2023: El año de estanflación

Por Daniel Lacalle
28 de diciembre de 2022 12:13 PM Actualizado: 28 de diciembre de 2022 12:13 PM

Comentario

Después de más de 20 billones de dólares en planes de estímulo desde 2020, la economía está entrando en un estancamiento con una elevada inflación.

Los gobiernos mundiales anunciaron más de USD 12 billones en medidas de estímulo solo en 2020 y los bancos centrales abultaron sus balances en USD 8 billones. El resultado fue decepcionante y con efectos negativos duraderos: una recuperación débil, una deuda récord y una inflación elevada.

Por supuesto, los gobiernos de todo el mundo culparon de la invasión de Ucrania al inexistente efecto multiplicador de los planes de estímulo, pero la excusa no tenía sentido. Los precios de las materias primas subieron de febrero a junio de 2022 y se han corregido desde entonces. Aun considerando el efecto negativo del alza de los precios de las materias primas en las economías desarrolladas, nosotros debemos reconocer que esos son positivos para las economías emergentes y, aunque sea con ese insentivo, la decepcionante recuperación provocó constantes rebajas de las estimaciones.

Si existieran los multiplicadores keynesianos, la mayoría de las economías desarrolladas estarían creciendo con fuerza, incluso descontando el impacto de la invasión de Ucrania, teniendo en cuenta la cantidad sin precedentes de planes de estímulo aprobados.

Ahora nos enfrentamos a un 2023 con estimaciones aún más decepcionantes. Según Bloomberg Economics, el crecimiento mundial disminuirá de un pobre 3.2 % en 2022 a un preocupante 2.4% en 2023, significativamente por debajo de la tendencia anterior a COVID-19 pero con una mayor deuda mundial. La deuda mundial total aumentó en USD 3.3 billones en el primer trimestre de 2022 hasta alcanzar un nuevo récord de más de USD 305 billones, debido sobre todo a China y Estados Unidos, según el Instituto de Finanzas Internacionales.

Sin embargo, las estimaciones de consenso muestran un panorama aún peor. El crecimiento mundial debería estancarse en el +1.8 %, con la zona euro en crecimiento cero y Estados Unidos en solo el 0.3 %, con una inflación que alcanzaría el 6 % a nivel mundial, el 6.1 % en la zona euro y el 4,1 % en Estados Unidos.

Se espera que solo un puñado de países reduzcan su deuda en 2023, ya que la mayoría de las naciones seguirán financiando un gasto público inflado con elevados déficits y alzas de impuestos. Un mundo en el que los gobiernos erosionan constantemente el poder adquisitivo de las divisas y recortan la renta disponible de los contribuyentes con un aumento de los impuestos, probablemente mostrará tendencias de crecimiento más débiles y un empeoramiento de los imbalances.

La narrativa en todo el mundo es tratar de convencernos de que la inflación pasada pero elevada está con «precios a la baja» y que todo va bien cuando la deuda aumenta, el crecimiento se estanca y el poder adquisitivo de los salarios y los ahorros se aniquila lentamente.

No hay éxito en la estanflación. Es un proceso de empobrecimiento que perjudica enormemente a las clases medias, cuando el gasto público excesivo nunca se frena.

2022 fue el año que mató a la MMT, la falacia de ciencia ficción de la Teoría Monetaria Moderna. Países con soberanía monetaria como Japón o el Reino Unido se encontraron en una confusión sin precedentes creada por la ilusión de que el aumento del déficit y la deuda nunca causarían problemas significativos. Bastaron unas cuantas alzas de las tasas de interés para desmontar la ilusión de la impresión perenne de dinero como solución a todo.

2022 también demostró que es falso que los déficits masivos sean reservas que fortalezcan la economía. Estados Unidos sufrió el golpe inflacionista más severo de 30 años, aun siendo independiente energéticamente y beneficiándose de la exportación de gas natural y petróleo al resto del mundo. Si la ridícula narrativa MMT fuera cierta, Estados Unidos no debería haber sufrido ninguna presión inflacionista.

Se espera que 2023 sea el año de la estanflación. Por supuesto, la mayoría de los estrategas apuestan por una rápida caída de la inflación en la segunda parte del año, pero eso parece inconsistente con sus estimaciones de gasto deficitario y crecimiento.

La incómoda realidad es que los países han creado un declive duradero al llevar al límite las políticas del lado de la demanda y la intervención gubernamental.

Muchos celebraron la decisión de utilizar a los gobiernos y los bancos centrales como prestamistas de primer recurso en lugar de una última opción, y lo que se ha creado es un problema de difícil solución.

No parece haber ningún incentivo para reducir los desequilibrios fiscales y monetarios acumulados a lo largo de dos décadas, por lo que el resultado será un crecimiento más débil y el empobrecimiento.

Ningún gobierno quiere reconocer el riesgo de que los bancos centrales reduzcan sus balances. Ni siquiera el estratega más agresivo se atreve a estimar un ajuste cuantitativo de USD 3 billones porque todos saben que los efectos podrían ser devastadores. Sin embargo, para normalizarse de verdad, los bancos centrales deberían reducir su balance en al menos USD 5 billones. Los gobiernos y los bancos de inversión temen que un ajuste gradual de USD 3 billones pueda provocar una crisis financiera. Esos mismos participantes en el mercado saben que un ajuste de USD 5 billones conduciría sin duda a una crisis financiera.

La razón, por la que todo el mundo espera un 2023 dividido en dos partes, una primera mitad de malos datos y una segunda en la que el crecimiento repunte y la inflación caiga en picada, es porque los participantes en el mercado necesitan crear una narrativa que muestre una solución rápida al desastre mencionado. Sin embargo, no hay solución rápida, no hay aterrizaje suave y no hay posibilidad de resolver el problema manteniendo déficits elevados, estados de balance expandidos de los bancos centrales y tasas reales negativas.

Si nosotros queremos ver las opciones, solo hay dos: arreglar el problema creado en 2020, lo que significa una recesión global, pero probablemente no una crisis financiera, o no arreglarlo, lo que significa una inflación elevada, un crecimiento más débil y otro mal año de activos de riesgo, lo que puede conducir a una crisis financiera.

Desafortunadamente, cuando los gobiernos de todo el mundo decidieron en 2020 “gastar ahora y lidiar con las consecuencias después”, también crearon las semillas de un problema al estilo de 2008.


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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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