La bióloga Karin Gross de la Universidad de Zurich plantea que los insectos no solo ven los colores al elegir una flor para alimentarse de su polen.
En un prado donde habían diferentes tipos de orquídeas, ella estudió a las esfinges colibrí, un tipo de insecto, especie de lepidóptero de la familia Sphingidae, que se encuentra esparcido por toda Europa, incluyendo la península ibérica, norte de África y centro de Asia hasta India e Indochina.
Entre las orquídeas habían del tipo muy colorido y exuberante, como también otras de color deslavado y más simples, y que olían muy diferente entre sí. Aunque eran de la misma especie, la diferencia estaba en la genética, dada por número de cromosomas: unas tetraploides y las otras diploides.
La esfinge colibrí tiene una larga trompa que la asemeja al colibrí, de ahí su nombre. Con esta va de día de flor en flor absorbiendo su néctar.
Según la bióloga, fue sorprendente para ella descubrir que probablemente no es por el color que la hermosa esfinge elige su flor, sino por el tamaño, la cantidad que hay en una mata y por su olor, cuando le es más atractivo. Su estudio fue publicado en los Anales de la Biología.
Al igual que los seres humanos, la esfinge tiene la capacidad de ver solo ciertos tonos. Las personas, por ejemplo, ven sólo la gama de colores del rango de la luz visible, que van del rojo al violeta, y que se diferencian entre sí por la forma de la onda de luz que generan. La longitud de la onda del color violeta es más pequeña, tiene un tamaño de 700 nanómetros, y la del color rojo, por el contrario, tiene una longitud de onda más amplia, de 380 nanómetros.
El ser humano no ve normalmente los colores con longitudes de onda más estrechas que el violeta, que corresponden al mundo del ultravioleta, o más amplias que el rojo, que refieren al mundo del infrarrojo. Son colores “invisibles”.
Las esfinges a su vez no ven el color rojo por un lado, ni el rango ultravioleta por el otro.
“Los insectos toman los colores de las flores de manera diferente que los humanos. Esto es debido a los diferentes receptores de color de los ojos”, destacó Gross.
La bióloga hizo su planteamiento luego de analizar la reflexión de la luz de las flores diploides y tetraploides, así como la sensibilidad al color de los receptores de la retina de un gusano, y la percepción de los colores de la esfinge, y concluyó que es algo más que el color, lo que las atrae.
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