Sentimos en carne propia la persecución del genocida Luo Gan

23 de noviembre de 2009 4:47 AM Actualizado: 24 de abril de 2015 3:58 PM

La violencia del miércoles 14 frente al Congreso hizo recordar algunas imágenes de la plaza Tiananmen en Beijing, China, luego de que comenzara el genocidio contra Falun Dafa en 1999, cuando los practicantes trataban de decir la verdad ante la campaña difamatoria que acompaña el genocidio: en esas imágenes se ve a practicantes que abren banderas que dicen «Falun Dafa hao» (Falun Dafa es bueno) y «Zhen-Shan-Ren» (Verdad-Benevolencia-Tolerancia), y la policía –bajo las directivas de la Oficina 610 dirigida por Luo Gan- les quita las banderas y los golpean brutalmente sin motivo racional y sin que estos les devuelvan la agresión. Aquí los chinos que respondían al PCCh actuaron, salvando las distancias,como los policías del PCCh en Tiananmen, golpeando casi libremente en suelo argentino.

«Es evidente que el perverso PCCh nuevamente pudo extender su violencia a la Argentina con permisividad de las fuerzas de seguridad y las autoridades, al igual que en noviembre de 2004 durante la vista del dictador Hu Jintao», declaraba la Asociación del Estudio de Falun Dafa en Argentina dos días después del incidente, titulando que «Sentimos en carne propia la persecución del genocida Luo Gan».

Esta permisividad ha dado a entender que el PCCh puede manipular libremente a ciudadanos chinos para acallar, golpear y robar a la gente sobre territorio argentino, por ahora enfocándose en quienes dicen la verdad sobre el PCCh durante las visitas de Estado o de funcionarios genocidas.

Particularmente Julián Pintos, uno de los más agredidos, porque dijo varias veces a los agresores ¨Falun Dafa Hao¨ (Hao significa bueno en chino), recalcó este punto en una conferencia de prensa cuando un periodista de América TV le preguntó qué pretendía o exigía al gobierno argentino: «un comportamiento honorable», simplemente respondió, aludiendo a las relaciones con la dictadura del Partido Comunista Chino.

Tanto Julián como el resto de los practicantes de Falun Dafa y muchos argentinos se preguntan indignados cómo pueden nuestros representantes invitar y estrechar las manos con uno de los peores criminales genocidas de la actualidad, quien persigue incluso a los propios principios de Verdad-Benevolencia- Tolerancia de Falun Dafa, recibiéndolo nuestro vicepresidente y permitiéndole disfrutar del hermoso paisaje de Bariloche desde el Hotel Llao Llao. Más aun, cuando el asunto de los derechos humanos aparece como una prioridad en la política de este gobierno.

Hoy, el Partido Comunista Chino, a pesar de la imagen de prosperidad económica que proyecta, pende de un hilo: sufre una ola de cerca de seis millones y medio de declaraciones de renuncia, la crisis social por el abuso estatal para con ochocientos millones de pobres, el aumento constante de protestas en todo el país (84.000 el último año, según cifras oficiales), sumado al rechazo generalizado por los crímenes en la persecución a católicos, practicantes de Falun Dafa, budistas, tibetanos, disidentes, etc.

La pregunta es ¿qué van a hacer todos aquellos que «hacen tratos con el diablo» para negociar con el PCCh, una vez éste sea desintegrado? Si nuestros funcionarios no asumen ahora con firmeza una postura verdaderamente más «honorable», cuando el PCCh caiga la suciedad de las manos será imposible de quitar.

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