estima que el comunismo ha matado al menos 100 millones de personas, no obstante sus crímenes no han sido recopilados y su ideología aún persiste. La Gran Época busca exponer la historia y creencias de este movimiento, que ha sido una fuente de tiranía y destrucción desde su surgimiento.

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