La oposición venezolana anunció esta semana que retoma la ofensiva contra el gobierno de Nicolás Maduro, pero las divisiones en su interior y la falta de una estrategia clara para luchar contra el chavismo, podrían ser los mayores obstáculos a su propósito.
Un año después de asumir el control de la Asamblea Nacional, la oposición renovará la junta directiva del parlamento el jueves, cambiando a su equipo coordinador y redefiniendo su hoja de ruta, luego de haber fracasado en 2016 en su plan de revocar el mandato de Maduro y de haber perdido el apoyo popular.
Luis Vicente León, presidente de la encuestadora Datanálisis, dijo a la AFP que la oposición venezolana está «en una situación doblemente difícil: luchan contra una fuerza que tiene el poder económico, militar y político; y lo hacen fraccionados, sin organización sólida y con pugnas internas insalvables».
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Reunida en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), los opositores han anunciado que buscarán motivar la presión social retomando la ofensiva desde la Asamblea Nacional y la calle, y recuperar el voto para luchar por el cambio de gobierno.
Pero los dirigentes de la MUD no han aclarado los detalles del plan, si se concentrarán en las elecciones de gobernadores y alcaldes este año, o insistirán en un revocatorio que solo implica el reemplazo de Maduro por su vicepresidente y no comicios presidenciales como hubiera ocurrido en 2016 si las autoridades electorales, a las que la oposición acusa de estar aliadas con el gobierno, no hubieran anulado el referendo revocatorio para sacar al actual mandatario chavista del poder.
Por otro lado están las profundas divisiones entre los 30 partidos de la MUD sobre la estrategia política del grupo. Una de las decisiones más polémicas recientemente fue la de participar en un diálogo con el gobierno mediado por el Vaticano y Unasur, luego de la suspensión del proceso revocatorio.
Las negociaciones fueron rechazadas por muchos seguidores de la MUD y por 15 de los partidos de la organización entre ellos el de Leopoldo López, uno de los más importantes líderes opositores encarcelados, quienes consideran que el gobierno planteó el diálogo para enfriar las protestas por la suspensión del revocatorio.
En diciembre, la MUD congeló el diálogo acusando al gobierno de incumplir con la excarcelación de opositores y definir un calendario que incluya la reactivación del revocatorio o el adelanto de elecciones de 2018.
En víspera del Año Nuevo, el gobierno liberó a siete opositores, entre ellos el excandidato presidencial Manuel Rosales, lo que para algunos dirigentes de la oposición debería hacer que la MUD participe en la próxima ronda de conversaciones el 13 de enero, pero para otros partidos del grupo eso no es suficiente.
«Es inútil dialogar con una dictadura», dice el presidente saliente de la Asamblea Nacional Henry Ramos Allup. Aunque el gobierno ha liberado a 17 opositores desde que comenzaron las pláticas, un centenar continúa en prisión entre ellos importantes líderes como López y el exalcalde de Caracas Antonio Ledezma, asegura la MUD.
Julio Borges, quien dirigió a la oposición en la Asamblea Nacional en 2016 reemplazará a Ramos Allup como presidente del legislativo a partir del jueves. Borges ha prometido trabajar por la unidad de la MUD. Su mayoría evaluará de entrada la figura de «abandono del poder» de Maduro, acusándolo de no cumplir con garantizar la gobernabilidad del país.
Pero el Tribunal Supremo de Justicia, también señalado de servir al chavismo, ha anulado prácticamente todas las decisiones de la Asamblea Nacional, por lo que la nueva estrategia está casi destinada al fracaso.
Los observadores opinan que es necesario que la MUD atienda el problema de sus divisiones para que pueda luchar contra un chavismo que se arraigó aún más en el poder en 2016, pese a todas las protestas, la escasez de alimentos y medicinas, de dinero en efectivo, la violencia criminal y la desesperanza.
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