Es fácil sentirse abrumado por la belleza. Un momento, persona u objeto hermoso puede inspirar una cierta respuesta emocional en muchos de nosotros. «Las rosas de Heliogabalus» es una pintura de Sir Lawrence Alma-Tadema que, a primera vista, posee el tipo de belleza que agita algo en lo profundo de nosotros.
He compartido esta pintura con algunas personas cercanas a mí, y todos tienen respuestas similares: «Wow, eso es hermoso». Luego comparto con ellos la historia detrás de la pintura, y llegamos a cuestionar nuestra relación con nuestra percepción sensual de la belleza.
La crueldad de Heliogabalus
¿Cuál es la historia detrás de esta pintura? A los 14 años, Heliogabalus (también llamado Elagabalus) se convirtió en emperador romano en el año 218 d.C. No se consideraba a sí mismo un emperador sino una emperatriz, una vez dijo, «No me llamen Señor, porque soy una Dama». Su gobierno era cruel, y era conocido por permitir formas extremas de placer y entretenimiento.
Según Edward Gibbon, autor de «La Historia de la Decadencia y Caída del Imperio Romano», Heliogabalus, «corrompido por su juventud, su país y su fortuna, se abandonó a los placeres más groseros con furia no gobernada (…) Confundir el orden de las estaciones y el clima, divertirse con las pasiones y los prejuicios de sus súbditos y subvertir todas las leyes de la naturaleza y la decencia, estaban en el número de sus más deliciosas diversiones».
Sus diversiones incluían lujuria extrema, profanación de la historia romana, asesinato y el sacrificio de niños humanos.
La composición de Alma-Tadema
Alma-Tadema fue un pintor holandés que retrató escenas de la antigüedad griega y romana. Más tarde se trasladó a Inglaterra, se convirtió en miembro electo de la Real Academia en 1879 y fue nombrado caballero en 1899.
Lo que es posiblemente uno de los momentos más crueles de Heliogabalus fue reimaginado por Alma-Tadema en «Las Rosas de Heliogabalus». Según la «Historia de Augusto»:
«En un salón de banquetes con techo reversible [Heliogabalus] una vez abrumó a sus [subordinados] con violetas y otras flores, de modo que algunos realmente se asfixiaron hasta morir, siendo incapaces de arrastrarse hasta la cima».
Alma-Tadema intentó recuperar la crueldad de Heliogabalus. Heliogabalus se ve recostado sobre su estómago en el centro superior de la composición, observando el evento con tranquila satisfacción. Sus invitados se sientan a su derecha, mientras una mujer vestida como una Ménade Dionisíaca toca música en la parte superior izquierda. Una estatua de Dionisio, Dios olímpico del vino y el éxtasis, se puede ver a lo lejos.
En la mitad inferior de la composición, se ven cientos, si no miles, de rosas cayendo del techo reversible. El techo no se muestra en la pintura, pero parece que estaría compuesto por puertas que se abren por orden de Heliogabalus.
Alma-Tadema hizo que estas rosas se enviaran desde Francia y las pintó individualmente. Estas rosas caen sobre las figuras esparcidas por la mitad inferior de la composición. Ninguno de los personajes parece estar sorprendido o preocupado. Es como si las rosas cayeran inmediatamente y los personajes de abajo no tuvieran suficiente tiempo para reaccionar y protegerse.
Capas de belleza
«Las rosas de Heliogabalus» es una escena impresionantemente hermosa. Hace años, cuando la vi por primera vez, pensé que era una pintura de viento soplando flores a través de una reunión de amigos. Fue agradable y relajante. No fue hasta que leí el nombre del cuadro e investigué un poco que me di cuenta de la historia que hay detrás.
A menudo nos dejamos llevar por la belleza inmediata de algo. El tiempo se puede detener cuando una persona con belleza de otro mundo se cruza en nuestro camino; artículos hermosos como ropa, joyas o autos pueden estimular en nosotros un deseo posesivo; incluso ideologías utópicas, hermosas en la superficie, pueden inspirar en nosotros un impulso para lograr lo que es aparentemente imposible, independientemente de cómo podamos afectar a otros en el proceso.
De «Las rosas de Heliogabalus», sin embargo, me llama la atención el hecho de que la belleza tiene capas. El placer que proporciona la inmediatez de la belleza exterior no llega al núcleo de la naturaleza de la belleza. Esto no significa que debamos ignorar o condenar la belleza exterior, sin embargo. La belleza exterior tiene la capacidad de atraernos y estimular nuestra curiosidad.
Si no tenemos cuidado, sin embargo, al alinearnos con la gente, las cosas e incluso las ideologías que parecen bellas en la superficie, pero que resultan ser profundamente feas en el interior, pueden dar lugar a que nos veamos abrumados, aprisionados y sofocados por lo que percibimos como bello.
Todo tiene consecuencias, incluso lo aparentemente bello. Por eso la belleza exterior se debe ser considerar conjuntamente con la belleza interior; la percepción sensual se debe equilibrar con el pensamiento racional y un corazón bondadoso. La belleza exterior nos la proporcionan nuestros sentidos, pero la belleza interior se despliega a través de preguntas reflexivas a las que puede que no haya respuestas.
En una época de cambios, ¿qué preguntas tendremos el coraje de hacer sobre nuestra relación con la belleza exterior, y cómo podría esto afectar el desarrollo de nuestra propia belleza interior?
El arte tiene una increíble capacidad de señalar lo que no se puede ver para que nos podamos preguntar «¿qué significa esto para mí y para todos los que lo ven?» «¿Cómo ha influido en el pasado y cómo podría influir en el futuro?» «¿Qué sugiere sobre la experiencia humana?» Estas son algunas de las preguntas que exploro en mi serie «Alcanzando el interior»: Lo que el arte tradicional ofrece al corazón.
Eric Bess es un artista representativo en ejercicio. Actualmente es un estudiante de doctorado en el Instituto de Estudios de Doctorado en Artes Visuales (IDSVA).
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