El Partido Comunista Chino realizó el 3 de septiembre uno de los desfiles militares más grandes de la historia: más de 10.000 tropas, 27 tanques y formaciones de vehículos armados, 10 formaciones de aviones y un enorme despliegue del último armamento de China. Antes del desfile, el evento causó cierto nerviosismo en la región.
En la superficie, el desfile se realizó para conmemorar el 70° aniversario de la victoria de China sobre Japón en la Segunda Guerra Mundial. Pero los analistas políticos de China afirman que el evento tiene una razón más imperiosa que no involucra a enemigos extranjeros.
En vez de marcar la derrota de Japón de hace 70 años, la fanfarria y pomposidad se entiende mejor como una ocasión para que el cabecilla del Partido, Xi Jinping, demuestre a sus rivales dentro del Partido que ahora tiene todas las riendas del Ejército, la última joya en la corona de todo cabecilla comunista en base a la conocida máxima de Mao Zedong, de que el poder crece desde el cañón de un arma.
“Mientras controle el Ejército, controla todo”, afirma Cheng Xiaonong, analista sobre política y economía china radicado en Nueva Jersey.
“El propósito básico es mostrar que Xi Jinping está dispuesto a declarar que tiene todo el control”, agregó Cheng en una entrevista telefónica.
Una ocasión inusual
La mayor parte de los analistas concuerdan en que este evento es único: hasta ahora, este tipo de desfiles militares a gran escala habían estado reservados a cada nueva década del aniversario de la fundación de la República Popular China. Todos los anteriores cabecillas del Partido realizaron esos eventos: Mao Zedong, Deng Xiaoping, Jiang Zemin y Hu Jintao.
Normalmente, el cabecilla observa impasiblemente la procesión de las tropas, coreografiada hasta el más mínimo detalle, desde el estrado de Tiananmen, da un discurso para la masa y los cuerpos del Ejército, y luego se monta en un gran automóvil negro y observa a las tropas formadas con su torso saliendo desde el techo corredizo. Muchos comentaristas e internautas chinos aprovecharon para criticar lo que consideran una estética anacrónica y fascista.
Pero según el cronograma común, el cabecilla Xi Jinping debería haber esperado hasta 2019, para el 70° aniversario de la fundación de la RP China, para hacer el desfile.
En este caso, el Partido declaró al 3 de septiembre como nuevo feriado nacional y organizó el enorme despliegue de poderío militar. No habría forma de que semejante iniciativa fuera aprobada por la Comisión Militar Central, el órgano del Partido que controla a las fuerzas armadas, si Xi Jinping no tuviera el control supremo, según el análisis de Chen Pokong, autor de libros sobre la cultura política de China.
“Si fuera [el anterior cabecilla] Hu Jintao, el vicepresidente de la Comisión estaba bajo el poder de Jiang Zemin, [el mayor oponente de Hu y Xi Jinping]”, y Hu no habría podido armar semejante evento, agregó Chen.
Desde que asumió el poder a fines de 2012, Xi Jinping se ha enfocado en impulsar una campaña anti-corrupción que apunta a los funcionarios asociados con la anterior dinastía política de Jiang Zemin. Entre algunos de los funcionarios de más alto nivel que cayeron en esta campaña están dos ex vicepresidentes de la Comisión Militar Central, Xu Caihou y Guo Boxiong. Ambos eran leales a Jiang.
“El desfile no es un evento de rutina. Es una sorpresa, es especial, poco común”, agregó Chen. “Ahora quedó claro que Xi controla al Ejército”.
Lealtad al líder
Varios analistas apuntaron al mismo artículo del Diario del Pueblo, al que identificaron como una de las expresiones más descarnadas de la lógica política del evento.
Wang Jian, subcomandante de inspección militar, escribió que: “La revisión de las tropas es un juramento de lealtad. Son los soldados y los oficiales de las Tres Fuerzas jurando su incomparable lealtad y acérrimo apoyo a la Central del Partido y al Cabecilla Xi”.
Ese punto se manifestó en la formación de generales militares marchando en fila en la Plaza Tiananmen ante Xi. “Tienen que marchar, mover sus cabezas y mirar a los ojos, saludar y mostrar su respeto a Xi Jinping”, dijo Chen Pokong. “Muestra que él está más alto y ellos están más abajo. Se trata de hacerlos obedecer”.
Todo esto también tiene el efecto de “intimidar” a los oponentes políticos de Xi Jinping, agregó Wang Juntao, prominente disidente chino y pensador, en entrevista telefónica. “Xi Jinping sólo tiene que controlar el Ejército, y las otras facciones del Partido estarán asustadas”.
Y esto ocurre poco después de otros sucesos que apuntaron a Jiang Zemin. Entre ellos, un artículo de opinión en el Diario del Pueblo, al que todos consideran que apuntaba a Jiang, que decía que los ex funcionarios no deben entrometerse en política. También se removió una piedra con inscripciones de Jiang de la Escuela de la Central del Partido. (Los directivos de la escuela luego dijeron que se había movido a otra parte del campus, aunque no brindaron fotos para demostrarlo).
El gran enigma anterior al desfile era si Jiang Zemin estaría presente. Editores de la edición en chino de La Gran Época indicaron que sus fuentes habían afirmado que Jiang justamente había pedido participar, pero dada la gran tensión entre las facciones, no estaba claro qué iba a pasar.
Al final, Jiang apareció junto a Xi en el estrado de Tiananmen durante el desfile. También se vio a Xi y Jiang conversar en varios momentos. La escena tiene cierta semejanza con las interacciones entre los cabecillas Li Peng y Zhao Ziyang en 1989, antes de la Masacre de Tiananmen y la gran purga en el Partido, cuando los altos funcionarios enmascararon durante mucho tiempo su rivalidad.
Pero todavía no está claro qué significa la aparición de Jiang. “Xi Jinping movió la inscripción de Jiang, publicó una editorial en el Diario del Pueblo”, dijo Chen Pokong. “Si permite que Jiang Zemin aparezca, entonces podrían ser para nada”.
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