Hablaron negociadores, representantes de víctimas —que apoyaron y rechazaron los acuerdos—, pastores cristianos, líderes afros e indígenas, jóvenes del Sí y del No, defensores y detractores del viejo y del nuevo acuerdo de paz, voceros de los partidos políticos, representantes de los gobernadores y los alcaldes y senadores espontáneos.
Al final, esta primera sesión (hoy le toca el turno a la Cámara de Representantes) no pasó de ser un intercambio formal que buscaba cumplir con las formas políticas, pero que ya tenía las cartas marcadas.
Abrió la sesión el jefe negociador del Gobierno para los diálogos con la guerrilla, Humberto de la Calle, quien defendió la legitimidad del texto acordado el 12 de noviembre y firmado en el teatro Colón de Bogotá el pasado jueves.
En su intervención, calificó el debate como el más importante de los últimos 50 años en el país, argumentando que este “es un momento crucial para Colombia y por encima de los padecimientos de la democracia representativa están presentes todas las voces de la nación”.
Abrió la sesión el jefe negociador del Gobierno, Humberto de la Calle, quien pidió a los senadores respaldar esta oportunidad de ponerle fin a un conflicto de más de 50 años y realizar las reformas profundas que requiere el país para ser más equitativo y democrático.
De la Calle fue insistente en que este es un nuevo acuerdo de paz que recoge “lealmente” las observaciones de los sectores que impulsaron el No en el plebiscito del pasado 2 de octubre.
De hecho, en su intervención de más de una hora se dedicó a responder a las previsibles críticas del Centro Democrático para, finalmente, aclarar que “lo que buscamos en La Habana fue un acuerdo, no una rendición de las Farc como si fuera la última batalla que no dimos en el campo militar”.
Y con sus acostumbradas frases populares, concluyó: “Si la prenda es buena, no importa el precio. Y la prenda es la paz de Colombia”.
Toda la mañana de ayer se fue en las presentaciones de los líderes del Sí y del No invitados a ofrecer explicaciones técnicas de las bondades y debilidades del nuevo Acuerdo de Paz.
Entre los discursos políticos y jurídicos se filtró un primer choque con el expresidente y hoy senador Álvaro Uribe, cuando Yolanda Pinto, viuda del exgobernador de Antioquia Guillermo Gaviria —quien murió a manos de las Farc en 2003—, le reclamó que la muerte de su esposo se debió a la improvisación en el fallido operativo de rescate. “Fue casi una chambonada”, le dijo Pinto.
Siguieron los discursos de cristianos a favor y en contra del Acuerdo, de constitucionalistas argumentando por qué sí y por qué no el Congreso está facultado para refrendar el Acuerdo.
Y cerraron la mañana la representante de los gobernadores Dilian Francisca Toro; el alcalde de Toribío, Alcibíades Escue, y Richard Moreno, líder chocoano que hizo un contundente llamado: “El 2 de octubre, la Colombia urbana le dio el No al plebiscito y no al Acuerdo de Paz. La Colombia rural, que hemos sufrido 52 años de plomo, que hemos tenido el fusil de las Farc, de paramilitares y hasta de la Fuerza Pública en la nuca, dijimos Sí a la paz. Por eso, hoy pido que el Acuerdo se refrende y se implemente ya”.
Luego vinieron las farragosas intervenciones de los voceros políticos de cada partido, las interrupciones aireadas de lado y lado, los golpes en la mesa y los afónicos gritos de quienes defendían una y otra posición.
El debate llegó a su punto máximo de ebullición cuando la congresista de la Alianza Verde Claudia López se “despachó” contra Uribe, enrostrándole videos del proceso de negociación con los paramilitares cuando era presidente y de los intentos de paz con las guerrillas.
Eso es mezquindad humana y política indescriptible. No se puede acomodar al bandido que nos gusta, o nos apoya o nos pone votos. Aquí lo que está en juego es la vida de los colombianos, no el bandido que nos guste
Las palabras de López tuvieron eco en los gestos furibundos del exmandatario. Con el micrófono caliente, se subió al atril y cortó el ambiente afirmando: “Este Congreso me ha enseñado muchas cosas. Una de ellas, a mejorar la fuerza mental. Por eso evité que la intervención anterior me enloqueciera y me llevara a desordenar la reunión”.
Durante 40 minutos, el jefe natural del Centro Democrático expuso que el Acuerdo de Paz que fue vencido en las urnas el 2 de octubre no podía ser refrendado por un Congreso ilegítimo.
Reconoció las mejoras que se le hicieron en la renegociación, pero insistió en que el pilar de su discrepancia con el Gobierno no había sido incluido: la tensión entre justicia y elegibilidad política.
También criticó que el Acuerdo de Paz se hubiera firmado sin ellos revisar la última versión, y finalmente reafirmó que su colectividad no votaría la refrendación.
Así, sobre las 11:00 de la noche hora local, los asistentes al debate tenían suficiente de frases grandilocuentes y mostradas de dientes. El presidente del Senado, Mauricio Lizcano, no tuvo otra opción que pedir ir a la votación para dirimir las controversias, la cual, en un primer intento, tuvo que ser suspendida para verificar que no se cometieron vicios de trámite.
Ardua tarea vivió Lizcano, que en más de una ocasión padeció los dardos de los voceros del No y el uribismo, que siempre alegó falta de garantías.
Ahora es el turno de la Cámara, donde opositores y defensores del proceso de paz protagonizarán el “segundo tiempo” del debate sobre la refrendación, para darle paso, por fin, al tan mentado posconflicto.
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