Al parecer los médicos deberán responsabilizar a un par de gases contaminantes del aire, el dióxido de nitrógeno (NO2) y el ozono, por contribuir “al aumento sin precedentes en el número de personas con estornudos, mocos y sibilancias durante la temporada de alergias«.
El NO2 proviene del tráfico rodado y la quema de combustibles fósiles. Su presencia en el aire contribuye a la formación y modificación del ozono -principal componente del smog- y de las partículas en suspensión, así como a la aparición de la lluvia ácida.
Científicos del Instituto Max Planck observaron a nivel químico los cambios que causan estos gases en el alérgeno principal del polen del abedul, una proteína llamada Bet v 1., y concluyeron que éstos “podrían aumentar su potencia», desencadenado efectos en el ser humano, destaca el estudio publicado el 22 de marzo en Newswise, presentado estos dìas en la 249 ª Reunión y Exposición de la American Chemical Society (ACS).
En trabajos anteriores analizaron cómo las sustancias que causan alergias se alteran en el aire. En la nueva investigación, durante pruebas y simulaciones de laboratorio a diferentes niveles de ozono y dióxido de nitrógeno, evidenciaron que el ozono oxida un aminoácido llamado tirosina que ayuda a formar estas proteínas Bet v 1.
Los dos gases ponen en movimiento una cadena de reacciones químicas implicando en ella a componentes intermediarios reactivos del oxígeno, los cuales pueden juntos, unirse a estas proteínas, alterando sus estructuras y sus posibles efectos biológicos en el ser humano. Cuando esto ocurre, estas proteínas “pueden ser alérgenos más potentes», describen los científicos.
También se encontró que el dióxido de nitrógeno parece alterar la polaridad y las capacidades de unión de las proteínas alergénicas Bet v 1.
“En conjunción con los efectos del ozono, los investigadores predicen, que puede aumentar la respuesta inmune del cuerpo a estas partículas (alergenos), en particular en ambientes húmedos, mojados y smog”.
El próximo paso anunciado en el estudio es identificar modificaciones en otras proteínas alergénicas del medio ambiente y analizar con equipos biomédicos sus efectos sobre el sistema inmunitario humano, que también puede ser afectado por otros factores fisiológicos.
«Los científicos han sospechado durante mucho tiempo que la contaminación atmosférica y el cambio climático están involucrados en el aumento de la prevalencia de alergias en todo el mundo. Pero la comprensión de los procesos químicos subyacentes detrás de este fenómeno ha sido difícil de lograr», explicó el Dr. lrich Pöschl, del Instituto Max Planck en Alemania.
«Nuestra investigación es sólo un punto de partida, pero que empieza a sugerir cómo se producen las modificaciones químicas de las proteínas alergénicas y cómo pueden afectar a la alergenicidad», dijo el especialista.
Otros estudios de la exposición a largo plazo del NO2, “a los niveles que actualmente se registran en Europa», indican que «puede provocar una disminución de la función pulmonar y aumentar el riesgo de aparición de síntomas respiratorios como bronquitis aguda, tos y flema, especialmente en los niños”, informó Greenfacts.
Con cifras que van en aumento, en solo EE.UU., cerca de 50 millones de personas que deben ser atendidas por alergias nasales, según el Colegio Americano de Alergia, Asma e Inmunología, agregó Max Planck.
El aumento de la alergia de primavera entonces resulta ser una de las primeras advertencias de otros posibles riesgos para salud, por containación ambiental.
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