Mientras que las enseñanzas sociales y espirituales de Confucio son ahora sinónimos de la sociedad china, la primera dinastía imperial, el poderoso estado de Qin (221 a 206 a. C.), empleó la dura ideología del legalismo. De acuerdo con los defensores de esta estricta forma de gobierno, un monarca debía hacerse con tanto poder político como le fuera posible y aplicar leyes rígidas para dominar a toda la sociedad.
La primera gran era de desunión china, conocida como el Período de los Estados en Guerra, presenció el surgimiento de muchas escuelas de pensamiento, incluyendo el legalismo y el confucionismo. Varios gobernantes locales buscaron el consejo de filósofos, maestros, sabios y científicos para alcanzar el cometido de enseñorearse de toda la nación.
Durante este tiempo, el estado de Qin era una región remota a los márgenes de la civilización china, extendiéndose a lo largo de las montañas que abrazan la costa oeste superior del Río Amarillo. En el siglo IV a. C., el gobernador de Qin, el duque Xiao, inició una búsqueda de hombres capaces que pudieran ayudarlo a conducir sus dominios y su gente hacia la grandeza.
Shang Yang fue el hombre que trajo el legalismo al estado de Qin, con el cual eventualmente llegaron a conquistarse los otros seis reinos que unificaron China. Incapaz de encontrar empleo como ministro de gobierno en su estado natal de Wei, en China central, Shang se aventuró hacia el oeste a fin de atender al llamado de Xiao.
Defensor de la tiranía
Los orígenes del legalismo son variados, pero Shang Yang fue el primero en desarrollarlo como una ideología política distintiva. Tomando el Canon de Leyes, escrito por el erudito Li Kui, como su guía, Shang Yang se reunió con el Duque Xiao y fue capaz de convencer al líder de convertirlo en un importante ministro para Qin.
Uno de los rasgos definitorios del legalismo fue su rechazo de cualquier moralidad que no estuviera determinada por el gobernante a través de sus leyes. Shang y los sucesores en su escuela de pensamiento creían que la naturaleza humana era principalmente astuta y egoísta en sí misma. Pero lo que el ministro de Qin buscaba la obediencia.
Al principio de su carrera en la capital, dejó en claro lo que esperaba de su pueblo al ofrecer la recompensa de 50 piezas de bronce a cualquier persona dispuesta a mover una pieza de madera de un extremo de la ciudad al otro; era una tarea tan simple que solo un hombre de pobre intelecto decidió llevarla a cabo. Fue así que Shang le dio de inmediato el dinero prometido y sopesó la conmoción que surgió entre las personas de Qin.
Algunos hablaron en contra de la ridícula prueba, mientras que otros la elogiaron. Al final todos fueron detenidos. El legalismo exige obediencia ciega, así que cualquier cosa que se diga es, en el mejor de los casos, irrelevante, y en el peor de los casos, una rebelión.
En ese entonces, la mayoría de los estados también estaban implementando reformas legales para agilizar el liderazgo y mejorar el orden público, pero las acciones de Shang Yang eran las más radicales. Causó un alboroto entre la nobleza de Qin, pero pudieron hacer poco para detenerlo, porque contaba con el favor del Duque Xiao. Shang castigó severamente a muchos nobles y eruditos, con la muerte para algunos y la mutilación para otros.
En la antigua China, desfigurar el cuerpo era un castigo especialmente horrendo, por lo general reservado a aquellos condenados por delitos graves.
Las reformas de Shang Yang también se concentraron en maximizar las cosechas para soportar a grandes ejércitos. Conocidos por las personas de otros estados chinos como “divisiones de lobos y tigres”, los soldados de Qin entraban en batalla con poco sentido de la caballerosidad o cuidado por sus propias vidas, siempre y cuando significara una recompensa y posición para ellos y sus familias.
Una comparación fuera de lugar
Las reformas de Shang Yang dieron sus frutos. En 341 a. C., fortalecido por las nuevas y estrictas leyes, Qin estuvo preparado para la guerra contra su antiguo enemigo, y tierra natal de Shang, el estado de Wei. Situada al margen del Río Amarillo, era una tierra en disputa con 10 ciudades, que Shang conquistó por medio de una combinación de trucos sucios y fuerza bruta.
Aclamado por el Duque Xiao de Qin como un héroe, Shang recibió un importante feudo y disfrutó de su propia gloria. En un espléndido y muy concurrido banquete se jactó de sus logros. Los asistentes lo cubrieron de elogios, pero un hombre, un portero, se mantuvo callado. Shang estaba perplejo y le preguntó por su silencio.
“Voy a decirle la verdad sobre su situación si usted promete no matarme o castigarme”, dijo el portero. Shang Yang estuvo de acuerdo.
“¿Cómo puedo compararme con el gran Baili Xi de la antigüedad?, le preguntó Shang. Baili Xi había sido ministro de Qin doscientos años antes que Shang. Sirvió al Duque Mu, conocido por su generosidad y gobierno virtuoso.
Baili Xi, dijo el portero, era amado por el pueblo de Qin. Trabajó directamente con la gente común y no sintió la necesidad de guardias. Cuando murió, la gente lloró como si hubiese muerto un familiar cercano.
Shang Yang, en cambio, gobernó solo a través del poder del soberano de Qin, el Duque Xiao. Durante los 20 y tantos años de su gobierno, el pueblo de Qin solo sintió terror, no respeto por Shang y sus leyes. Únicamente atendieron a los beneficios y se olvidaron de la moralidad.
Además, el portero le hizo una advertencia: que el heredero al trono de Qin no tenía una disposición favorable hacia Shang Yang, así que su autoridad solo podría durar tanto como el reinado del duque actual.
“Usted sabe que no cuenta con el corazón de las personas”, le dijo el portero. “Cuando sale afuera, tiene la protección de fuertes guerreros como guardaespaldas, siempre dispuestos y armados. De otra forma nunca se atrevería a dejar su residencia. ¿Cómo podría usted ser comparado con Baili Xi?
Devorado por sus propias reglas
Tal como predijo el portero, la fortuna de Shang Yang cambió rápidamente una vez que el Duque Xiao falleció al año siguiente, en 338 a. C. Su hijo ascendió al trono para convertirse en el Rey Huiwen de Qin.
El nuevo gobernante tomó pasos para aprehender al poderoso ministro. Shang Yang se vistió con ropas comunes y huyó, pero en la primera posada que encontró le pidieron sus documentos de identificación. Atrapado por sus propias regulaciones, Shang, cansado y abatido, no tardó en ser capturado. Fue acusado de traición y ejecutado.
Shang Yang estaba muerto, pero el Rey Huiwen y sus sucesores mantuvieron el sistema legalista por más de 100 años. Qin solo creció en poder hasta el rey Ying Zheng, que se convirtió en el primer emperador, unificando China. Pero falleció luego de 12 años de reinado, y la dinastía colapsó.
Liberados del enorme temor que el emperador inspiró en sus súbditos, los funcionarios egoístas de Qin comenzaron a planear una rebelión luego de su muerte. El sucesor elegido por el emperador fue llevado al suicidio y se colocó a un heredero incompetente en el trono. La burocracia de Qin se desplomó y el imperio entró en una guerra civil apenas 15 años después de la gran unificación. De aquí que los chinos digan: “Qin subió y bajó por Shang Yang”
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