Una familia buena que siempre tenía mala fortuna
Durante el reinado del Emperador Xuanzong (712-756) de la Dinastía Tang, había una familia de budistas de apellido Su, que siempre se esmeraba en hacer buenas obras y era elogiada por sus vecinos. Sin embargo, esta familia tan agradable sufría muchos desastres: les robaron los animales que había criado con tanto sacrificio; le incendiaron la casa; tenía dos hijos que nacieron enfermos y, a la edad de cinco años, murieron porque ninguna medicina los pudo curar.
La gente en el pueblo les decía, “Ustedes han estado practicando el budismo y haciendo buenas obras durante tantos años, ¿por qué no se han beneficiado y aún viven situaciones tan difíciles?” Su sonrió y dijo, “El budismo no es en absoluto para estar cómodo en el mundo; todo tiene su causa y efecto”.
Pero aunque él decía esto, sentía que la vida era injusta y su corazón se sentía aturdido. Más tarde, un daoísta loco llegó a casa de los Su con una flauta en su cinturón. Insistió en quedarse en su casa. “¿Acaso usted no tiene tres cuartos? Puedo vivir en uno de ellos. ¿Cómo puede la gente que practica el budismo dejar morir de hambre a un daoísta en la calle? ¿Qué clase de budistas serían ustedes? Hoy, digan lo que digan, tengo que quedarme aquí”. Entró directamente en la casa dejando a los Su sin otra opción. El daoísta loco meditaba cada día en el cuarto y a veces tocaba bellas melodías con su flauta.
Pasaron seis meses hasta que un día el daoísta se dirigió con una sonrisa a la pareja. “Ustedes han demostrado ser buenos budistas, lo han hecho muy bien al tolerar sus problemas diarios. Realmente los admiro. Hoy me marcho de aquí, pero me gustaría dejarles esta flauta como recuerdo; por favor, dejen que su niña la toque en el futuro”. Antes de que los Su pudieran emitir palabra alguna, el daoísta loco se elevó en el aire y desapareció.
Al poco tiempo, la señora Su quedó embarazada y nació una niña que llamaron Jingyun. Cuando tenía poco más de un año, un monje llegó a la casa y dijo, “Un daoísta me pidió que viniera a enseñarle a su hija a tocar la flauta”. El padre aceptó felizmente la propuesta.
Su Jingyun progresaba rápidamente, y cuando cumplió los dieciséis años, el monje decidió marcharse. El señor Su dijo al monje que antes de que se fuera querría preguntarle algo: “¿Por qué nuestra familia siempre ha tenido una vida tan difícil? ¿Por qué tanto sufrimiento?” El monje contestó, “Ajá, todavía hace esta pregunta. Eso demuestra que aunque se haya exigido con dureza para seguir los principios budistas, usted todavía no los entiende, ¿sabe si sus antepasados cometieron algún hecho malo?” Su dijo, “Sí, mis antepasados eran del clan de Wu Zetian” (Wu Zetian fue una concubina que usurpó el trono después de la muerte de un emperador de la Dinastía Tang).
El monje continuó, “El principio de causa y efecto no tiene errores ni excepciones. Piense en esto: ustedes hicieron tantos hechos malos en el pasado, ¿cómo se puede permitir que no paguen por el sufrimiento causado? La deuda debe ser pagada. Algunos deben tanto que no pueden ni volver para pagar en esta vida terrenal; se van directamente al infierno. Ustedes son afortunados de haber podido retornar para pagar, y están obrando bien en vez de acumular todavía más deudas. Todo se resolverá de una manera benevolente. Su hija ya pagó sus deudas anteriores con mucho sufrimiento, y próximamente entrará en la corte real; ustedes están terminando de pagar sus deudas, así que tendrán un buen lugar para vivir. ¡Maravilloso!”
A los pocos años, las palabras del monje se cumplieron; Su Jingyun fue una de las elegidas como asistente de la corte real, y su familia tuvo la posibilidad de vivir en los alrededores del palacio.
La consecuencia de envenenar a su hermana para quedarse con su marido
Un cuento chino sobre la vida de Su Jingyun durante el reinado del Emperador Yangdi en la Dinastía Sui (581-618) cuenta que en esa época, dos hermanas se casaron con el mismo hombre. Para quedarse con su marido para ella sola, la hermana menor envenenó a la mayor y arrojó el cuerpo a un pozo.
Más tarde, cuando el marido llegó a la casa, la joven esposa dijo que su hermana había tomado veneno y saltó a un pozo porque sentía que había perdido el amor de él y ya no podía soportarlo. Ahora, la hermana menor tenía a su marido, todo para ella.
Pero la joven no imaginó que los buenos momentos durarían poco. Una hambruna que se desató propagó enfermedades muy rápido, y ella fue alcanzada por el desastre. Después de su muerte, su espíritu se presentó para ser juzgada ante el Tribunal del Infierno. El Rey del Infierno hizo un recuento de cada uno de los actos buenos y malos que la hermana menor había cometido en esa vida. Lo mejor que hizo fue cuidar de su esposo incondicionalmente sin ninguna queja, y lo peor fue matar a su hermana con veneno por sus fuertes celos.
Entonces, sobre la base de los buenos y malos actos, la sentencia fue enviarla a un sótano donde sufrió mordidas de bichos y serpientes, y soportó varios tipos de torturas. El dolor que padeció no puede ser descrito en absoluto con palabras.
Casi cien años transcurrieron de esta manera. Un día, una mujer celestial llamada Chang-E llegó al infierno para efectuar una inspección a pedido del Emperador de Jade. Al pasar por el sótano oyó a una mujer gritando con mucho dolor. La voz le pareció familiar, y al acercarse, vio que la mujer que gritaba era una vieja amiga de una vida anterior. Chang-E sintió pena por ella y le preguntó, “¿Qué pecado tan grave has hecho para caer en esta situación?” Cuando le relató lo sucedido, Chang-E suspiró y dijo, “El mundo humano es en efecto un lugar donde la gente, controlada por corazones malos, comete pecados y genera karma, tanto y tan grave que tiene que caer aquí para pagar por ello. ¡Es fácil caer aquí, pero no es fácil salir!”
Para reflexionar
Según la sabiduría antigua china, llegamos a esta vida sin nada y nos vamos también sin nada; esto nos lleva a pensar sobre el propósito de la vida. Todos en algún momento de la vida llegamos a la conclusión de que si algo tiene que ser, va a ser; pero igualmente seguimos luchando para obtener más beneficios. Otros tratan de disfrutar al máximo sin mirar si en el camino causan daño a los demás y, como resultado, acumulan más materia negra (ye), más deudas para pagar en el futuro.
Tal vez muchos ya no crean en estos cuentos antiguos, pero ¿acaso no son buenos para enseñar a los niños que cada conducta tiene su repercusión? Si la sociedad entiende esto, seguramente incurrirá en menos errores y se augurará un mejor presente y un mejor futuro.
Mediante estas historias, la creencia antigua china nos dice que todo lo que nos toca vivir en este mundo es a causa de las cosas buenas o malas que hayamos hecho en el pasado. Ninguna de las cosas materiales que tenemos hoy nos servirá después de la muerte, mientras que los actos buenos o malos que hagamos hoy –que son materia blanca y negra– sí determinarán nuestra suerte en el futuro.
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