Las autoridades chinas planean hacer pruebas a 16 millones de residentes que viven en el oeste de Shanghái en los próximos días, después de que la ciudad comenzara el 1 de abril una segunda fase de cierres, según los medios estatales chinos.
Por su parte los residentes del este y el sur de Shanghai que esperaban volver a la vida normal el 1 de abril tras un cierre de cuatro días, se les comunicó que podrían quedar confinados en sus casas mucho más tiempo, una nueva señal de que el brote de COVID-19 en la ciudad no está remitiendo.
China lleva cerca de un mes luchando contra la propagación de la variante ómicron del virus del PCCh, siendo Shangai una de las zonas más afectadas. La ciudad informó de 4502 nuevos casos de infección el 1 de abril, pero el número real podría ser significativamente mayor. Algunos expertos y residentes chinos han dicho anteriormente que las autoridades han estado subestimando las cifras de infección.
El aumento de los casos de infección ha hecho que las autoridades de Shanghai comiencen a aplicar un bloqueo en dos fases el 28 de marzo, con el objetivo de realizar pruebas a los 26 millones de habitantes de la ciudad. La primera fase del bloqueo —que se dirigió a los residentes de Pudong y Pusan, distritos situados en las orillas este y sur, respectivamente, del río Huangpu de Shanghai— debía terminar a las 5 de la mañana, hora local, del 1 de abril.
Sin embargo, alrededor de las 20:00 horas locales del 31 de marzo, las autoridades de la ciudad anunciaron nuevas restricciones para Pudong y Punan.
De acuerdo a las nuevas medidas, todos los habitantes de las zonas residenciales en las que se han notificado casos de infección serán confinados en sus casas durante al menos 10 días más. Las zonas ya selladas permanecerán cerradas durante tres días más. También se realizarán más pruebas de detección del virus dirigidas a los residentes que viven en estas zonas.
La segunda fase, que comenzó a las 3 de la madrugada, hora local, del 1 de abril, somete a los residentes de la zona de Puxi, situada al oeste del río, a un confinamiento de cuatro días.
Las pruebas masivas y el confinamiento de la gente en sus casas son parte de la estricta política de «cero-COVID» del régimen chino, en la que los funcionarios rastrean todos los casos del virus con la esperanza de eliminarlo por completo.
En Shanghai, la política cero-COVID también ha incluido medidas como la suspensión del transporte público, el cierre de negocios no esenciales y la restricción del acceso a las carreteras.
Estos métodos están alimentando un creciente descontento en toda China.
En Shanghái, el bloqueo en curso provocó que algunos residentes se quejen de no tener acceso a suficientes alimentos y medicinas. Otros residentes se han quejado de no poder hablar por teléfono con sus familiares después de que sus seres queridos dieran positivo en la prueba de COVID-19 y fueran aislados en hospitales.
El uso continuado por parte de China de duras medidas de cuarentena, incluidos los cierres, podría afectar negativamente a su economía.
El banco francés Natixis, en un informe de investigación publicado el 30 de marzo, escribió que las restricciones de movilidad debidas a los cierres podrían «reducir en 1.8 puntos porcentuales el PIB de China durante el primer trimestre de 2022».
«Lo que parece claro ahora es que la consecución del objetivo de crecimiento del 5.5 por ciento, fijado por el informe de trabajo del gobierno, se enfrenta a vientos en contra cada vez mayores, ya que el PIB de China estará más presionado de lo que se esperaba para el primer trimestre y probablemente se enfrentará a más incertidumbre en los siguientes trimestres», según Natixis.
El 31 de marzo, la Oficina Nacional de Estadísticas de China anunció que en marzo las actividades manufactureras y de servicios del país se contrajeron por primera vez desde marzo de 2020.
El índice oficial de gestores de compras (PMI) bajó de 50.2 en febrero a 49.5 en marzo. Por su parte el PMI no manufacturero bajó a 48.4 en marzo, frente a 51.6 en febrero.
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