Desminar Colombia, segundo país más afectado por minas antipersona después de Afganistán, «tomará una generación», dice en entrevista con la AFP el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, quien reveló que 10.000 soldados estarán entrenados para esa labor en el primer semestre de 2016.
Con cerca de 11.000 víctimas de estos artefactos desde 1990 y más de la mitad de los municipios del país contaminados, las minas «son el gran reto del posconflicto» en Colombia, afectada por más de medio siglo de conflagración interna, afirma el titular de la cartera más importante del país.
Por eso, en 2016 las fuerzas militares redoblarán esfuerzos en el desmonte de estos artefactos explosivos, confiesa este exdelegado del gobierno en los diálogos que se desarrollan desde hace más de tres años con la guerrilla Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, comunistas) en Cuba.
«Vamos a pasar de 600 soldados que tenemos hoy entrenados a 10.000 en el primer semestre del año entrante» para el desminado, un tema en el que la mesa de negociación llegó a un acuerdo en marzo para participar en operaciones conjuntas, con la ayuda de la ONG Ayuda Popular Noruega (APN).
En ese contexto, las partes iniciaron con un proyecto piloto en el municipio de Briceño, departamento de Antioquia (noroeste), ahora libre de minas.
Según el ministro, vendrán más operativos de este tipo una vez se firme la paz, a más tardar el 23 de marzo de 2016, sobre todo «en sitios donde la oposición armada de las FARC hacen muy difícil» las labores.
La semana pasada, los negociadores en La Habana cerraron el punto de las víctimas del conflicto armado, que contempla un sistema especial de justicia para excombatientes. Éste plantea como posible castigo su participación en actividades de desminado.
Las FARC, con 7.000 combatientes según cifras oficiales, así como otras organizaciones armadas en Colombia, han recurrido a estos explosivos como estrategia bélica.
Cese bilateral del fuego
El proceso de paz de Cuba transcurre sin una tregua en el terreno, pese a que las FARC adelantan un alto el fuego unilateral desde julio.
Villegas, quien durante 17 años presidió el gremio industrial en Colombia y fue embajador en Estados Unidos, concibe el cese bilateral -el nuevo eje de las pláticas-, con «zonas de focalización» para los guerrilleros y un «componente internacional para las zonas de verificación y monitoreo».
«No estamos hablando de cascos azules ni de tropas extranjeras», aclara, sino de «una coordinación», por mandato del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, entre «una presencia internacional suficiente» y «el grueso de la seguridad en las tropas policiales y militares colombianos».
Al cese bilateral también podría entrar el Ejército de Liberación Nacional (ELN, guevarista), segunda guerrilla de Colombia, con la que el gobierno inició diálogos exploratorios a comienzos de 2014 para instalar una mesa formal de paz, que no han tenido éxito hasta ahora.
«Pues ojalá (entre el ELN), si se cumplen los requisitos necesarios para ese cese al fuego, que son muchos», afirma Villegas. «El dónde, cuándo, por cuánto tiempo (…). Si copa esos detalles, por supuesto que estamos listos a tener también ese cese al fuego», señala.
«Espero que el ELN entre también a las negociaciones lo más rápido posible», subraya.
En una entrevista al diario español «Gara», el máximo líder de ese grupo insurgente, «Gabino» (Nicolás Rodríguez Bautista), reveló que la agenda de negociación ya estaba acordada y que esperaba el inicio de las conversaciones de paz en 2016.
Soldados colombianos, al exterior
Tras el fin del conflicto armado, Villegas augura unas «fuerzas armadas preparándose para esa nueva etapa», aunque sin disminuir su número (unos 500.000 efectivos), ni su presupuesto (un 3,5% del PIB en 2014, según el Banco Mundial).
Así, la prioridad para el 2016 será «el crimen organizado», afirma este hombre de 58 años que dirige el ministerio desde mayo.
Además, Colombia se comprometerá «con 5.000 efectivos, en un lapso de cinco años, para operaciones del mantenimiento de la paz del sistema de Naciones Unidas». Dos bases de entrenamiento en el norte del país se preparan para ello, aunque «un centenar» de policías ya están en «misiones coordinadas en Haití, Sierra Leona y al menos dos o tres destinos» más, agrega Villegas.
Los militares colombianos son apetecidos igualmente por empresas de seguridad extranjeras que contratan mercenarios para gobiernos del Medio Oriente. Irónicamente, Villegas califica el «drenaje» como un «honor, pensando que somos muy buenos», pero pide reglas de juego.
«Hemos invertido muchísimo en nuestras fuerzas especiales. Las necesitamos porque tenemos amenazas internas muy grandes pero no podemos competir con los países petroleros por los sueldos que les pagan», afirma.
«Centenares» de exmilitares colombianos trabajan en esta modalidad, según el ministro, por lo que exige «tratados que regulen ese intercambio de fuerzas».
Pero el diálogo, según él, no está abierto: «Para bailar tango se necesitan dos. La pareja colombiana está lista. Del otro lado, no parece (que haya) mucho interés».
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